SANTÍSIMA TRINIDAD. PARALELISMOS ENTRE GIACOMO COLOMBO Y MARAGLIANO

26/05/2024


 

 

El templo parroquial de la pequeña localidad de Popoli (Pescara), situada en la región italiana de los Abruzos, conserva un grupo escultórico procesional (165 x 130 x 100 cm) de la Santísima Trinidad (imagen superior), la misma advocación a la que está consagrada la iglesia, cuya ejecución se atribuye al escultor-imaginero por excelencia del barroco napolitano: Giacomo Colombo (Este, Padua, 1663 - Nápoles, 1730).

Resultan muy notables las semejanzas entre dicho conjunto y el homónimo que recibe culto en el oratorio de la Santísima Trinidad de otro pequeño municipio italiano: Lavagna (Génova), ubicado en la región de Liguria. Son muestras de la teatralidad escenográfica del arte barroco, con nueve figuras el de Lavagna, cada una de ellas tratadas individualmente.

El grupo de Lavagna (imagen inferior) pertenece al escultor barroco más importante del entorno genovés: Anton Maria Maragliano (Santa Margherita Ligure, Génova, 1664 - Génova, 1739), a quien fue encargado en 1733, contando en este caso la pieza, que alcanza los 285 cm de altura, con una amplia participación del taller; posiblemente íntegra en cuanto a la ejecución de la pieza, que sería realizada bajo el diseño y las instrucciones del maestro.

En ambos casos la zona superior se rige por una simetría piramidal, derivada de la iconografía trinitaria, con la trasera ocupada por un haz de rayos celestiales en cuyo centro vemos al Espíritu Santo tomando la forma de paloma. En la obra de Maragliano, Dios Padre adopta una postura hierática y frontal, mientras que Colombo lo presenta más expresivo hacia el espectador. Respecto a Dios Hijo, las dos piezas lo muestran girado hacia el lado derecho; sosteniendo el Cristo de Popoli la cruz y el de Lavagna un cetro. Las cuatro figuras masculinas se hallan sedentes, llevan unos grandilocuentes ropajes y adoptan idénticas posturas sobre el orbe terráqueo.

La zona inferior es más diferente. El taller de Maragliano dispone la escena sobre un pedestal de bulbosas nubes entre las que se disponen seis ángeles de distintos tipos, todos con la excelente interpretación volumétrica que otorga el maestro a sus figuras angélicas. Colombo, en cambio, opta por una espectacular esfera celeste, tachonada de estrellas y limitando la presencia de los ángeles a tres cabezas aladas de querubines; doradas en este caso, no policromadas.

En ambas esculturas, la iconografía del dogma trinitario se resuelve mediante tres figuras antropomorfas distintas, pero al mismo tiempo metafóricas, que remiten individualmente a los textos sagrados. Dios Padre evoca la visión profética del Anciano de Días en el libro de Daniel, y Cristo la del Hijo del Hombre, las dos superpuestas a la Paloma (Espíritu Santo).

 

 

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