LA RESTAURACIÓN DEL CRISTO DEL CALVARIO (SEVILLA)

19/08/2006


 

 

La reciente restauración del Cristo de la Sed por parte del escultor e imaginero Ventura Gómez Rodríguez, único discípulo oficialmente reconocido por el autor de la efigie, Luis Álvarez Duarte, nos ha traído a la memoria otra intervención, de mayor envergadura, llevada a cabo en los años 80 por José Rodríguez Rivero-Carrera a otro emblemático Crucificado sevillano: el Cristo del Calvario.

Labrada en el año 1612 por el artista jiennense Francisco de Ocampo y Felguera, la imagen padecía un extremo problema de estabilidad cuando fue restaurada, de ahí que fuera sometida a una serie de radiografías como la que ilustra este escrito, publicada por el diario ABC, que evidenciaron una consolidación inestable y una preocupante carencia, la de la espiga que debía unir el brazo izquierdo al tronco. Además, eran perceptibles una infinidad de clavos introducidos a lo largo del tiempo, los cuales dañaban la madera por el lógico proceso de oxidación y el consiguiente efecto de cuña.

Las radiografías mostraron también un sinfín de chapuzas que llegaban incluso al uso de grapas para fijar la corona de espinas. Pese a todo, el daño más grave no era demasiado visible, porque la cruz tapaba un enjambre de varias grietas de varios milímetros de abertura que eran perceptibles en la espalda, sudario y alrededor del lugar donde penetraba el tornillo que sujeta el Cristo al madero. La imagen carecía, por tanto, de una debida sujeción y además tenía un brazo prácticamente suelto.

Rivero-Carrera, una vez que recibió la talla el 14 de noviembre de 1987, procedió a reparar la tapa de la espalda, totalmente desvencijada y abierta, con trozos de madera de cedro similar a la original, llaves de caoba y cola de milano; reforzó las piezas de la cabeza con madera de cedro; colocó nuevas espigas en ambos brazos y un tensor metálico interior que se une a la altura del esternón con dos barras de acero inoxidable embutidas en las espigas; estableció un nuevo sistema metálico de sujeción del Cristo a la cruz, e introdujo fundas de acero inoxidable en los orificios de manos y pies para evitar un contacto directo con los clavos.

Así mismo, el restaurador eliminó los elementos metálicos internos y los sustituyó por espigas de madera, reconstruyó las faltas existentes en la corona de espinas, cabello y sudario con madera de ciprés, y limpió la policromía actual, fechada unos cien años después de la ejecución de la escultura.

 

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