CENTENARIO DEL PALACIO DE LA MAGDALENA EN SANTANDER

Luis Sazatornil Ruiz


 

 

El gran proyecto que va a desatar la popularidad de lo inglés en la arquitectura cantábrica es el palacio de la península de la Magdalena, en Santander. Ya en los años 60 del XIX se había intentado dar carácter permanente a los veraneos regios en Santander mediante la cesión de unos terrenos en El Sardinero para la construcción de una residencia real, aunque la revolución de 1868 frustró el proyecto.

A finales de siglo la idea reaparece con fuerza y en 1906 los propios republicanos aprueban la iniciativa, afirmando que "no somos monárquicos, pero por encima de nuestros ideales flota el compromiso, la obligación, el deber ineludible que tenemos de defender los intereses de Santander y su provincia... somos los primeros en pedir que esta idea de regalar al Rey, como jefe de Estado, un palacio en el Sardinero, se lleve a cabo sin vacilaciones". El 15 de enero de 1908 la Corporación Municipal acuerda por unanimidad hacer donación a don Alfonso de Borbón de todo el parque de la Magdalena.

La idea municipal era donar a la joven pareja real (Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg) una residencia de verano que fuera a un tiempo regalo de bodas y sutil compromiso de futuro. El estilo del palacio debía ser inconfundiblemente inglés, en homenaje a la nacionalidad de la joven reina. Para ello el duque de Santo Mauro, uno de los principales animadores del plan, llama al arquitecto Ralph Selden Wornum (1881-1953), quien en su proyecto Résidence Royale à Santander (julio de 1908) siguió estrictamente los principios del cottage, prevaleciendo el confort y la libertad sobre la regularidad tanto de la planta como de los esquemas externos e internos de distribución y circulación.

Pese a los indudables méritos del proyecto de Wornum, entre los ocho proyectos presentados al concurso para el palacio resulta elegido el firmado en octubre de 1908 por dos jóvenes y aún desconocidos arquitectos santanderinos: Javier González de Riancho y Gonzalo Bringas. Parece ser que el propio Alfonso XIII deseaba que el proyecto fuera realizado por arquitectos españoles y, a poder ser, montañeses; actitud ésta, la del "españolismo" arquitectónico, que reaparecerá en varias ocasiones a lo largo de su reinado. Además, es muy probable que los representantes municipales, poco habituados a las sutilezas compositivas victorianas, leyeran con más claridad en el bien delineado proyecto de Riancho y Bringas su idea de un alojamiento regio.

A este respecto cabe apuntar que el edificio, financiado por suscripción popular, es desde luego una inversión turística realizada con objeto de consolidar los veraneos regios en Santander. Está, por tanto, comprometida la imagen pública de la ciudad, empeñada, ante todo, en "alojar como deben ser alojados los Reyes". Los dos arquitectos santanderinos aciertan al medir el alcance de la ambiciosa generosidad escondida tras el aparente regalo, en torno al cual las exigencias fundamentales parecen reducirse a dos: el edificio ha de aparentar cierto aspecto inglés -en homenaje a Victoria Eugenia-, aunque éste sólo sea superficial, y ha de ser un palacio real, no una simple residencia veraniega.

 

 
 
Proyecto de Ralph Selden Wornum (1908)

 

Frente a la sencillez buscada por Wornum y por los mismos monarcas, la ciudad de Santander olvida el decoro para explayarse con un "palacio". De hecho, mediadas las obras los propios monarcas se sorprenden de la magnitud del edificio pues, según parece, nunca creyeron que se tratara de un verdadero palacio, sino más bien de una casa de veraneo.

La singularidad del caso nos revela la disparidad de actitudes: mientras las familias reales se esfuerzan en construirse country houses cada vez más burguesas, los burgueses construyen palacios para sus reyes. A este respecto, conviene recordar que Osborne House, una de las residencias veraniegas de la familia real inglesa, era deliberadamente llamado casa y no "palacio", o que la regente María Cristina siempre había mostrado "empeño en que su posesión en la capital guipuzcoana sea llamada solamente Real Casa de Campo de Miramar... En efecto, su aspecto, señorial y todo, es más bien de casa de campo". La Casa de los Hornillos también se concibe bajo la idea de casa de campo y el mismo Wornum, en su proyecto para la Magdalena no se atreve a hablar de palacio, tan lejano en la tradición inglesa, y se contenta con titular Résidence Royale al diseño. Por el contrario, en el proyecto de Riancho y Bringas ya aparece el título de Palacio Real. Es en esta empatía de mensajes entre los arquitectos santanderinos y los promotores municipales donde reside posiblemente el éxito de su proyecto.

De hecho, Riancho y Bringas, en su definitivo proyecto para el palacio de la Magdalena, deliberadamente olvidan la coherencia victoriana para adoptar un lenguaje mucho más "exaltado y exuberante", conjuntado eclécticamente y "en apretada síntesis de proyecto de fin de carrera" todos sus conocimientos diversos de arquitectura victoriana. Obviamente sus contactos con la compleja teoría arquitectónica inglesa eran escasos: algunas revistas, lo que podían haber visto de la obra de Wornum y una breve estancia en Inglaterra para entrar en contacto con el arquitecto Sir Edwin Lutyens (1869-1944) considerado el "último tradicionalista" inglés y de maneras claramente eclécticas. De hecho, algunos detalles de la obra de Riancho y Bringas pueden ponerse en relación con la obra de Lutyens: fachadas en hilera como si de una serie de fachadas urbanas se tratara, jerarquización de usos, detalles neo-georgian (neobarrocos), importancia de las terrazas y los atrios, lujo exterior, sencillez interior, etcétera.

