EL PAPAMOSCAS DE LA CATEDRAL DE BURGOS

03/02/2021


 

 
 
Foto: Daaot

 

En el mes en que los cristianos comienzan el tiempo litúrgico de la Cuaresma, la Diócesis de Burgos ha elegido como Pieza del Mes de Febrero la popular imagen del Papamoscas de la catedral burgalesa, una obra que nos recuerda que "el tiempo es tan largo como la gracia de Dios".

El Papamoscas se halla situado al principio de la nave central de la Catedral de Burgos, a unos 15 metros del suelo. Remata el arco ojival de una ventana abierta sobre el bello triforio gótico. Se trata de una figura humana de medio cuerpo que parece surgir de la esfera del reloj.

En la antigüedad sólo se conocieron los relojes de sol y los de arena y agua, este último llamado clepsidra. El reloj mecánico se inventó en Europa en la Baja Edad Media. En Cataluña se mencionan ya relojes con ruedas y contrapesos en los siglos XIV y XV. Desde allí seguramente entraron en Castilla.

Con toda probabilidad, el Papamoscas estuviera en la Catedral de Burgos entrado el siglo XVI. Según los documentos, en 1567 el Cabildo Catedralicio mostró su satisfacción a maese Pedro Relojero por la fabricación de un autómata que pagó por 1.325 maravedíes.

Sin embargo, no fue este el primer reloj que tuvo la catedral. Las crónicas hablan ya de uno en 1384, realizado por el abad de San Millán y que costó 4.500 maravedíes pagados entre el Cabildo y la ciudad. Desde entonces, aquel reloj, instalado en el exterior de la torre norte de la catedral, tal como reflejan varios grabados, marcó la hora oficial de Burgos. Casi un siglo después, en 1462, en varios documentos se amonesta al campanero de la Catedral porque aquel reloj "non andaba cierto". Así que, desde entonces, la Catedral de Burgos contó con un relojero oficial, liberando del trabajo de dar cuerda a su mecanismo al campanero.

En el siglo XVI, y siguiendo la moda de otras grandes catedrales europeas, el Cabildo optó por construir uno con movimiento escénico. Parece que el proyecto de un monje golpeando al toque de campana a un muchacho no agradó y el Papamoscas se convirtió en la opción elegida, siendo remodelado en 1743 y recientemente con las obras de rehabilitación integral de la Catedral, cuando el trabajo de los contrapesos fue sustituido por una instalación eléctrica, aun manteniendo su maquinaria original. 

El rostro del Papamoscas, casi tan famoso como el templo que lo alberga, es bastante grotesco, con un tocado peculiar y rasgos de demonio. Va vestido con una llamativa casaca de tonos rojizos, con amplio cuello y ceñida por un cinturón verde. En su mano derecha sostiene una partitura musical. Con esta misma mano empuña la cadena del badajo de una campana. Cada hora hace sonar esa campana tantas veces como corresponda a la cifra de las horas. Simultáneamente, el Papamosca abre y cierra la boca.

El reloj también es original por su péndulo, con incrustaciones de ágata, y por su esfera de lava esmaltada para resistir el paso del tiempo, ese tiempo que el Papamoscas va contando. Los números del reloj son romanos y están pintados en azul. Curiosamente, las manecillas que marcan las horas y los minutos en los relojes, en este también, suelen terminar en una flecha, quizás con la intención de que cada vez que miremos la hora recordemos que la "flecha" nos está apuntando y que "tempus fugit".

El autómata Papamoscas toma el nombre del pájaro papamoscas cerrojillo. Este pájaro mantiene la boca abierta esperando que las moscas entren en ella.

Junto al Papamoscas, en un balconcillo, está su fiel ayudante, el "Martinillo", figura de cuerpo entero, de más reducido tamaño que su jefe, rodeado por dos campanas. Provisto de un martillo en cada mano, nos señala los cuartos de hora con uno, dos, tres o cuatro golpes de campana, según corresponda. Durante los siglos XVII y XVIII, el Papamoscas y "Martinillo" fueron restaurados en varias ocasiones.

Muchos escritores quedaron cautivados por el Papamoscas. Benito Pérez Galdós, por ejemplo, expresa así sus impresiones: "No me avergüenzo de decir que jamás, en mis frecuentes visitas, perdí el encanto inocente de ver funcionar el infantil artificio del Papamoscas."

Especial mención merece la relación del escritor francés Victor Hugo con este reloj. Con apenas diez años visitó la Catedral de Burgos. En palabras de su madre, quedó fascinado por su belleza. Años más tarde repitió esta visita, haciendo dos descubrimientos: el Cid y el Papamoscas. Es posible que este campanero de una sobresaliente catedral gótica española hubiera inspirado al escritor francés Víctor Hugo para crear a Quasimodo, también campanero y personaje principal de su obra "Notre Dame de París".  

 

 
 
Foto: Graeme Churchard

 

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