L'APPEL

Laura Ramón Brogeras (11/04/2013)


 

 

Paul Delvaux (Antheit, Lieja, Bélgica, 1897 - Veurne, Bélgica, 1994) es uno de los maestros de la pintura belga, asociado a la corriente surrealista aunque con una imaginería muy particular que yuxtapone elementos arquitectónicos clásicos, paisajes urbanos asociados a la idea de viaje (como las estaciones ferroviarias), figuras hieráticas, generalmente femeninas, vestidas o desnudas, y esqueletos contradictoriamente vivientes. Todos estos elementos conformarán un repertorio visual muy complejo y recurrente a lo largo de su trayectoria.

La temprana pasión de Delvaux por el dibujo pervivirá para siempre en sus composiciones, en las que las líneas de perspectiva, como en la pintura del primer Renacimiento que él tanto admiraba, construyen escenarios geométricos de apariencia transitable. Lugares remotos y paisajes desolados que recuerdan la admiración de Delvaux por los espacios metafísicos de Giorgio de Chirico (Vólos, Grecia, 1888 - Roma, 1978). También en la pintura de Delvaux, como en la del italiano, se advierte la ausencia de tiempo, el instante detenido, que hace imposible el diálogo entre los personajes y que causa una honda sensación de extrañeza, de presenciar una estudiada puesta en escena y un complejo relato pertenecientes a otro lugar y a otro tiempo.

La obra que nos ocupa, titulada L’Appel y fechada en 1944, procede de la Colección Telefónica, propietaria de otra destacada obra -La Belle Société (1965-1966)- del otro gran pintor surrealista belga de los años 30 y 40, René Magritte (Lessines, Hainaut, Bélgica, 1898 - Bruselas, 1967), nacido apenas un año después que Delvaux. Ambos se conocieron en 1935 y mantuvieron un largo y fructífero intercambio de experiencias artísticas. El Museo de Bellas Artes de Bilbao conserva una obra de madurez -Vierge et Mondaine (1933)- de otro maestro belga, James Ensor, nacido dos décadas antes y que sirvió como hilo conductor de la tradición pictórica flamenca en el gusto por el contenido grotesco y por la ejecución minuciosa y la riqueza cromática.

Delvaux pinta L'Appel cuando era ya ampliamente reconocido. Había expuesto junto a Magritte, viajado a Italia en dos ocasiones, participado en la Exposición Internacional del Surrealismo con sedes en París y México y realizado su primera retrospectiva en el Palais des Beaux-Arts de Bruselas. Tenía 47 años y le quedaban aún medio siglo de oficio y premios a su trayectoria como pintor, que incluyó bienales, exposiciones retrospectivas, condecoraciones y homenajes. Delvaux, como hemos apuntado, fue uno de los más afamados pintores belgas, unido al surrealismo y, al mismo tiempo, uno de sus seguidores más indefinibles y personales.

En sus primeras obras recoge influencias del paisajismo francés, sobre todo de la Escuela de Barbizon y de Courbet, y del simbolismo y expresionismo de Ensor y Permeke. Entre 1920 y 1924 estudia arquitectura y pintura en la Academia de Bellas Artes de Bruselas, y es a partir de los años 30 cuando va desarrollando su estilo personal, traído de aquellas experiencias que viviera en su infancia y juventud. Le sirvieron de inspiración, entre otras, los libros ilustrados de Julio Verne, las clases escolares de griego y latín, que le acercaron al mundo clásico, y las visitas a la Feria de Bruselas, donde quedó impresionado por las curiosidades médicas del Museo Spitzner. Todas ellas sugerencias fundamentales que nutrirán su inconfundible mundo de representación.

La composición de L'Appel, un óleo sobre lienzo cuyas medidas son 156 x 160 cm, presenta diversos motivos característicos en su obra: el esqueleto, la mujer y la arquitectura clásica. En el laboratorio de biología donde estudiaba de niño quedó fascinado por los esqueletos que colgaban de las paredes, alimentando el aspecto más lúgubre de su iconografía. Las mujeres, venus o evas desnudas, que aparecen en sus escenas y rara vez miran al espectador tienen un aire hierático e inexpresivo como si de maniquíes se tratara, y pueblan de un modo inquietante la arquitectura-escenario de sus lienzos.

Las escenas parecen narraciones de un momento atemporal: no hay explicación a lo que sucede en el cuadro, no al menos una fácil. Es ahí donde la inspiración clásica unida a la surrealista da como resultado estructuras que deben mucho, según él mismo reconocería, a su encuentro con la obra de Giorgio de Chirico y sus paisajes metafísicos. Sus composiciones tienen proporciones geométricas dentro de un academicismo sumamente clásico y simulan un decorado teatral pero silencioso en el que las figuras-actores mantienen relaciones desconcertantes. De este modo, “"decorados y figurantes" conforman lo simbólico del lenguaje de Paul Delvaux.

 

Nota de La Hornacina: Laura Ramón Brogeras es gestora de colecciones de la Fundación Telefónica.

 

Exposición hasta el 7 de julio de 2013 en el Museo de Bellas Artes de Bilbao (Museo Plaza, nº 2)
dentro del programa La Obra Invitada. Horario: martes a domingo, de 10:00 a 20:00 horas.

 

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