SAN JUAN EVANGELISTA Y LA VISIÓN APOCALÍPTICA EN PATMOS

Con información de Rafael Serra (25/12/2006)


 

De cuna palestinense, posiblemente nacido en la ciudad de Betsaida, Juan fue hijo de Zebedeo y María Salomé, hermano de Santiago el Mayor y, probablemente, paisano de Pedro y Andrés. Discípulo amado de Jesús, estuvo a su lado en el Calvario y, tras una trascendental función evangelizadora en Jerusalén y Samaria, salió ileso del martirio en un caldero de aceite hirviendo. 

Pese a las atribuciones al presbítero Juan y a un discípulo del apóstol, conocedor de la cultura judía y griega, no cabe duda que el autor del Cuarto Evangelio es San Juan Evangelista, quien tuvo que escribirlo a finales del año I, quizás el año 90, aunque algunas partes pudieron añadirse después. Con toda seguridad, la fecha 90-100 es la más probable para la composición en la forma actual.

Más duda presenta la autoría de Juan respecto al libro sagrado del Apocalipsis. Desde el siglo III se ha discutido su paternidad y actualmente, aunque la mayoría de los autores católicos admiten que su autor es Juan, la cuestión sigue sin estar decidida. Se establece la fecha de redacción del Apocalipsis en tiempos de Domiciano, entre los años 94-96.

Definido por San Juan como una profecía, el Apocalipsis tiene su origen en la visión que tuvo el santo en su retiro de la isla griega de Patmos, en el Mar Egeo. Según cuenta su relato, Dios se le apareció majestuoso e imponente entre la corte celestial y los siete candelabros de oro -símbolo de las siete iglesias: Éfeso, Pérgamo, Esmirna, Sardes, Tiatira, Filadelfia y Laodicea-, tocado con cabellera y barba blancas -símbolos de su eternidad-, y portando siete estrellas en su mano derecha, símbolo de los siete ángeles de las siete iglesias a las que Dios le ordenó enviar un escrito de todo lo visto.

La visión comprende también la figura de la Virgen Apocalíptica, símbolo de la Iglesia heredera de toda la gloria de Israel y concebida como parturienta del Hijo de Dios. Se le aparece al vidente vestida de sol, con la luna a sus pies y ciñendo su frente una corona de doce estrellas, representación que sería adoptada para representar la Inmaculada Concepción de María por parte de San Joaquín y Santa Ana. Un dragón -símbolo del demonio- guerra contra la mujer -símbolo de la Iglesia- a la que Dios guarda y defiende dándole dos alas de una gran águila para que vuele hacia el desierto y preservarla, de este modo, del diablo. De ahí que la figura del águila suela estar presente en los simulacros de San Juan Evangelista. 

El arte suele ofrecer una visión anacrónica del santo a la hora de representar la Visión en Patmos, ya que nos lo muestra como un joven por el que sólo parece haber pasado una década desde la adolescencia vivida durante la Pasión de Jesús. Ejemplo de lo anterior lo tenemos en la tabla de Hans Burgkmair que se guarda en la Alte Pinakothek de Munich (en la fotografía). En realidad, San Juan era ya muy anciano, pues su muerte se calcula en torno al año 104, cuando contaba por entonces una avanzada edad.

 

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