HORTUS CONCLUSUS

04/07/2016


 

"Hortus conclusus soror mea, sponsa hortus conclusus, fons signatus"

"Eres huerto cerrado hermana y novia mía huerto cerrado, fuente sellada"

 

(Cantar de los Cantares, IV 12)

 

 
 

El Jardín del Edén

Jan Brueghel el Viejo
Hacia 1610-1612
59,4 x 95,6 cm
Óleo sobre tabla

 

El Museo Thyssen-Bornemisza, con sede en el centro histórico de Madrid (Paseo del Prado, 8), presenta hasta el 2 de octubre de 2016 una nueva instalación temática con piezas pertenecientes a sus colecciones, en esta ocasión, en torno a la figura literaria del hortus conclusus; una selección de doce obras pictóricas que muestran el eco de esta imagen en la pintura europea desde la Edad Media hasta el siglo XX. La muestra podrá ser visitada en horario de 10:00 a 19:00 horas, de martes a domingo, o de 12:00 a 16:00 horas, los lunes.

La expresión Hortus conclusus aparece en el Cantar de los Cantares evocando al Edén, un jardín idílico, cerrado, creado por Dios para el hombre, del que posteriormente sería expulsado. El deseo de recuperar ese paraíso perdido fue el que impulsó su carácter poético y lo que le hizo perdurar a lo largo del tiempo.

Desde las primeras representaciones medievales, basadas en la interpretación cristiana del relato bíblico, hasta la diversidad de tendencias artísticas del siglo XX, esta figura se ha ido revelando bajo diferentes facetas: las representaciones del Paraíso en el arte religioso, la pintura de jardines, que encontró su punto álgido en el siglo XIX con pintores como Monet, o la diversidad de bodegones que encontramos a lo largo de la historia de la pintura, tienen en común esa reminiscencia del jardín cerrado original, del Paraíso perdido.

 

 
     
     

La Virgen y el Niño en el Hortus Conclusus

Anónimo alemán
Hacia 1410
28,6 x 18,5 cm
Óleo sobre tabla

 

Florero

Hans Memling
Hacia 1485
29,2 x 22,5 cm
Óleo sobre tabla

 

La selección de obras empieza con La Virgen y el Niño en el Hortus Conclusus (hacia 1410), de un anónimo alemán del siglo XV, que muestra la interpretación cristiana del Cantar de los Cantares representando a Cristo y a su Madre en un jardín vallado y rodeados por la fuente sellada mencionada en el poema y otras imágenes que simbolizan la virginidad de María y su papel como madre del Redentor, y continúa con Florero (hacia 1485) de Hans Memling, en el que las especies representadas tienen una evidente simbología religiosa: los lirios aluden a la pureza de la Virgen y los iris morados son símbolo del dolor por la muerte de Jesús; el jarrón, en el que aparece inscrito el monograma de Jesús, se convertiría así en una metonimia cifrada del jardín cerrado.

A partir del siglo XVI, el creciente interés científico por las especies exóticas, tanto vegetales como animales, y por la observación de la naturaleza, provocó un cambio de gusto artístico que se pone de manifiesto en obras como El Jardín del Edén (1610-1612), de Jan Brueghel el viejo, en el que flores y plantas mantienen el simbolismo religioso pero en el que se empieza a evidenciar ese deseo de explorar la naturaleza y sus formas; curiosidad científica que vemos también en bodegones de la época como Vaso chino con flores, conchas e insectos (hacia 1609) de Ambrosius Bosschaert I o Jarrón con flores y dos manojos de espárragos (hacia 1650) de Jan Fyt.

 

 
 

Malvarrosas

Frederick Carl Friseke
Hacia 1912-1913
80,7 x 80,7 cm
Óleo sobre lienzo

 

La temática del Hortus conclusus se mantuvo latente en el denominado género de jardines, que alcanzó su máximo protagonismo con la llegada del impresionismo, en el siglo XIX. Fue a partir de 1880 cuando algunos artistas dejaron de interesarse por la vida moderna para centrar su atención en la pintura por la pintura.

En este contexto surgió la pasión por la jardinería, impulsada fundamentalmente por Gustave Caillebotte, y llevada al máximo exponente por Claude Monet, quien construyó un amplio jardín que él mismo cuidaba y representaba en sus cuadros, como La casa entre las rosas (1925). En este proceso, el jardín acabó convirtiéndose en metáfora de la pintura: cultivarlo era como cultivar la pintura misma.

Fueron muchos los artistas que siguieron las huellas de Monet, entre ellos Carl Frieseke cuya obra Malvarrosas, pintado también en su jardín, se incluye en esta selección junto a Mujer con sombrilla en un jardín (1875) de Renoir o Tarde de verano (1903) de Emil Nolde. Todos ellos nos remiten a la imagen del paraíso cerrado.

 

 
     
     

Girasoles resplandecientes

Emil Nolde
1936
88,5 x 67,3 cm
Óleo sobre lienzo

 

Lirio blanco

Georgia O'Keefe
1957
102 x 76,2 cm
Óleo sobre lienzo

 

Las últimas obras reunidas en la instalación ofrecen una idea de la diversidad de caminos e interpretaciones respecto al jardín y a su representación a lo largo del siglo XX, desde los Girasoles resplandecientes (1936), también de Emil Nolde -un ejemplo más de flores cultivadas por el propio pintor convertidas en motivo del cuadro y del jardín como metáfora de la pintura-, hasta Flor-concha (1927) de Max Ernst que, aunque puede considerarse un homenaje a la pintura neerlandesa de flores y conchas del XVII, un concentrado de pintura pura, el componente azaroso de la técnica utilizada (grattage) la convierte en todo lo contrario.

Por último, Lirio blanco (1957) de Georgia O'Keeffe, interpretada a pesar de su autora como una exaltación del órgano genital femenino; la novia del Cantar de los Cantares en toda su luminosidad deslumbrante.

 

 
 

Flor-concha

Max Ernst
1927
19 x 24 cm
Óleo sobre lienzo

 

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