LA LLEGADA DEL RENACIMIENTO A LA ESCULTURA ARAGONESA
02/02/2025
El siglo XVI representa para la escultura aragonesa el momento de mayor esplendor de todas las épocas y junto con la castellana constituye la espina dorsal de la plástica renacentista de la Península Ibérica. En contraste con la escuela castellana y su irradiación en Andalucía, organizada en focos prácticamente independientes, en Aragón aparecen núcleos de trabajo que gravitan alrededor de Zaragoza. Estos centros de actividad en gran medida siguen las pautas ya trazadas en el siglo XV, pues la función predominante del arte es la tradicional y los comitentes pertenecen a los mismos estamentos sociales, los cuales se refuerzan durante el Renacimiento a consecuencia de que los reyes dejan de ser unos activos clientes como lo habían sido antes. En su estudio La llegada del Renacimiento a la escultura aragonesa: de Fernando el Católico a Carlos V (1500-1530), que acaba de ser digitalizado para su acceso público por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, la historiadora Carmen Morte García (Universidad de Zaragoza) analiza la introducción del arte renacentista en el panorama escultórico de Aragón. Dicho estudio formó parte del congreso internacional De la unión de coronas al Imperio de Carlos V (2000), celebrado en Barcelona hace ahora 25 años. La llegada del Renacimiento en la escultura aragonesa sucede, aproximadamente, entre 1509 y 1518, cuando se realizaron casi simultáneamente tres obras fundamentales: el retablo mayor de la Basílica del Pilar (Zaragoza), el retablo mayor del castillo-abadía de Montearagón (Quicena, Huesca) y la portada principal del Monasterio de Santa Engracia (Zaragoza). Aragón, cuando comienza el siglo XVI, posee ya un tesoro escultórico de gran importancia, con obras realizadas tanto por artistas naturales como foráneos. Dicho acervo de piezas ha llegado hasta nuestros días de forma fragmentaria. El ambiente escultórico aragonés en esos años lo dominaba el taller de Gil Merlanes el Viejo, escultor de Fernando el Católico desde diciembre de 1493. Simultáneamente, operaban otros maestros aragoneses o de procedencia flamenca y todos mantenían los modelos del gótico final. Dicho lenguaje artístico cambió en torno a 1510 con la creación de las tres obras antes reseñadas, que en distinto grado incorporaron las nuevas corrientes procedentes de Italia. |
Fotos: Pichi Gardel
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