LA VIRGEN DEL CAMINO DEL MONASTERIO DE MADRE DE DIOS (SEVILLA)

Jesús López Alfonso


 

 

Las clausuras de los conventos son una fuente inagotable de riquezas artísticas y curiosidades que no podemos ver salvo raras excepciones. Una de estas maravillas es la Virgen del Camino del Monasterio de Madre de Dios de Sevilla, venerada en una hornacina del antecoro.

La imagen está realizada en barro y se encuentra erguida, sosteniendo al Niño Jesús con el brazo izquierdo, mientras acerca la mano derecha al pie del Niño para acariciarlo. Éste, a su vez, cruza la pierna izquierda y toca con su mano derecha el pie en una infantil actitud, mientras que con la otra mano sostiene el orbe.

La Virgen María viste túnica verde estofada con una técnica mixta que combina los motivos de hojas de acanto en oro con ramos de flores de colores. Presenta, además, un exquisito rayado que imita una malla en cuyos cruces se forman flores. La túnica cae desde el pecho formando pliegues en paralelo, sin anudarse a la cintura, para formar en el suelo más en forma de "C". Su cabeza queda velada por toca que se pierde bajo el manto y con una corona real abierta que forma parte de la propia escultura, con sencillos motivos de flores de lis y que en su día estaba totalmente dorada. Queda cubierta con un ampuloso manto de tela encolada, recogido sobre los brazos, de color rojo estofado en oro con motivos de flores de lis.

 

 

Las líneas maestras de la cara de la imagen nos recuerdan a los modelos de Lorenzo Mercadante de Bretaña (1), a quien se viene atribuyendo tradicionalmente. En efecto, sus facciones presentan la típica nariz fina, boca cerrada y sonriente, y ojos entornados con ensoñadora expresión, todo ello propio de su estilo.

Por su parte, la cabeza del Niño Dios, a pesar de su gran volumen, no presenta una desproporción tan exagerada como la del resto de los Niños mercadantinos. Las manos de las dos figuras poseen dedos largos, finos y flexionados que coinciden una vez más con los grafismos del maestro bretón.

Sin embargo, tal y como habrán observado, el aspecto del simulacro mariano no es del todo medieval. La encarnadura y estofados de los vestidos, así como el manto de tela encolada son fruto de una intervención posterior que parece efectuada durante el siglo XVIII (2), puesto que los motivos que encontramos en la túnica, así como la técnica empleada son similares a los que se realizaban en esta época (3).

 

 

Para poder adaptar el nuevo manto al bloque original, la imagen fue mutilada, suprimiéndole los pliegues y vuelos del primitivo; de éste se respetó la parte que cubre los hombros y el pecho de la Virgen, así como la que asoma bajo los brazos, ya que, como es típico en Mercadante, quedaba recogido bajo el brazo derecho y sobre el izquierdo. Por ello, el anónimo "restaurador" se vio obligado a seguir un esquema parecido, en el cual el nuevo manto, con su amplio vuelo, queda recogido sobre los dos brazos. La corona presenta ciertos desgastes, dando la impresión de que pudo haber estado cubierta en otro tiempo con una de orfebrería (4).

El estado que presenta actualmente la escultura mariana, aunque no es alarmante, sí que es de evidente deterioro, ya que se observan desprendimientos en la encarnadura (sobre todo en las caras de ambas figuras) y habría que fijar de nuevo la parte derecha del manto.

Según nos informó la Abadesa del monasterio, ya se están realizando las gestiones y estudios oportunos para la restauración, que con muy buen criterio no suprimirá los añadidos del XVIII, sino que respetará la historia de la imagen y su valor como testimonio de la adaptación del arte medieval a las nuevas modas.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) Carmen y José Antonio CALDERÓN BENJUMEA. El Real Monasterio de Madre de Dios de Sevilla, p. 113.

(2) Debió haber en el Monasterio en esta época un deseo de adaptar las antiguas imágenes a los nuevos tiempos, ya que la Virgen de Copacabana, venerada en el coro, será estofada con motivos muy similares a los de esta obra.

(3) Ejemplo de ello es el camarín de la Virgen de las Angustias, de la Hermandad de los Gitanos de Sevilla, proveniente del Monasterio de Santa Florentina de Écija y fechado en el siglo XVIII.

(4) No es de extrañar esta circunstancia, ya que encontramos el mismo caso en la Virgen de la Fuensanta, Patrona de Córdoba, o en la Virgen de la Cinta de la Catedral de Sevilla.

 

 

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