LOS SECRETOS DE LA CAPILLA SIXTINA

02/12/2012


 

 

La restauración de los frescos pintados por Miguel Ángel Buonarroti para la Capilla Sixtina, realizada entre los años 1980 y 1994, permitió descubrir elementos pictóricos originales del artista que estaban ocultos debido a rehabilitaciones y censuras posteriores, según ha explicado el director de dicha intervención, el romano Gianluigi Colalucci, quien ha participado en el XV Simposio sobre Centros Históricos y Patrimonio de la Fundación Centro Internacional para la Conservación del Patrimonio (CICOP), clausurado ayer en la sede que la Fundación Canaria MAPFRE GUANARTEME tiene en Las Palmas de Gran Canaria.

La mano de Adán, por ejemplo, no es la original de Miguel Ángel, sino que corresponde a otro pintor anónimo que dibujó el famoso dedo del primer hombre que trata de unirse al de Dios, después de producirse una fractura en la bóveda de la capilla. Como estaba tapado por suciedad, parecía que ese dedo formaba un conjunto pictórico original, pero al limpiarlo, se descubrió que fue una aportación posterior.

La restauración evidenció también la censura que las pinturas sufrieron en los siglos XVI y XVIII tras el Concilio de Trento, que ocultó con vestidos y sombras algunos desnudos, y que desde 1994 han quedado tal y como eran al principio. "La visión del Juicio Final que tenía Miguel Ángel era de alguna forma herética y chocaba con la tradición de la época, lo que llevó a los censores a reformar la obra", señaló Colalucci, que también se refirió a la polémica suscitada tras la restauración, ya que muchos criticaron la viveza de los colores resultantes.

Asimismo, Gianlugi Colalucci mencionó la precisión en la delimitación de los personajes, que ha permitido comprobar la textura de porcelana que muestran algunas figuras, así como la reproducción de algunos elementos y técnicas pictóricas que Miguel Ángel también utilizó en sus obras escultóricas.

 

 

La Capilla Sixtina fue construida en 1484 para el papa Sixto IV, a quien le debe el nombre, pero fue Julio II quien encargó a Miguel Ángel su decoración (1508-1512). Dicho pontífice inauguró con una solemne misa los frescos en el día de las vísperas de la Festividad de Todos los Santos, el 31 de octubre de 1512.

La capilla tiene 20 metros de altura. Miguel Ángel trabajó sobre un andamio que colgaba en las alturas durante cuatro años, con un esfuerzo físico y artístico descomunal, y en medio de grandes trifulcas con el papa Julio II que le conminaba a que acabara el trabajo. Los frescos representan nueve escenas recogidas en el libro del Génesis como la Creación de la Luz, el Pecado Original y el Diluvio Universal.

La relación entre Julio II y Miguel Ángel fue tormentosa desde sus comienzos; el gran maestro dudó antes de aceptar el encargo pues se consideraba escultor y no pintor, pero empezó a trabajar en 1508 con apasionada obsesión, despreciando cualquier ayuda. A pesar de su descontento por ser un pintor empleado del Vaticano, Miguel Ángel regresó casi 20 años después, cuando ya contaba 59 años de edad, para acometer otra pintura en la Capilla Sixtina a petición de Clemente VII: el Juicio Final en la pared del altar, concluido en 1541.

Colalucci ha destacado cómo el florentino logró gran precisión en la figura de Cristo del Juicio Final gracias a una técnica similar a la fotográfica, mediante la cual resalta su cabeza con un foco de luz situado detrás de ella, mientras que la de la Virgen que aparece a su lado aparece menos definida y como desenfocada. Otras figuras las pintó con puntos, con una técnica que, a partir de 1880, George Seurat desarrollaría con el Puntillismo.

 

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