EL PABELLÓN DE LOS HEXÁGONOS

Quique Lavilla para www.elmundo.es (21/05/2007)


 

Desde hace meses, los españoles se han lanzado a votar por la Alhambra para que salga elegida como una de las nuevas Siete Maravillas del Mundo. Quizás no pase la criba final, que se dará a conocer el próximo julio, pero una cosa es segura, la Alhambra no ha de temer por su conservación.

Su belleza, su valor cultural y su resistencia al paso del tiempo -se tiene constancia por primera vez de ella en el siglo IX- garantizan su conservación y mantenimiento por parte de las instituciones.

Sin embargo, existen muchos otros edificios maravillosos que no han corrido la misma suerte que la Alhambra, es el caso del Pabellón español de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, obra de los arquitectos Ramón Vázquez Molezún y José Antonio Corrales. La obra de Molezún y Corrales ganó el Primer Premio en la Exposición Universal de Bruselas. Está considerado por los expertos como uno de los mejores edificios de la arquitectura española del siglo XX, y a finales de los años 50 tuvo un resonante éxito internacional.

Por este motivo, el pasado 26 de abril, Corrales, creador de las sedes del Banco Pastor y Bankunion en Madrid, fue invitado por la embajada de España en Bruselas para dar una conferencia, con motivo de la celebración del Año Español de la Arquitectura, en la que recordó "el milagro" del Pabellón: "Un ejercicio de modernidad salido de un país autárquico de posguerra", según explica el viejo arquitecto a todo aquel que quiera escucharle.

La construcción se trasladó a la Casa de Campo en 1959 como Nuevo Pabellón del Ministerio de Agricultura. Pero años después, el edificio cayó en el abandono, condenado a una suerte de alzheimer colectivo. Ahora, 50 años después de su creación, los madrileños ignoran la historia que encierran los ladrillos de esa ruinosa construcción con los cristales rotos, destechada y llena de agujeros por donde se cuelan los gatos y los mendigos para mantenerse a salvo de las inclemencias del tiempo. "El pabellón ya no se puede rehabilitar", explica con pesimismo José Antonio Corrales, "no tiene sentido, porque está completamente destrozado, habría que hacerlo de nuevo".

Hace cuatro años, el arquitecto mantuvo conversaciones con la gerencia de urbanismo del Ayuntamiento de Madrid. Buscaron un sitio donde colocar la construcción y el lugar elegido fue Parque de las Naciones. Pero hubo disparidad de criterios y las buenas intenciones cayeron en saco roto: Corrales pensaba que hacía falta un Patronato independiente que se ocupara de la conservación del edificio y de los actos que tuvieran lugar en él, pero el Ayuntamiento no estaba dispuesto a llevar a cabo aquellas actuaciones. Finalmente, el arquitecto, desilusionado, se echó atrás.

A sus 86 años, y después de infinidad de promesas incumplidas Corrales, -que ha recibido dos Premios Nacionales de Arquitectura (1948 y 2001), una medalla de oro de la arquitectura (1992) y el Premio Antonio Camuñas de Arquitectura (2004)- cuenta con resignación con más pena que gloria que "la obra no tuvo ningún éxito en España, la trajeron aquí por obligación". Y piensa, resignado, que ya no tiene ningún sentido volver a levantar un edificio de finales de los 50 en el año 2007. "Yo soy un arquitecto moderno, y al pabellón habría que buscarle un uso, lo cual es problemático porque cada seis metros aparece una columna limitando el espacio".

En caso de que el edificio se volviera a hacer de nuevo el viejo arquitecto sabe que habría que buscarle una función: "Utilizar parte de los hexágonos sin cerramiento alguno, como sombrillas o paraguas para dar sombra, adosados a una estructura metálica que contuviera un pequeño restaurante o un centro cultural del barrio", esa sería una solución. "Pero eso son teorías arquitectónicas de poco valor hoy en día, porque lo que prima actualmente es la seguridad y el dinero", dice. "Seamos realistas", concluye, "un pabellón sin un uso acaba en la ruina".

 

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