LA VIRGEN DE LA LECHE DE PEDRO BERRUGUETE

23/07/2013


 

 

En 1951, el historiador Manuel Gómez Moreno atribuyó esta tabla de la Virgen con el Niño al pintor palentino Pedro Berruguete -a quien indiscutiblemente pertenece-, después de que fuera hallada entre maderas viejas e imágenes en unos almacenes del Ayuntamiento de Madrid sin que se supiera cómo había llegado ahí ni cuál era su origen. Es posible que proviniera del Hospital de la Concepción, fundado por Francisco Ramírez y del que se hizo cargo su esposa Beatriz Galindo, tras su muerte en 1501. El Hospital era también popularmente conocido como "Hospital de la Latina", en referencia a Beatriz Galindo, apodada "La Latina", preceptora de latín de la reina Isabel la Católica y persona muy cercana a ella.

El Ayuntamiento de Madrid se hizo cargo de las pertenencias del Hospital y aunque no existe referencia que confirme la de la pintura de Pedro Berruguete a dicho centro, todo parece apuntar a que la comitente de esta obra maestra fue "La Latina", que pudo mandar hacerla directamente para dicho Hospital o, teniendo en cuenta su pequeño formato, destinarla en origen a su devoción privada y donarla al hospital años después. Muy posteriormente, la tabla de Pedro Berruguete apareció en el Ayuntamiento, llegando a colgarse en el despacho del alcalde. Siendo alcalde Enrique Tierno Galván, se decidió depositarla en el Museo Municipal de la Calle Fuencarral -el actual Museo de Historia de Madrid-, donde se exhibió hasta su cierre por obras en el año 2008. La obra se podía contemplar desde entonces en el Museo de San Isidro. A partir de hoy se exhibirá durante al menos cinco años en la sala 57B del Edificio Villanueva del Museo Nacional del Prado de Madrid, que, en contrapartida, ampliará el conjunto de obras que mantiene en depósito en centros museísticos municipales con otras ocho pinturas, entre ellas, La Virgen de Atocha pintada por Juan Carreño de Miranda, que ocupará el lugar de la obra de Pedro Berruguete en el Museo de San Isidro.

La composición nos presenta a María en el interior de un templete, coronada como reina de los cielos y entronizada, ofreciendo el pecho a su hijo. Partiendo del modelo rogeriano y de la influencia eyckiana en el manejo de la luz, Pedro Berruguete hace gala de su dominio de la composición y de su originalidad. El artista crea en este templete, una estructura compuesta por elementos arquitectónicos góticos, mudéjares y renacientes, con la que traduce de forma magistral la indefinición estilística del arte castellano en torno a 1500, en el que no existe un modelo único, sino que los tres coexisten y se utilizan en función de los gustos e intereses del comitente o del uso que se otorgue a un determinado edificio.

Los elementos arquitectónicos que rodean a la Virgen revelan la condición de castellano de Berruguete, a la par que su conocimiento del arte italiano del Quattrocento. El efecto general que se consigue es de un verismo extraordinario, consecuencia de la delicada conjunción de los valores pictóricos y de la elaborada estructura arquitectónica. Sin embargo, el esquema de la perspectiva geométrica subyacente tiene sus imperfecciones. Berruguete, como casi todos los maestros del norte hasta Durero, aplica de forma empírica los conceptos básicos de la perspectiva, pero desconoce las leyes de la geometría científica. El dominio de la perspectiva aérea y el empleo de la perspectiva empírica evidencian que su formación fue más flamenca que italiana.

Gracias al depósito de la Virgen de la Leche del Ayuntamiento, el Museo Nacional del Prado de Madrid podrá exhibir junto a otras obras relevantes del pintor de Paredes de Nava una de sus obras maestras absolutas, una verdadera joya, en la que Berruguete hizo gala de su buen hacer. Dado su pequeño formato y su carácter de obra de devoción y la condición de su supuesta comitente -Beatriz Galindo-, tan vinculada a la reina, no debe sorprender lo cuidado de su técnica y su elaborada composición. El Prado reúne entre sus fondos diecinueve obras de Pedro Berruguete. Las de mayor calidad e interés para la historia de la pintura llegaron al Prado procedentes del convento dominico de Santo Tomás de Ávila, sede de la Inquisición, cuyas obras dirigía el inquisidor Torquemada y costeaba la reina Isabel la Católica.

Nueve tablas pertenecientes a los retablos de San Pedro Mártir y de Santo Domingo, que Berruguete pintó para la iglesia del convento de los dominicos de Ávila, ingresaron en la institución con los fondos del Museo de la Trinidad, donde se recogieron obras procedentes de la Desamortización. Otro tanto sucedió con las sargas de San Pedro y San Pablo y las otras dos en que se representa la Adoración de los Magos, que evidencian su deuda con el arte italiano del Quattrocento. La más famosa de todas las pinturas procedentes de los dominicos de Ávila -el Auto de Fe, fiel estampa de la vida castellana en tiempos de Isabel la Católica-, se adquirió por Real Orden el 10 de abril de 1867 con destino al Museo de la Trinidad, desde donde asimismo pasó al Prado.

De menor calidad son otras dos tablas de Berruguete que ingresaron después en el Prado: Santo Domingo y los Albigenses -que repite el mismo tema del retablo procedente de Santo Tomás de Ávila-, entró con el legado Vaamonde en 1898; en 1966 ingresó en el Prado La Resurrección de Cristo que formó parte de la Colección Suma y fue adquirida por la Junta de Exportación. Gracias al legado Várez Fisa el Prado ha podido enriquecer su colección de obras de Pedro Berruguete este mismo año 2013 con dos tablas en las que se representan los cuatro padres de la iglesia occidental -San Gregorio y San Jerónimo en una y San Ambrosio y San Agustín en la otra-, que formaron parte de la predela de un retablo -por el momento desconocido-, en los que se aprecia el dominio que Berruguete tuvo en la representación de esas figuras, que se imponen casi con valor de retratos, como se constata en la predela del retablo de Santa Eulalia de Paredes de Nava, una de sus obras maestras. 

 

 

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