UN DIBUJO DE MANUEL PEÑA, EL TRIUNFO DE SAN MIGUEL

Andrés Luque Teruel (24/03/2020)


 

"El dibujo es la honestidad del Arte. No hay posibilidad de hacer trampas, o es bueno o es malo, la esencia del Arte. Este ha sido realizado en estos tiempos llenos de incertidumbres y malestar debido a esta pandemia que nos afecta a todos. A modo de rogativa a San Miguel Arcángel".

Manuel Peña Suárez

 

 

En estos días de reclusión forzosa por la pandemia que afecta a buena parte del Mundo, el pintor Manuel Peña ha realizado un espléndido dibujo en el que deja constancia de su preocupación por la situación, expresándola a través de una alegoría religiosa que proclama el triunfo del bien sobre el mal.

Lo hace por medio de la imagen del Arcángel San Miguel, que como las imágenes marianas barrocas de misericordia cobija bajo sus grandes alas a la humanidad, representadas por tres imágenes superpuestas y bien escalonadas, una mujer que se despierta de la pesadilla vivida, parcialmente tapada por el hombre que la acompaña, cuyo atrevido escorzo aporta un escalón visual que permite además el apoyo de un niño vuelto de espaldas, que porta la bola de cristal que representa el Mundo, y como símbolo de la inocencia la balanza del bien y el mal. Por debajo de ese grupo luchan ángeles y demonios, quedando claro que el triunfo de la imagen sagrada procede sobre un mundo inestable cuya lucha continua por los tiempos de los tiempos.

La agrupación de figuras está concebida al modo de las apariciones simbólicas de Auguste Rodin y otros escultores del siglo XIX, incluido el sevillano Antonio Susillo; mientras que la lucha inferior, bajo el escudo en el que se apoya el grupo, tiene una clara ascendencia en la pintura y la escultura barroca del siglo XVII. Las formas de las distintas figuras en cambio no responden a esas referencias. El arcángel muestra un amplio conocimiento de las figuras manieristas italianas, estilizadas con criterios actuales. Las grandes alas pueden interpretarse en ese sentido, pues tienen un amplio desarrollo, análogo al del grupo del "Sueño del ángel" modelado por Antonio Susillo en 1881.

El escorzo de la mujer, que se despierta abriendo los brazos y estirando el pecho a la vez que vuelve la cabeza, muestra a una mujer desinhibida y de nuestro tiempo; y lo mismo sucede con el atrevido escorzo del hombre, cuyo cuerpo representa al hombre musculado actual, en una representación genérica que asume las distintas naturalezas que pudiese mostrar, en buena medida acentuadas por el carácter clásico de la cabeza. El desnudo bello desnudo del niño visto desde atrás cuenta con el antecedente iconográfico de la figura simbólica de Antonio Susillo en el "Monumento a Cristóbal Colón" de Valladolid.

 

 

La batalla de la parte inferior se caracteriza por el fragor de los movimientos a partir de las manos y las armas que salen entre y sobre las cabezas. El punto de vista superior aporta un dramatismo intenso.

Manuel Peña dibujó el grupo con gran precisión y un claro sentido orgánico en el tratamiento de la anatomía. Los fuertes contrastes de luces y sombras ayudan a conseguir volúmenes bien desarrollados, lo que aumenta de modo considerable la veracidad de la representación. La agrupación se ajusta de modo armónico, muy natural pese a la densidad de la escena, escalonada de un modo plástico muy propio de la tendencia modernista de principios del siglo XX.

El encaje de los dos niveles, con la integración de una composición inscrita en el perfil oval aportado por las grandes alas y la movida de la base que aporta un punto de partida inestable, a partir del cual se mantiene en equilibrio, muestra un dibujo muy actual, perfil que intensifica la humanización de las figuras alegóricas según la percepción del cuerpo propia del siglo XXI.

En definitiva, se trata de un dibujo muy bien planteado y resuelto, con un alto nivel técnico de ejecución, en el que Manuel Peña muestra su capacidad para establecer símbolos a través de la expresión de los cuerpos humanos, superando los supuestos límites de los géneros con naturalidad, al mismo tiempo que es capaz de integrarlos en un discurso unitario con otros personajes propios de la tradición religiosa.

 

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