LA CERÁMICA DE IZNIK

02/12/2012


 

 

Producidas en el momento álgido del imperio Otomano, cuando Estambul era epicentro comercial y cultural de Oriente Medio, el interés de esta cerámica, codiciada por los mejores coleccionistas, reside en su ornamentación floral que reproduce la vegetación autóctona, tulipanes, clavelinas y jacintos, entre otros, y en los vivos colores turquesas, rojos, rosados, verdes, esmeraldas y púrpuras, insólitos hasta aquel momento en Europa.

A finales del siglo XV, la ciudad de Iznik, situada al nordeste de Turquía, se convirtió en el centro cerámico turco por excelencia dedicado a la producción de servicios de mesa de lujo y de azulejos para la ornamentación de mezquitas, palacios y mausoleos. No fue hasta los años 1520-1566, coincidiendo con el sultanato de Solimán el Magnífico, que los alfareros de Iznik empezaron a desarrollar personalidad propia con una ornamentación naturalista exuberante, cuyo cromatismo fue enriqueciéndose a medida que transcurrían las décadas.

A partir del año 1570, la cerámica de Iznik se comercializó con éxito en el mercado europeo y marcó tendencias entre las producciones de Padua y Venecia (Italia) y de Nevers (Francia). La riqueza cromática de las vajillas otomanas despertó el interés de distinguidas familias de Italia, Francia, Alemania, Austria e Inglaterra, que encargaron sus servicios de mesa a los alfareros de Iznik.

Paralelamente a la cerámica de Iznik, el prestigioso botánico Charles de l’Écluse (Clusius) recibió de Estambul los primeros bulbos de tulipanes, que plantó en el jardín imperial de Viena y en el jardín botánico de Leiden, creando en Europa la "tulipomanía"; es decir, la moda del coleccionismo de tulipanes de diferentes especies y colores, que a su vez provocó la primera burbuja económica registrada en la historia.

 

 

Retratar las flores de los jardines botánicos se puso de moda, tal y como se puede apreciar en la pintura de naturalezas muertas del Siglo de Oro y también, en la cerámica europea. De hecho, las producciones cerámicas de Barcelona de finales del siglo XVII y del XVIII, decoradas con jarrones y cestos de flores, recuerdan a las naturalezas muertas florales de los pintores flamencos y españoles.

El puerto de Barcelona, considerado un importante centro comercial del Mediterráneo, asistió a la llegada de cerámica procedente de diferentes centros italianos. La cerámica barcelonesa de aquel momento recibió influencias directas de Italia e indirectas de los Países Bajos donde, en aquella época, se producía una gran cantidad de cerámica decorada con flores inspirada en los grabados flamencos de naturalezas muertas.

En la cerámica de Iznik se introducen los colores turquesa, verde y berenjena y se abandona la rigidez de la época islámica para dar paso a la armonía y el movimiento aéreo de las flores representadas, como los tulipanes, las rosas, los jacintos y los claveles. Uno de los diseños florales más populares es el de las "cuatro flores", que destaca para ser el más vistoso y por aportar una perspectiva tridimensional y potenciar el realismo.

Otro tipo de cerámica son los azulejos, que servían para decorar el interior de las mezquitas, los mausoleos y los palacios. Los alfareros de Iznik empezaron a desarrollar las tradicionales composiciones florales con las que tapizaban los altos muros de los aposentos con el fin de crear la ilusión óptica de un jardín interior. Los tejidos otomanos de la época aparecen también ornamentados con la misma decoración floral de la cerámica de Iznik.

 

 

Exposición Un Jardín Singular hasta el 3 de marzo de 2013 en el Museo de Cerámica de Barcelona
(Palau Reial de Pedralbes, Avinguda Diagonal, nº 686) Horario: martes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas.

 

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