MUJERES DE LA CASA

09/03/2022


 

 

Con motivo del Día Internacional de la Mujer, el Museo del Greco (Paseo del Tránsito s/n, Toledo) expone, bajo el título de Mujeres de la casa, cuatro piezas de su colección con las que dialogar a través del tiempo, las técnicas y los distintos estilos artísticos sobre la representación de la mujer.

Las piezas, que podrán contemplarse en una instalación hasta el próximo mes de junio, ponen de relieve la heterogeneidad de la colección que el fundador del Museo, el II marqués de la Vega-Inclán, reunió bajo un mismo techo. Cuatro mujeres de mirada intensa que salen de los almacenes y a nadie dejarán indiferente.

Una de las obras es Cabeza de Agripina (hacia 50 d.C.), retrato en mármol de Agripina la Menor, mujer de Claudio y madre de Nerón. Sus características la inscriben dentro del mandato de Claudio (41-54 d.C.). Por ejemplo, vemos el característico peinado de la época (hilera de rizos que bordean la frente hasta las sienes y las patillas y ondulaciones que cubren la cabeza hasta la coronilla), el labio superior sin marcar en el centro y el arco superciliar (curva de la ceja) paralelo a la línea del ojo, tres elementos que seguían la moda de Roma. Su magnífica calidad no oculta algunos rasgos provinciales como la insistencia recargada de las bandas de rizos, lo que hace suponer que estamos ante una obra realizada en Hispania, probablemente de la provincia Bética.

Algunas piezas han sido restauradas, como el Busto relicario de santa (1500-1600) en madera policromada. Representa una figura femenina de medio cuerpo vestida con túnica, manto anudado a un lado y un velo que le cubre la cabeza. Lleva el pelo recogido en forma de lazo sobre la frente según el gusto de la época.

Benigno de la Vega-Inclán, II marqués de la Vega- Inclán y fundador del Museo del Greco, intentó emular a sus pintores favoritos copiando sus obras. El cuadro Cabeza de Virgen/Retrato de dama (1881-1925) ofrece la curiosidad de estar pintado al óleo sobre cartón por ambas caras: en su anverso, el rostro mariano de la "Coronación de la Virgen" de Velázquez, con los ojos cerrados y llevando su mano derecha al pecho en una clara actitud piadosa; en su reverso, un retrato de una mujer recortada sobre fondo neutro y con un atuendo acorde con la época del marqués, vistiendo traje negro y cuello blanco y peinando moño alto. La presencia de ambas pinturas hablaría de una reutilización de materiales por parte de Vega-Inclán y de un tratamiento casi anecdótico de las mismas, como una especie de estudios de color para su propio estudio o disfrute.

Por último, Santa Bárbara (1650-1700), óleo sobre lienzo  de producción sevillana, muy probablemente del círculo de Murillo ya que posee algunos rasgos del sevillano, como son la riqueza de ropajes y joyas de la santa, que nos muestran su privilegiada condición como hija del sátrapa Dióscuro. Además, la pintura muestra un profundo conocimiento de la iconografía al representar a la santa con la torre de tres ventanas que alude a la firme creencia de ésta en el Misterio de la Santísima Trinidad y la palma que la identifica como mártir.

 

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