LA VIRGEN DE LA CANDELARIA DE TIJARAFE (ISLA DE LA PALMA-CANARIAS)

Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero (02/02/2009)


 

 

Como titular del hermoso templo homónimo, presidía su altar mayor dentro de un tabernáculo de madera en 1567. El mayordomo de la ermita, Gaspar Álvarez, declara al año siguiente haber invertido 1000 maravedíes en el aderezo de la talla y 2688 en un manto de tafetán azul. A través de los sucesivos inventarios (1571,1589) tanto los lujosos trajes como las prendas irán incrementándose. La profesora Negrín nos informa de que "una vez asentado el nuevo retablo mayor en el primer tercio del siglo XVII, pasó a ocupar el nicho principal del mismo, donde la hallaría colocada el visitador Don Juan Pinto de Guisla en 1678 y donde ha permanecido hasta nuestros días".

La Virgen -magnífica talla flamenca del siglo XVI- presenta una larga cabellera extendida en compactos mechones y adornada con un pequeño tocado y una cinta sobre la frente. El hábito que la cubre tiene escote redondo y está ajustado por la cintura. Los ampulosos ropajes ocultan un estilizado cuerpo que se desploma sobre una pierna. Los suaves pliegues de las telas, de crestas redondeadas y el tratamiento de los paños "se advierte en otras obras de la escuela brabanzona datadas a principios del siglo XVI". Ladea levemente su cabeza hacia la del Niño, en maternal postura, mientras que en su mano izquierda sostiene la "candela" de plata o larga vela, símbolo de su advocación. El Divino Infante porta en sus manos una pera, fruta alusiva a la Encarnación, y un pájaro, "símbolo del alma del pecador refugiándose en Cristo" (Salmo 123, 7). 

El Visitador José Tovar, en el año 1705, observó que su estado no debió de ser entonces el apropiado, pues dispuso que la talla flamenca fuese trasladada cuidadosamente a la capital palmera "con el fin de someterla nuevamente a las operaciones de dorado y estofado".

Según la tradición, la venerada imagen había llegado a la isla en el siglo XVI con destino al vecino pueblo de Puntagorda. Allí estuvo escondida en una cueva del barranco de Pino Araujo para protegerla del asedio de los piratas. Una vez libre del peligro, trataron de trasladarla a su destino, pero pesaba tanto que fue imposible. Se interpretó que la Virgen quería quedarse en la villa de Tijarafe. Allí mismo brotó una fuente y desde entonces la llamada "Cueva de la Virgen" fue lugar de peregrinación por numerosos romeros.

Además de los actos litúrgicos de su onomástica, 2 de febrero, en el que tiene lugar la procesión de las candelas, la Fiesta Mayor de la Virgen se celebra en septiembre. El día 8, después de la Misa cantada por la magnífica masa coral del pueblo, es trasladada procesionalmente por las calles de Tijarafe, profusamente adornadas, entre fuegos de artificio y acompañamiento de multitud de fieles. Sus andas de baldaquino, magníficamente decoradas, portan delicadamente al bien más querido de este municipio palmero, efigie a la que ofrecen numerosos actos en la celebración de la "Natividad de la Virgen". A su entrada tiene lugar la famosa Loa en su honor.

 

 

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