SOBRE LA AUTORÍA DE LA INMACULADA DE LA IGLESIA
CONVENTUAL DE LA VICTORIA DE PUERTO REAL (CÁDIZ)

Francisco Espinosa de los Monteros Sánchez (09/06/2006)


 

 

 

El siglo XVIII ha dejado en la provincia de Cádiz todo un dechado de imágenes escultóricas de calidad procedentes de fuera de Andalucía. Así nos encontramos con trabajos provenientes de Italia, ya sea de talleres genoveses o napolitanos principalmente. Algunas de estas obras se importaron directamente desde su lugar de origen (como por ejemplo el San Rafael Arcángel del genovés Anton Maria Maragliano o el Angel de la Guarda del napolitano Nicola Fumo, ambas en Cádiz). Algunos de los mejores representantes de esta escuela llegaron a residir -caso de Giovanni Batista Maragliano, hijo del genial Anton Maria- e incluso establecerse definitivamente en Cádiz -como Francesco Maria Maggio, Antonio Molinari y tantos otros-, dejando toda una saga de escultores influenciados por las corrientes italianas, ya fuera por aprender y trabajar con ellos como por ser descendientes directos de los mismos nacidos ya en Cádiz.

Otra escuela de la cual se conservan algunos ejemplos en la zona es la levantina, donde los elementos más destacados de este siglo XVIII que dejaron obra en Cádiz son los escultores Ignacio Vergara y su alumno José Esteve Bonet. Al primero de ellos se le atribuyen entre otras un San Vicente Ferrer en el convento de la Piedad de Cádiz y una Inmaculada Concepción en la Catedral gaditana amén del crucificado de la Expiración de la castrense, atribución esta última que no compartimos al parecernos esta imagen que tiene evidentes rasgos que la acercan a la imaginería napolitana. De Esteve Bonet parte de su obra se conserva en Jerez de la Frontera, destacando el crucificado de la Defensión y el conjunto de la Piedad que se conserva en la Cartuja jerezana. Recientemente, se le han localizado trabajos en la provincia de Huelva.

La iglesia de la Victoria de Puerto Real fue antaño el templo principal del convento de Mínimos de Nuestra Señora de la Victoria, orden religiosa que se establece en Puerto Real desde 1628 y, ya en su actual localización, sobre 1635. Las obras de esta iglesia parece que se desarrollan en las décadas de los 30 y 40 del siglo XVII, aunque el templo sufre una notable reforma en la segunda mitad del XVIII donde toma su configuración actual, aunque las capillas laterales del templo han desaparecido en la actualidad.

Este templo es conocido sobradamente porque en su interior se conserva la Virgen de la Soledad, única dolorosa documentada de Luisa Ignacia Roldán "la Roldana", realizada en 1688 y donada a los mínimos ese mismo año por su esposo Luis Antonio de los Arcos tal y como consta en los protocolos notariales gaditanos, imagen que pertenece a una hermandad homónima que le da culto. La imagen del Yacente de esa cofradía, corporación que hemos datado como existente ya en 1647, ya que aparece mencionada en el testamento de Pedro Hernández (1), también se viene atribuyendo a "la Roldana" ya que se sabe que fue donado a los frailes también en 1688 por el hermano mayor de la cofradía, el licenciado Bartolomé Díaz Cantillo. Sin embargo, la imagen presenta ciertos rasgos que dificultan el poder afirmar esta procedencia quizás porque la primitiva imagen fuese reformada en fechas más tardías, tema en el que todavía se sigue investigando.

 

 

Dentro de esta iglesia se conservan otras obras de notable interés, caso de la imagen de San Francisco o de un busto de Jesús Cautivo de procedencia italiana y que debió realizarse en torno a 1760-70, probablemente coincidiendo con las obras de ampliación del templo, capillas laterales y levantamiento de la torre que tuvieron lugar a partir de 1760. El retablo e imagen del cautivo fueron costeados por Francisco Cerquero quien en su testamento de 1773 reconoce ya la propiedad sobre este altar (2). Del retablo nada ha quedado en nuestros días y la imagen se conserva en una sencilla hornacina en el lado del evangelio del templo presentando rasgos que la conectan con alguna de las imágenes de los Misterios Dolorosos del Rosario del Museo de Cádiz e incluso con la obra del escultor genovés afincado en Jerez Jácome Vaccaro.

