LA ICONOGRAFÍA DEL NIÑO DE LA ESPINA EN LA OBRA DE FRANCISCO ROMERO ZAFRA

09/07/2023


 

 

El Spinario de bronce helenístico, actualmente en los Museos Capitolinos de Roma, fue una figura muy popular entre los autores latinos medievales, y exponente de una cierta fascinación, a pesar de la continua condena de ese "ídolo" que dejaba ver su órgano sexual a través de un gesto cotidiano y aparentemente inocente. La popularidad de la estatua helenística, que fue repetida en el arte de toda Europa, es lo que explica, para algunos autores, que nunca fuera destruida, conservada quizá como muestra ejemplar de ídolo pagano.

Helenístico, en sentido estricto, es el período comprendido entre fines del siglo IV a.C. y el siglo I d.C., durante el cual, según opiniones muy aceptadas, reinó un acentuado realismo. Esculturas de la época como el Spinario nos muestran el afán de representar situaciones al margen de lo grave: escenas de la vida cotidiana, con todo su sabor, comicidad y espontaneidad. Hechos que, entre otros, son precisamente los determinantes de que la época helenística se encuentre muy próxima a nosotros.

Esta imagen del Spinario, según Núñez Fuster, es una representación cotidiana de temas de exaltación atlética tan apreciados en el arte helenístico. Aquí el joven que, después de la carrera, se sienta para arrancarse una espina, si bien el atleta fue sustituido por un adolescente de formas poco corpulentas.

La iconografía cristiana del Niño Jesús adolescente o infante conocida como Niño de la Espina hunde sus raíces en formas y actitudes helenísticas, siendo su más evidente antecedente el célebre Spinario. Dicha influencia tiene su origen en el coleccionismo de esculturas clásicas que se puso de moda en el Renacimiento. Si bien en España el interés coleccionista no tuvo la misma fuerza que en Italia o Francia -achacable no solo a una menor disponibilidad de piezas, sino también a razones ideológicas y artísticas que decantaban el gusto hacia los temas religiosos-, hubo ejemplos relevantes como las colecciones de Juan de Ribera, Diego Hurtado de Mendoza, Per Afán de Ribera, Luis de Ávila, Pedro de Toledo o Argote de Molina, además de las colecciones reales de Felipe IV, quien llegó a enviar a Diego Velázquez a Italia para comprar estatuas antiguas, emulando así a monarcas contemporáneos como Carlos I de Inglaterra o Luis XIII de Francia.

 

 

Hay que resaltar que la iconografía del Niño de la Espina parece que tiene un origen sevillano, puesto que se considera que el primero que la plasmó fue Zurbarán hacia 1644-1645, en sus tres pinturas de la Casa de Nazaret y en sus dos versiones simplificadas del Museo de Bellas Artes de Sevilla, en las que solo aparece Jesús.

Este tema en el cristianismo es un episodio premonitorio de la Pasión de Jesús. La sangre que aparece en el dedo del Niño que se acaba de pinchar vendría a ser una premonición de la pasión del propio Cristo. Este tipo de figuras, como recuerda Gómez Piñol, se relacionan con relieves del mundo antiguo, después asociado durante el Renacimiento con diversas variantes iconográficas relacionadas con el "memento mori" o reflexión sobre la transitoriedad de las cosas mundanas y el ineluctable encuentro con la muerte.

Se trata por tanto de una variante del Niño de Pasión cuya vigencia perdura en la escultura contemporánea. Un bello ejemplar fue realizado por el reconocido imaginero cordobés Francisco Romero Zafra en 1998, bajo la advocación de Jesús del Mayor Dolor, para el fraile capuchino Ricardo del Olmo, más conocido como fray Ricardo de Córdoba, recientemente fallecido. La obra fue puesta a la venta por los familiares del sacerdote, también diseñador de pasos y enseres cofrades, y acaba de ser adquirida por otro particular cordobés.

Para Romero Zafra, la imaginería es la expresión física de un sentimiento, que en este caso es el dolor, tanto del niño humano que llora por la herida, como del niño divino que presiente el terrible sufrimiento que le aguarda en la edad adulta. Con plena libertad de cara a su ejecución, el artista, sin copiar a los clásicos aunque teniéndolos muy presentes, ni tampoco a sí mismo, lo que es aún más difícil, llevó a cabo con su Niño de la Espina uno de sus mejores simulacros infantiles, pleno de interés artístico y de carga emotiva y escénica.

No es, sin embargo, una de las obras más conocidas de su trayectoria. Durante mucho tiempo, además, su excelente anatomía pueril quedaba oculta bajo un hábito capuchino por la condición religiosa de fray Ricardo de Córdoba. La cruz que sujeta y el hecho de quedar la espina clavada en la palma de su mano, eleva la carga simbólica de la crucifixión. Ahora suele llevar también una corona de espinas metálica, lo que resulta un tanto contradictorio con la herida sangrante que ha sido provocada por una de las espinas de su corona de Pasión.

 

 

FUENTES

PORRES BENAVIDES, Jesús. "Influencias de tipos iconográficos paganos en obras plásticas andaluzas de la Edad Moderna", en Eikón/Imago, vol. 9, n º 1, Ediciones de la Universidad Complutense de Madrid, 2020.

PÉREZ LÓPEZ, Nerea. "La iconografía del Buen Pastor Niño y su vinculación con la pintura barroca sevillana", en Laboratorio de Arte, n º 29, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2017.

MONTEIRA ARIAS, Inés. "El enemigo imaginado. La escultura románica hispana y la lucha contra el Islam", en Memoria y civilización. Anuario de historia, n º 16, Ediciones de la Universidad de Navarra, 2013.

NOGUERA CELDRÁN, José Miguel. "Modelos helenísticos en el barroco dieciochesco", en Locvs Amœnus n º 3, Servicio de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Barcelona, 1997.

JASINOWSKI, Bogumil. "Esencia de la creación artística en la época helenística", vol. 5, n º 2, Revista de Filosofía, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Chile, 1958.

SCHLATTER NAVARRO, Ángel Luis. "Francisco Romero Zafra. Algunas cuestiones sobre su imaginería", en Escuela de Imaginería, n º 42, año XI, tercer trimestre de 2004, Córdoba, CajaSur.

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com