LA PUERTA DEL PARAÍSO

11/09/2012


 

 

La convocatoria en Florencia del concurso para la decoración escultórica de las puertas del baptisterio de San Giovanni constituyó el punto de partida de una genial generación de escultores, entre los cuales Ghiberti fue, probablemente, su mejor representante. En 1401, apenas olvidados los estragos de la peste que retrasaron el proyecto, los mercaderes florentinos decidieron convocar dicho concurso para elegir al escultor que debía trabajar en dos de las tres puertas del baptisterio. La tercera, la del lado norte, la había realizado entre 1330 y 1336 Andrea Pisano, escultor que asimiló la lección del arte clásico sin alejarse del espíritu gótico.

Al concurso acudieron los mejores escultores italianos del momento y, en el plazo de un año, tuvieron que fundir, siguiendo la pauta de los marcos cuatrilobulados de Pisano, la escena bíblica del Sacrificio de Isaac. Según Vasari, los treinta y cuatro expertos en arte que juzgaron las obras estaban de acuerdo en que Filippo Brunelleschi y Lorenzo de Bartoluccio, llamado también Lorenzo Ghiberti, habían compuesto y terminado su escena con mejores y más abundantes figuras y se decidió adjudicar la obra a los dos artistas, que deberían trabajar conjuntamente. Brunelleschi no estuvo de acuerdo con la decisión, por lo que la ejecución de los relieves se concedió finalmente solo al florentino Ghiberti (1378-1455).

La composición de Ghiberti, fundida en una sola pieza (a excepción de la figura de Isaac y del brazo derecho de Abraham), es clara y diáfana. Se dispone en un orden diagonal que separa el grupo del holocausto y el formado por los dos sirvientes y el asno. El recuerdo de la Antigüedad está presente en una representación que engasta fragmentos de lo clásico en un conjunto que aún conserva resabios medievales. El espacio, a pesar del tratamiento individual de los personajes, es aún gótico. El relieve de Ghiberti persigue ante todo la belleza y muestra la grandeza espiritual del rito por influencia del espiritualismo del gótico internacional.

 

 

Los relieves de la primera puerta, aunque de modelado extraordinario y efectos de gran expresión plástica gracias a la perspectiva arquitectónica, la construcción de los cuerpos y la luz que define los volúmenes, se ajustan aún al arte de Pisano, que intenta valorar la figura frente al vacío del entorno.

Para la segunda puerta, cuyo programa iconográfico levantó encendidas polémicas entre los humanistas florentinos, modificó totalmente la estructura trecentista. El espacio se dividió en diez cuadros de perímetro rectangular y no cuatrilobulado, cinco para cada batiente, inscritos en rica y estrecha orla. La reducción de espacios hizo que dos o más episodios del programa se tuvieran que fundir en un solo cuadrado, creando en consecuencia un principio narrativo distinto al de la primera puerta. Si en ésta, la figura humana concreta el espacio, en la segunda, el paisaje y las perspectivas arquitectónicas dan fondo a las movidas escenas.

Difícilmente el arte del relieve en la segunda puerta, en la que ayudaron artistas como Donatello, Luca della Robbia o Michelozzo, ha superado tal grado de perfección. Del bajo al altorrelieve, los fondos y las figuras emergen de las superficies hasta alcanzar plena corporeidad, aunque los cuerpos henchidos de clasicismo no llegan a perder la armonía y la fragilidad de movimientos del último gótico. Del mismo modo, las arquitecturas brunelleschianas no llegan a crear un eje inmóvil en el que coinciden todas las líneas del cono visual, sino que obedecen al principio medieval del punto de vista variable que Ghiberti llama "región del ojo".

 

 

La segunda puerta alcanzó rápidamente merecida fama como una de las principales creaciones del Quattrocento. El resultado de ese encuentro de conceptos artísticos, ya que no opuestos, diferentes, es una síntesis que alcanza una perfección que hizo exclamar al propio Miguel Ángel que aquella puerta, por su belleza, debía ser la que abriera el Paraíso, de ahí su sobrenombre. De hecho, cuando en 1542 iba a ser colocada en el lado sur del baptisterio, mereció el honor de desplazar al mismo la primera realizada por Ghiberti para encararse con la gran portada de Santa Maria dei Fiori.

Hijo de un conocido orfebre florentino, Lorenzo Ghiberti fue el primer escultor que basó su arte en las fuentes del humanismo. Estudió los clásicos y fue uno de los primeros coleccionistas de arte antiguo. Aunque dedicado a la escultura, ejerció de pintor y arquitecto y, en sus últimos años, escribió un tratado de arte. Ghiberti consideraba que la escultura y la pintura no eran artes mecánicas, sino el resultado de la integración entre el razonamiento y la técnica. Para Ghiberti tanto la primera puerta del baptisterio de Florencia (1403-1424) como la segunda encargada en 1425, que concluyó en 1452, estaban entre sus creaciones más extraordinarias.

En 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, la puerta del Paraíso fue descolgada para protegerla de los bombardeos. Cinco años más tarde fue restaurada para rescatar el color original, oculto por el paso del tiempo y un barniz aplicado en el siglo XVIII. En 1966 sufrió graves daños por una inundación que arrancó de cuajo seis de sus diez paneles. Ahora vuelve a exhibirse al público tras una restauración iniciada en 1985 con el fin de recuperar el primitivo esplendor de la misma, actualmente en el Museo dell'Opera de Santa Maria dei Fiore tras colocar en 1990 una copia en el exterior, preservando así los originales de la contaminación y la humedad.

La última restauración, presentada el pasado 8 de septiembre en el Museo, ha consistido principalmente en eliminar impurezas del oro sin dañar el bronce, gracias a una novedosa técnica de láser, y sacar así a la luz la brillante capa dorada de los diez paneles broncíneos que representan escenas del Antiguo Testamento.

 

 

Fotografías de ANSA

 

FUENTES: A.A.V.V. "La escultura florentina en el primer Quattrocento", publicado en El Arte del Primer Renacimiento, Barcelona, 1998, pp. 62-69; SUREDA, Joan. "Los bronces del Paraíso. Los relieves de Brunelleschi, Ghiberti y Donatello", publicado en La Búsqueda de lo Real. El Arte en el Renacimiento. 1400-1527, volumen VII de Ars Magna, 2011, pp. 173-181.

 

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