SAN PABLO APÓSTOL: EL "JUAN DE MESA" DE LA COLECCIÓN GRANADOS

José Carlos Pérez Morales y Álvaro Dávila-Armero del Arenal


 

 

El pasado mes de enero, este portal informaba acerca de una exposición en la ciudad de Sevilla en el recinto, nada más y nada menos, del Hospital de la Santa Caridad. Procedente de Córdoba y con próximo destino a Jaén, la exposición muestra parte de la colección de arte que el pintor y arquitecto almeriense afincado en Madrid, Miguel Granados, ha ido adquiriendo durante cuarenta años. 

Bajo el título El Esplendor del Barroco Andaluz. Colección Granados la muestra expone un total de 51 piezas. Dentro de este interesante repertorio de obras, muchas de ellas ostentando reconocidos nombres propios como Alonso Cano, Bartolomé Esteban Murillo, Francisco de Zurbarán o Juan de Valdés Leal, nos sorprendió una en concreto. Se trataba de una representación del apóstol San Pablo.

La efigie en cuestión ocupaba un lugar privilegiado en la disposición museográfica de la exposición, siendo la pieza que se ve en primer lugar tras iniciar la visita. En su placa identificativa exhibía como autor al escultor e imaginero cordobés Juan de Mesa y Velasco y San Pablo Apóstol como iconografía.

El segundo aspecto, el iconográfico, es muy probable; el majestuoso semblante del personaje, cuyo rostro nos ofrece una soberbia expresión, sujeta con su mano izquierda un libro mientras la derecha parece que ha perdido su atributo usual, la espada, conservando actualmente una pieza de tonalidad dorada. Sin embargo, la diferente calidad técnica en su acabado incita a pensar que en algún avatar histórico la imagen perdió esa mano, reponiéndola por otra en una restauración poco afortunada. De todos modos, no dejan de ser hipótesis.

Llama, cuanto menos, la atención, la tajante adscripción a Mesa como autor de la imagen sin ni siquiera señalar atribución. Ha de reseñarse, en este momento, que todo lo expuesto en este breve comentario es heredero del examen in situ de la pieza sin la posesión de otra apoyatura, ni documental ni bibliográfica. Es por ello que solamente se trata de una reflexión cuyo fundamento es la comparación estilística.

 

 

De regreso al comentario de la autoría, parece aventurado ofrecer al visitante esta figura como de la mano de Juan de Mesa. Sin duda, la obra bebe directamente de los postulados iconográficos del siglo XVII tanto en composición como en la técnica. Por ejemplo, el trabajo en el plegado de los paños es común a la mayoría de los buenos maestros escultores que laboraron en la Sevilla del siglo XVII. Es más, centrándonos en la cabeza, el Santo posee una talla en cabellos y barba muy cercana al artista cordobés.

No obstante, el estado actual de conservación de la pieza, ya sea por ser su morfología original o deudor de una mala restauración, no permite adscribirla al catálogo de obras del autor de impresionantes efigies como el Nazareno del Gran Poder, de la hermandad sevillana del mismo nombre, o el solemne Cristo Crucificado de la llamada Cofradía de los Estudiantes de Sevilla. Su expresión facial, entre otras cosas, nos señalan otro camino, muy cercano pero diferente: nos referimos a Francisco de Ocampo.

 

 

Este artista, natural de la localidad jiennense de Villacarrillo, nace en el año 1579 comenzando su aprendizaje con Juan de Oviedo para, posteriormente, entrar a formar parte del taller de Juan Martínez Montañés. Es allí donde coincide en su formación escultórica con el cordobés Juan de Mesa.

Estos dos discípulos de Martínez Montañés, todavía en el taller del maestro como oficiales, trabajan juntos en magnas obras como las realizadas por el obrador para el Monasterio de San Isidoro del Campo en la localidad sevillana de Santiponce. Su estilo se encuentra a medio camino entre su maestro Montañés y su colega Mesa; sin embargo, en su último periodo se desmarca un tanto de lo montañesino, manifestando un realismo en su obra más afín a las formas del escultor cordobés.

Por lo tanto, y en base a lo comentado anteriormente, la figura del apóstol San Pablo de la Colección Granados es más cercana a la producción del maestro jiennense, y situada cronológicamente quizás en esa última etapa de rasgos mesinos en la cual también se encuentra trabajando para los conventos sevillanos de Santa Inés y Santa Clara así como para algunos pueblos de la provincia como Villanueva del Ariscal.

Finalmente, como colofón a esta breve reseña, pueden servirnos como comparación estilística, obras suyas, documentadas de su mano o muy cercanas atribuciones, para fundamentar en cierto grado nuestras tesis. Consta documentalmente que en el año 1607 se ejecuta la imagen titular de la hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, sita en la iglesia parroquial de San Bartolomé de Carmona. En base a esta figura documentada se atribuyen de manera casi indiscutible dos: el Nazareno de la hermandad del Silencio (hacia 1610) y el actual de la Hermandad de la Candelaria, procedente de la extinta Cofradía de Nuestra Señora de la Antigua, Siete Dolores y Compasión. Ni que decir tiene que la semejanza estilística entre las tres imágenes es patente y que la protagonista de este texto, San Pablo, puede relacionarse con ellas aunque el parecido no sea tan determinante.

Sirva esto no como punto final sino, todo lo contrario, como hipótesis de inicio de una investigación acerca de esta interesante talla de San Pablo que, formando parte de tan importante colección, denota una calidad artística en sus rasgos digna de ser, cuanto menos, observada detenidamente.

 

 

Fotografías de los Nazarenos de Sevilla de Roberto Villarrica

 

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