DOS TALLAS DE SANTA MARÍA MAGDALENA
EN SANTA CRUZ DE LA PALMA

Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero (19/07/2009)


 

 

 

Parroquia de San Francisco de Asís

Magdalena es un gentilicio de la ciudad  de Magdala, en Galilea. Este nombre procede de migdal , torre, aplicado a María, la famosa pecadora arrepentida de Jesús. Hoy es sinónimo de mujer arrepentida o mujer llorosa.

Fernández García, en su carta abierta titulada «Puntualización al primer catálogo de las obras de Fernando Estévez», dirigida a Pedro Tarquis -colaborador del rotativo tinerfeño La Tarde-, realiza una completa descripción de la bella talla que se encuentra en la Parroquia de San Francisco de Asís de la capital de la isla canaria de La Palma. El investigador señala que esta María Magdalena del escultor Fernando Estévez del Sacramento, que aparece de rodillas al pie del Cristo Crucificado, es una  imagen «de un cuidado modelado. El artífice logró imprimirle la más viva expresión de dolor, aunque sereno, en su bello rostro, y prestó el debido esmero al peinar con su magistral gubia su ondulada cabellera». De esta sublime forma, responde al mencionado Tarquis, quien dijo, con una alta dosis de ironía, que el artista la había esculpido en un momento de una «baja inspiración»; es decir, una clara descalificación para la magnífica talla, apreciación desafortunada y «desacertada» según Fernández.

Siguiendo con esta epístola dedicada al erudito Tarquis, Fernández explica que en el documento presentado por el primero -concretamente en el apartado trece, en el que hace referencia a esta Magdalena-, se recoge también la respuesta del palmero a la apreciación que sobre ella hizo el clérigo, poeta e historiador tinerfeño Sebastián Padrón Acosta, «La filiación se tomó del trabajo de Don Sebastián Padrón. Éste la califica como de la época de menor inspiración del artista». La lógica respuesta del historiador palmero Alberto José Fernández García ante este escarnio, no se hace esperar: «Sinceramente, en lo que a La Palma respecta, no hemos tenido suerte al ser tratado nuestro patrimonio artístico por diferentes historiadores canarios, aunque nada más lejos de la verdad es que por nuestra parte pensemos haya habido propósito adverso en los trabajos y comentarios, sino simplemente conclusiones erróneas, entendiendo que con frecuencia, es fruto de una mala información».

Se trató  de una magistral y exquisita lección de diplomacia. A esta obra neoclásica del siglo XIX, próxima al estilo de José Luján Pérez, tanto en su gesto como en su expresión, se la presenta con los ricos vestidos de época, de gran ostentación, posiblemente para delatar su primera vida pecadora, si bien, después de haber ungido los pies de Cristo en casa de Simón «El leproso», dedicó el resto de sus días a la vida penitente.

 

 

 

A los pies y a la derecha de la cruz, en el fabuloso paso procesional de El Calvario, que desfila la mañana del Viernes Santo, se encuentra la escultura de la Magdalena del genial artista orotavense,  a la que el autor logró darle la «más viva expresión de arrepentimiento». La familia García de Aguiar regaló a la imagen un magnífico traje de terciopelo bordado en oro, y las cuelgas del trono confeccionadas del mismo material. Con anterioridad, el mayordomo Vicente García de Aguiar y Carballo, regidor del ayuntamiento, se había hecho cargo de los gastos de la procesión, tradición que fue seguida por su hijo, el coronel de Armas Francisco Javier García de Aguiar y Pérez (1797-1883), caballero de la Orden de Carlos III. Éste fue el encargado de renovar las tallas ante el deterioro que mostraban las antiguas de San Juan Evangelista y Santa María Magdalena. La procesión aún hace una parada -ya tradicional- ante la casa del señor García de Aguiar, en O'Daly, 25.

Recordando a Lope de Vega, en sus versos titulados A la Santísima Madalena, «Buscaba Madalena pecadora / un hombre, y Dios halló sus pies, y en ellos / perdón, que más la fe que los cabellos / ata sus pies, sus ojos enamora». Como expresó Acosta Felipe, «la Santa se ensimisma en el misterio del dolor y mira los pies que un día obsequiara de otra forma (la tradición siempre ha hecho coincidir a esta mujer con la perdonada por su amor), así como reflexiona sobre el misterio de la crucifixión». También el periodista Luis Ortega Abraham alabó la pieza: «La Magdalena, a los pies de la cruz, escultura de extraordinaria belleza, con el lirismo del mejor Estévez». Palabras del admirado restaurador de esta ciudad,  Domingo Cabrera: «Qué triste la mañana del Viernes Santo, cuando tras el dintel de la Parroquia de San Francisco, se oculta la carita apenada, de juvenil hermosura, de María Magdalena».

 

 

 

Colegio de Santo Domingo de Guzmán (La Palmita)

La pequeña pieza, de tan sólo 25 cm de altura, es una talla policromada de vestir de arte neoclásico, salida de la gubia del prestigioso escultor e imaginero palmero Aurelio Carmona López (1826-1901), el escultor más sobresaliente de los que florecieron en La Palma en la segunda mitad del siglo XIX.

Carmona López se convirtió en una de las personalidades más prolíficas y aventajadas del panorama insular durante el llamado “Siglo de Oro” de la Isla de La Palma. Era escultor, fotógrafo y pintor, y fue una figura clave dentro del desarrollo de La Palma en el siglo XIX, así como promotor y baluarte de un sentir meramente palmero.

Se dice que ha sido el “último gran imaginero que La Palma ha tenido”, y fue autor de varias esculturas, la mayoría de las cuales se encuentran en La Palma, aunque también existen muestras de su arte en la Isla de Tenerife y en América. Se consideraba un personaje “esencia del carácter propio del sentir de La Palma: humilde a la par que arrogante, intimista a la vez que abierto a nuevas tendencias, y sensible a todo lo que le rodea”. Así, reflejaba sus sentimientos en las obras que esculpía con sumo cuidado y sin prisas, caso de esta estatuilla de Santa María Magdalena, combinando fe y fervor con unas excelentes condiciones técnicas.

Junto a unas 250 piezas de arte sacro, fechadas entre los siglos XVI y XX, tomó parte en los meses de abril  y mayo del año 1992 en la exposición titulada Misterios de Muerte y Resurrección, celebrada en el Real Santuario de Nuestra Señora de las Nieves, Patrona de la Isla de La Palma.

 

 

 

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