LA CABEZA CORTADA DE SAN PABLO

25/10/2012


 

 

 

La Cabeza Cortada de San Pablo, del Museo Nacional Colegio San Gregorio de Valladolid, es un magnífico ejemplar de la escultura española del siglo XVIII y la que durante años constituyó el testimonio de la existencia de un escultor llamado Juan Alonso de Villabrille y Ron, quien lo firmó y fechó en el año 1707.

Dentro de la tradición española que ha cultivado un tipo de imágenes de gran fuerza emotiva, estas cabezas cortadas testimonian la tendencia contrarreformista de provocar un fuerte impacto basado tanto en el heroico sentimiento del martirio como en el horror que produce el efecto mismo de la decapitación.

Tanto Villabrille como los escultores y pintores que trataron el tema no eluden el brutal choque que produce su contemplación, avivada por el macabro deleite con que el artista talla todos los pormenores anatómicos, bárbaramente seccionados, los cuales no se ocultan a los ojos del contemplador, sino que se ofrecen, pese a su repugnante realismo, como objeto de veneración, inclinando la cabeza de estos santos y haciéndola descansar sobre atriles, conchas o bandejas de plata en las que reposa el convulso rostro del mártir.

Todos estos mecanismos son sabiamente aprovechados por Villabrille para acentuar el sentimiento piadoso que debía provocar su obra (policromía, mirada perdida, boca entreabierta, dientes tallados, ojos de cristal), realzando cada detalle por medio de la depurada técnica con que este voluminoso rostro está ejecutado y cuya expresión recuerda a Martín González el patético gesto del Laocoonte.

 

 

La elección de las cabezas en su condición de trágico despojo de la consumación del sacrificio, impone la concentración de los recursos expresivos en el explícito corte sangrante del cuello y, fundamentalmente, en el rostro, crispado aún por la agonía o asolado ya por la muerte.

Las cabezas cortadas de San Pablo y de San Juan Bautista gozaron de notable difusión, aisladamente o formando pareja. Los simulacros más antiguos, finalizada la Edad Media, corresponden a los del Bautista sobre una bandeja, usados como emblemas por las cofradías que asistían a los condenados a muerte; a imitación suya se elaborarían con posterioridad los de San Pablo sobre un suelo pedregoso en el que manan tres fuentes que, según la tradición, brotaron en los lugares donde golpeó al caer la cabeza del santo. La iconografía de su ejecución empareja a estas dos figuras fundamentales del cristianismo: el Precursor, último profeta y primero de los mártires de la fe de Cristo, y el Apóstol de los Gentiles que universalizaría el mensaje evangélico.

En el año 1760 Felipe de Espinabete tomó como modelo la cabeza de Villabrille (que estaba en el convento vallisoletano de dominicos) con el fin de realizar una copia (imagen inferior) para otro cenobio de Valladolid: el monasterio jerónimo del Prado. En la medida de sus más limitados recursos técnicos, debilitada la fuerza expresiva y con detalles propios de su estilo, Espinabete incluyó cristales coloreados en el suelo pedregoso que sirve de base y labró un cabello pormenorizado, en finas líneas sobre los gruesos mechones. Quizá por la dependencia del modelo, Espinabete no alcanza en las representaciones de la Cabeza Cortada de San Pablo el grado de calidad y acento personal que manifiesta en algunas de San Juan Bautista.

Es la más antigua de las ocho cabezas cortadas (del Bautista y de San Pablo) que se conocen de Espinabete, firmadas por este autor en Valladolid aunque con diferentes destinos. Si a ellas se suman las atribuciones, tenemos una larga serie que, por su carácter repetitivo, supone una pervivencia de la estética barroca más tradicional en la últimas décadas del siglo XVIII; pervivencia que convivió en la producción de Espinabete con otras obras de lenguaje formal más amable, dinámico y decorativo, en concordancia con el gusto rococó.

 

 

FUENTES: BELDA NAVARRO, Cristóbal. Los Siglos del Barroco, Madrid, 1997, pp. 172-173; FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Rosario. "Cabeza de San Pablo", publicado en Museo Nacional de Escultura III: La Realidad Barroca, Valladolid, 2005. pp. 48-49; FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Rosario. "Cabeza de San Pablo", publicado en Obras del Museo Nacional de Escultura, Valladolid, 1997, pp. 72-73; MADOZ, Pascual. Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar, Madrid, 1981. p. 211; MARTÍ Y MONSÓ, José. Estudios Histórico-Artísticos Relativos Principalmente a Valladolid, Valladolid, 1992, p. 643; MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. "Cabezas de Santos Degollados en la Escultura Barroca Española", publicado en Goya, nº 16, Madrid, 1957, p. 213; MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. Escultura Barroca Castellana, Madrid, 1959. p. 350; THIEME-BECKER, Felix. Allgemeines Lexicon der Bildenden Künste von der Antike bis zu Gegenwart, Leipzig, 1915, p. 36; URREA FERNÁNDEZ, Jesús. "Los Bienes Artísticos del Monasterio. El Prado Disperso", publicado en El Monasterio de Nuestra Señora de Prado, Salamanca, 1995, p. 268; WATTENBERG, Federico. Museo Nacional de Escultura de Valladolid, Madrid, 1963. p. 272.

 

Fotografías de Patriciawla (Villabrille) y Diputación de Valladolid (Espinabete)

 

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