UNA OBRA DE PEDRO LABORIA EN EL MUSEO DEL LOUVRE DE PARÍS

19/09/2017


 

 

A propósito del Año Francia-Colombia 2017, desde hoy martes 19 de septiembre se exhiben en el Museo del Louvre de París -el museo más visitado del mundo- dos piezas emblemáticas del arte neogranadino del siglo XVIII: la escultura de Santa Bárbara tallada por Pedro Laboria -perteneciente a la colección del Palacio Arzobispal de Bogotá, una obra de más de dos metros de altura que se halla profundamente influenciada por la escuela barroca de Sevilla y un referente ineludible del arte colombiano hasta nuestros días- y la popular "Lechuga", la custodia colonial de oro que está adornada por más de 1.485 esmeraldas y otras piedras preciosas, una de las obras emblemáticas del patrimonio colombiano, un ejemplo de cómo se manifestó el Barroco en América y particularmente en lo que entonces fue la Nueva Granada, una tierra de orfebres.

Los comisarios del evento son Jannic Durand, Director del Departamento de Objetos de Arte del Museo del Louvre, y Sophie Jugie, Directora del Departamento de Escultura de la referida entidad. Las obras estarán expuestas hasta el 15 de enero del próximo año 2018. Ambas se exhibirán en el Gran Salón Murillo de pinturas españolas del Louvre, un espacio propicio para generar diálogos entre las obras; por ejemplo, cómo se propagó el arte europeo en las colonias y de qué manera la tradición artesanal y de orfebrería indígena enriqueció el estilo barroco español, haciendo de estas piezas testigos excepcionales de esas mezclas.

 

 
 
Firmada en su parte trasera, esta efigie de San Joaquín con la Virgen Niña (siglo XVIII) del Museo Colonial de Bogotá, labrada en madera tallada y policromada, se sitúa también como una de las pocas esculturas autografiadas por el imaginero de origen andaluz Pedro Laboria. El conjunto escultórico, casi de tamaño natural, se destaca por su riqueza técnica, evidente en el estofado de los trajes y el natural movimiento de las dos figuras.

 

La escultura de Santa Bárbara, firmada en su pedestal por el imaginero de origen español Pedro Laboria (1740), pertenece actualmente a la Colección del Palacio Arzobispal de Bogotá y es la primera vez que sale de Colombia. Fue encargada a solicitud de la Cofradía de Santa Bárbara, fundada alrededor de 1615, a través del sacerdote Francisco Dávila, que fue quien contrató personalmente con Laboria la hermosa hechura.

Cumbre del arte colonial de Nueva Granada por la voluptuosidad de sus formas, la elegancia de su postura y su delicada ejecución, esta obra de Laboria cobra una importancia excepcional, ya que su influencia, en ausencia de la estatuaria griega, fue enorme entre los artistas neogranadinos, que aprendieron con ella una lección de virtuosismo. Incluso hoy su fuerte corporeidad, su grandeza formal y la resistencia que muestra frente al tormento siguen siendo una fuente latente de inspiración para los artistas contemporáneos.

Pedro Laboria fue el mejor escultor de Nueva Granada. Nacido en 1700, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), Laboria llegó muy joven a Santafé de Bogotá, en compañía de Cristóbal de Vergara, y fue contratado por la Compañía de Jesús. Sus composiciones son muy complicadas y sus amaneradas figuras muestran evidentes influencias del arte barroco europeo. Laboria murió probablemente en Bogotá, en fecha indeterminada.

Objeto de ferviente devoción, esta Santa Bárbara es una imagen de retablo a tamaño mayor del natural (mide 238 x 66 x 69 cm). Se halla representada en una postura de elevación espiritual durante el momento de su martirio. La figura del verdugo fue excluida del grupo esculpido por Laboria y solo queda como testimonio de su presencia la hoja de la espada rebanando el seno sangrante. La santa está vestida con los colores de la corona española, que tenía por objeto destacar y reforzar la nobleza de la figura. 

Pese a sus influencias sevillanas, esta efigie de Santa Bárbara es un excelente ejemplo de que el arte colonial producido en el virreinato de la antigua Nueva Granada no fue una simple copia de la producción artística del barroco español, o de la Contrarreforma, sino una reapropiación y la expresión de numerosas mezclas plásticas. Los artistas aborígenes de los siglos XVII y XVIII crearon con sus propias manos obras de gran maestría.

 

 

Respecto a la "Lechuga", este tesoro del arte barroco realizado en la entonces Nueva Granada, fue obra del orfebre José de Galaz. Le tomó siete años terminarla con la ayuda de dos asistentes (1700-1707). El autor empleó casi cinco kilos de oro. Lleva engarzadas 1.485 esmeraldas de un verde intenso al que debe su apodo, así como 1 zafiro, 13 rubíes, 28 diamantes, 62 perlas barrocas y 168 amatistas. El sol que cobija la hostia no se apoya en un elemento arquitectónico, sino en un ángel que es en sí mismo un notable ejemplo de escultura.

No solo está considerada una de las joyas religiosas más ricas y hermosas de Latinoamérica, sino el mejor testimonio de lo que sucedió con el Barroco en tierra de orfebres, y de cómo este estilo artístico encontró nuevas dimensiones en un territorio en el que abundaban el oro y las esmeraldas, y en el que estaba aún viva la cultura indígena de los más destacados orfebres del continente.

Durante los siglos XVII y XVIII la orfebrería producida en América alcanzó un alto nivel de elaboración. La mayoría de piezas que se elaboraron durante este periodo tenían un fin religioso y gracias a la riqueza del territorio fue posible la producción de numerosos objetos que fueron trabajados para decorar altares de iglesias que, hasta hoy, sorprenden por su belleza.

Dentro de la cantidad de piezas litúrgicas realizadas en oro y plata durante el periodo colonial, sobresalen las custodias, cuya función era presentar la hostia consagrada a los fieles, haciendo parte del ritual litúrgico y siendo exhibidas en procesión durante la fiesta del Corpus Christi. En América se prefirió elaborarlas en forma circular y con rayos ondulantes, dotándolas de un carácter simbólico en relación al sol.

El Banco de la República compró esta custodia a los Jesuitas, quienes la encargaron a Galaz para su templo de San Ignacio en Santa Fe de Bogotá, y hoy forma parte de su Colección de Arte, que puede visitarse libre y gratuitamente en el Museo de Arte Miguel Urrutia en Bogotá y que, junto a la colección del Museo del Oro, cuentan la historia de 3.500 años de arte en Colombia.

 

 

Fotografías del Banco de la República, Archidiócesis de Bogotá y Museo Colonial de Bogotá

 

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