Una imagen que sin embargo viene pasando desapercibida -no hemos encontrado la más mínima mención a ella en los escasos trabajos publicados sobre arte y patrimonio en Puerto Real- es la talla de la Inmaculada Concepción que está colocada en una pequeña hornacina en el lado de la Epístola de la iglesia conventual de la Victoria. Se trata de una talla realizada en madera policromada de poco más de medio metro de altura y que algunos piensan que se podría tratar de la imagen de la Virgen de la Victoria que antaño fuera titular del templo, error claro ya que la iconografía mariana de la Victoria está claramente definida como una Virgen sentada con el niño en brazos y este no es el caso de nuestra imagen que se nos presenta de pie, sin niño y con las manos juntas en la típica postura inmaculista. Su estética es claramente dieciochesca y evidencia influencias italianas y bien pudo llegar en las reformas que se hacen en la iglesia del convento en la segunda mitad de este siglo o incluso procedente del desaparecido convento de los Descalzos de Puerto Real, ya que en sus inventarios llevados a cabo con motivo del proceso desamortizador, consta la presencia de una pequeña talla de la Inmaculada en la portería del convento. Una mirada atenta a la imagen nos muestra que estamos ante una talla de notable mérito ymuy cercana en su estética a las realizaciones del escultor Ignacio Vergara.

La Inmaculada Concepción se nos presenta con un brillante movimiento general en forma de S que dota a toda la talla de gran dinamismo, siguiendo los cánones que introduce el francés Pierre Puget en sus realizaciones y que después toman los escultores italianos en sus trabajos, como es el caso de Anton Maria Maragliano, Luigi Fasce o Agostino Storace en el foco genovés, o Nicola Fumo y Gaetano Patalano en la escuela napolitana por poner unos ejemplos. En España son los escultores levantinos, influidos por los trabajos que se recibían de escultores napolitanos como Nicola Fumo, o con la presencia de otros como el marsellés Anthoine Dupar o el también napolitano Nicolás Salzillo, los que toman este clásico movimiento en forma de S. Es el caso del artista valenciano Ignacio Vergara Gimeno, como podemos ver en sus realizaciones de la Inmaculada Concepción de la catedral de Cádiz -imagen con la que la Inmaculada de la Victoria guarda un parecido extraordinario hasta el punto de ser casi copia una de la otra- o el San José de la Iglesia de San Pedro de Valencia. El notable parecido de la pequeña Inmaculada puertorrealeña con la Inmaculada de gran formato de la Catedral de Cádiz -esta imagen procede del desaparecido convento de los descalzos de Nuestra Señora de los Ángeles de Cádiz y realmente parece que se trata de la imagen titular de ese convento- nos hace pensar que quizás la una pudiera servir de modelo para la aprobación de la otra y la pequeña acabase en el convento puertorrealeño por circunstancias que desconocemos aunque no es la primera vez que ambos conventos aparecen relacionados a lo largo de su historia, no en vano una de las teorías que más fuerza tiene sobre la llegada de la Virgen de la Soledad al templo puertorrealeño es que esta estuviese pensada en principio para acompañar al Ecce Homo que se hace para este la capilla de la Orden Tercera de San Francisco de ese convento y que por circunstancias desconocidas, acabó en Puerto Real.

La cabeza es ovalada y de una exquisita finura, casi de porcelana, con un doble giro hacia la derecha y abajo. La mirada la tiene inclinada en una postura similar a las imágenes marianas de Montes de Oca. Las cejas son arqueadas y dibujan perfectamente un triángulo invertido en el entrecejo, la boca es pequeña y al igual que los labios trata con exquisita finura. Este modelo lo repite Vergara en la Virgen de Portacoeli del altar mayor de la catedral de Valencia. El cabello aparece dividido en dos por una raya central por medio de finos mechones trabajados con poca profundidad y que dan un aspecto de mojado. La oreja derecha queda totalmente tapada mientras la izquierda asoma levemente por debajo del mechón que se vuelve hacia atrás con soltura y está trabajada con gran virtuosismo a pesar del tamaño de la obra. El cuello es fino y alargado. El cabello está cubierto parcialmente por medio de una toca de clara influencia italiana, con un pliegue en su parte superior que repite en la imagen en piedra de la Santa Ana con la Virgen en brazos de la fachada de la iglesia de San José de Calasanz de Valencia. El vestido aparece recogido por la cintura de tal forma que provoca finos pliegues trabajados con virtuosismo, presentando una doble manga habitual en este escultor. El manto azul envuelve el cuerpo con un gran movimiento de izquierda a derecha dando la impresión de agitado por el viento. El detalle del vuelo del manto por detrás separado del cuerpo y el plegado del mismo también lo podemos ver en la obra de Nicola Fumo (1647-1725), autor en Cádiz del Angel de la Guarda de la parroquia castrense. Se observa asimismo una forma muy parecida de trabajar las imágenes infantiles por lo que, a la vista de estas imágenes, Vergara debió conocer y estudiar la obra de Fumo hasta el punto de reproducir algunos de sus elementos.

Esperamos que estas líneas sirvan para poner en valor la notable imagen de la Inmaculada Concepción que se conserva en la iglesia de la Victoria de Puerto Real, una obra que, como hemos dicho anteriormente, asignamos al escultor Ignacio Vergara Gimeno.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) Archivo Histórico Provincial de Cádiz (A.H.P.C.), Legajo PR58, 21/01/1647, ff. 29-31.

(2) AHPC, Legajo PR135, 29/10/1773, ff. 1061-1072.

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com