SANTA TERESA DE JESÚS (GRANADA). JOSÉ DE MORA

Lázaro Gila Medina (15/10/2021)


 

 

La Santa Teresa de Jesús del monasterio granadino de la Encarnación (Madres Clarisas Franciscanas) debe fecharse en el último tercio del siglo XVII. Situada sobre una repisa en el lado del evangelio de la sencilla iglesia conventual, es obra señera, brillante y singular de la escultura barroca granadina, a la que la historiografía artística no ha prestado suficiente atención.

La santa de Ávila es representada en el preciso instante en que va a recibir la inspiración divina, como si estuviese al dictado del Espíritu Santo, por lo que gira con suavidad su rostro, de rictus serio y profundo, hacia la derecha en cuyo hombro reposa la paloma con la que parece dialogar. Levanta, al mismo tiempo, ese mismo brazo y extiende su mano para anotar en el libro que lleva en la otra las sugerencias divinas recibidas, mientras el resto de su cuerpo gira levemente, ayudado por los pliegues del hábito, hacia la izquierda a donde parece encaminarse como señala su pie izquierdo que avanza.

La obra, de tamaño casi natural (mide 105 cm de altura), está muy bien estudiada y mucho mejor resuelta. El escultor no ha dejado nada al azar: su cabeza, de un bellísimo rostro de tono rosáceo, gira a la inversa que las extremidades inferiores, con una pierna flexionada y la otra soportando el peso del cuerpo, hasta encontrar el armónico equilibrio en el torso y en las extremidades superiores. Tanto el hábito, como el manto y la toca, de tonos puros y en parte de telas encoladas, no se prodigan en pliegues ni en otros drapeados que distraigan la atención del espectador.

En líneas generales, esta Santa Teresa de Jesús guarda bastantes similitudes con la que preside la capilla de su nombre de la catedral de Córdoba, obra levantada entre 1686 y 1705 gracias al mecenazgo de cardenal Salazar. Su programa escultórico cuenta con nueve santos fundadores de órdenes religiosas, que José de Mora, excepto la titular Santa Teresa, que es totalmente suya, se encargaría de materializar, para lo que contaría con la ayuda de sus hermanos Diego y Bernardo, así como la de algún colaborador como José Risueño.

Precisamente a José Risueño, tanto Gallego Burín como Sánchez-Mesa le han atribuido la Santa Teresa de Jesús del monasterio granadino de la Encarnación, interpretándola como una versión del modelo cordobés. Sin embargo, Gila Medina no piensa que sea así: la nobleza de su rostro, de una belleza casi al límite de la idealización, el porte solemne y majestuoso de la santa, la calidad técnica de la obra, la economía y sabio uso, que no abuso, del plegado de los paños, le lleva a incluirla en la producción artística de José de Mora (Baza, Granada, 1642- Granada, 1724). Además formando parte, por méritos propios, de su producción personal y no de taller o colaboradores, donde el denominador común es su excelsa calidad.

No sabemos cuál es la primera, lo que sí podemos constatar es que entre una y otra marca sutiles matices que las singulariza, siendo, quizás, los dos fundamentales, el aspecto grave, sereno y profundo cómo la santa mira al Espíritu Santo en Granada, mientras en Córdoba domina el gesto alegre, atrayente, casi hasta cómplice.

En segundo lugar, en la de la Catedral de Córdoba, la blanca capa se abre y acorta, ampliando el volumen de la imagen, mientras en Granada la abrocha al cuello, dejándola caer ajustada, aunque de forma solemne y majestuosa, a ambos lados de su cuerpo, lo que acentúa aún más su elegante porte y presencia.

 

 

Fotografías de José Carlos Madero López

 

FUENTES

GILA MEDINA, Lázaro. Quien a Dios tiene nada le falta. Granada evoca con las artes la grandeza de Teresa de Jesús (catálogo de exposición), Granada, Convento de San José (Carmelitas Descalzas), 2020, pp. 51-52.

 

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