UNA CRUZ PROCESIONAL HISPANOLEMOSINA EN EL MUSEO DE LEÓN

01/09/2017


 

 

Desde los tiempos del arte paleocristiano, las imágenes sirvieron como forma de expresión religiosa. El arte llamado "sacro" sirvió para la liturgia, y en sus obras se reflejaron tanto programas ideológicos, como las mentalidades de la sociedad, aportando innumerables datos que han servido para el estudio de la cultura, la religión y el pensamiento a lo largo de la historia.

Durante la Edad Media la Iglesia se convirtió en el principal generador de obras artísticas, especialmente suntuosas, y entre ellas fue el primer cliente de los plateros u orfebres. El culto se nutría de lujosos objetos necesarios para la liturgia, como incensarios, navetas, custodias, cálices, copones... todos ellos imprescindibles en templos parroquiales, conventuales o catedralicios. Entre los elementos del ajuar litúrgico, la cruz procesional es uno de los más importantes. Destinada a la exhibición pública, emblema de la parroquia a la que representa, abre los cortejos procesionales y ocupa un lugar preeminente en el altar.

La cruz que presentamos, una de las más antiguas de las muchas que se conservan en el Museo de León, fue realizada con una técnica bien conocida desde antiguo, pues los esmaltes sustituyeron frecuentemente a las piedras y a los metales preciosos para decorar estos objetos. A lo largo del Románico esta técnica experimentó una difusión exponencial, posiblemente debida al desarrollo de la técnica champlevé, que consiste en excavar huecos en el metal, después rellenados con el esmalte; en contra de la técnica tabicada o cloisonné.

Los talleres especializados en esmaltería se difundieron a lo largo de la geografía hispana, pero la inmensa producción, casi industrialización, de los talleres de la ciudad francesa de Limoges supuso el declive de los obradores nacionales, imponiéndose en el mercado los lemosinos que abastecieron a gran parte de Europa.

La pieza que nos ocupa, tardorrománica, fechada a finales del siglo XII o principios del XIII, de procedencia desconocida aunque se cree que puede ser obra de un taller hispanolemosino, muestra una imagen de Cristo Majestad, vivo, triunfante, con los ojos abiertos, sin expresión de dolor. Porta en la cabeza corona real, que sustituye la corona de espinas, y le convierte en rey de reyes. Responde al tipo iconográfico que se impondrá en occidente: Jesús con cabello largo, barba y perizonium que cubre de la cadera a las rodillas.

Como es habitual en el Románico, Cristo aparece con las manos abiertas y los pies fijados a la cruz por sendos clavos. La figura de San Pedro Apóstol, ubicada bajo la del crucificado, sirve de sustento a la Iglesia en un claro significado simbólico o como referencia a la advocación del templo del que procediera. El santo aparece con la clásica tonsura y portando las llaves del Cielo.

La sección "Pieza del Mes" constituye una oportunidad que el Museo de León ofrece al visitante para conocer más detenidamente alguno de los bienes expuestos en sus instalaciones, mediante una detallada explicación durante las visitas guiadas, que se desarrollan gratuitamente de martes a domingo, a las 12:30 horas.

El tema de la sección durante Septiembre de 2017 es precisamente esta cruz, la cual ha perdido gran parte de los chatones cobijados en la lámina de cobre y algunos de los cuadrones esmaltados del reverso, conservándose exclusivamente la imagen de un personaje alado que podría identificarse con una figura del Tetramorfos.

 

Del 1 al 30 de septiembre de 2017 en el Museo de León (Plaza de Santo Domingo, 8)
Horario: martes a sábado, de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas; domingos y festivos, de 10:00 a 14:00 horas.

 

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