En cualquier caso, Riancho y Bringas practican ante todo un desbordado eclecticismo que acumula motivos "ingleses", desde el tratamiento superficial de la piedra que le da un tono Elizabethan (estilo neorrenacentista inglés) cercano a Shaw (muy semejante a Rhinefield en Hampshire, de R.W. Romaine-Walker, 1889-1890), hasta los remates almenados de las torres, tipo Scottish Baronial (acastillado), pasando por el hastial festoneado, tomado del Old Dutch.

Se trata, en definitiva, de un proyecto claramente ecléctico, pero "vestido" a la inglesa. Otras opciones hubieran sido posibles, con similar disposición pero distinto disfraz. Especialmente un unos años en los que cobraba importancia la pugna entre casticismo y cosmopolitismo en la arquitectura española. El conocido Proyecto de palacio para un noble de la Montaña, de Leonardo Rucabado (1911) ilustra esta afirmación pues, según Rafael Doménech, pretendía ser una alternativa en "estilo montañés" al proyecto inglés para la Magdalena. En éste se aprecia además la universalidad de las propuestas compositivas de Riancho y Bringas, pues Rucabado no tiene ninguna dificultad en reproducir el mismo perfil del proyecto de sus paisanos con la suma ecléctica de las casonas barrocas de Carrejo, Pámanes, Selaya, etcétera. El asunto debió dar que pensar a Riancho pues en 1914 presentará un proyecto de inspiración montañesa para la Portalada de acceso a la península.

 

 
 
Proyecto de Javier González de Riancho y Gonzalo Bringas (1908)

 

En la Navidad de 1908 se produce la aceptación definitiva de los planos por los reyes, hecha la reforma sugerida por Victoria Eugenia -asesorada por Wornum- de ampliar algunas habitaciones del piso principal (incluida la de los reyes) a costa de eliminar la Capilla, que pasaría a un edificio independiente en el parque (proyectado por Riancho y Bringas en 1909 y finalmente no realizado). Las obras comienzan en marzo de 1909 y, según parece, el mismo Alfonso XIII elige la ubicación del edificio en la meseta alta que corona la península, allí desde donde se domina un inmenso panorama y su perfil pintoresco queda realzado. La Casa Real es puntualmente informada de la evolución de los trabajos por medio de fotografías (conservadas en el archivo de Palacio).

La decoración interior del palacio queda en manos del duque de Santo Mauro que debe interpretar los gustos regios: "En el palacio neoclásico de las Fraguas, residencia del duque de Santo Mauro, se estudian los planos para, según ellos, diseñar y decorar las distintas dependencias del palacio real y, conforme a los diferentes estilos, se construya el mobiliario acorde con ellos". Se deben combinar -en ecléctica mezcla- los muebles españoles procedentes del Palacio del Pardo con las adquisiciones de mobiliario inglés realizadas por el duque en la Casa Mapey de Bilbao, que van del renacimiento (William & Mary) y barroco inglés (Queen Ann, Chippendale, Georgian) al neoclasicismo (Heppelwhite, Adam, Sheraton). Por fin, coronando toda la decoración, la flor de lis de los Borbones y no la corona de la monarquía española. El mensaje es evidente, declarando la propiedad del edificio, regalado a don Alfonso de Borbón a título personal, no al rey de España, dadas las reticencias de los republicanos santanderinos.

En el año 1912 terminan las obras y se ratifica la donación. El conjunto se completa entonces con la construcción de las Caballerizas (proyecto de Riancho y Bringas, 1914; ampliaciones de Riancho en 1917) y la urbanización del Campo de Polo (Riancho, 1914). También por esas fechas (hacia 1914) el Jardinero Mayor de Su Majestad -Juan Gras y Prats- proyecta el parque de la Magdalena aprovechando, en parte, el trazado del antiguo velódromo. Gras se inspira en los grandes parques parisinos del Segundo Imperio y en el trazado del Campo del Moro de Madrid (1800), obra de su maestro Ramón Oliva.

Para hacerlos "dignos de la regia vecindad" se transforman y urbanizan varios rincones de Santander. Así se mejora el acceso al Sardinero y al Palacio con la apertura de la avenida de la Reina Victoria: "espléndida vía es ésta, que aparece bordeada de lujosos hoteles, que proclama el ensanche y la transformación a la europea de la capital montañesa, para lo cual tiene más que lo suficiente: "aires de afuera", cultura, dinero...". Es, precisamente, la insistente búsqueda de esos "aires de afuera" lo que va a determinar los lenguajes arquitectónicos elegidos para la transformación del escenario pintoresco en que se convierte la Corte estival. El propio duque de Santo Mauro promueve la construcción del Hipódromo de Bellavista. Se proyecta, además, la construcción de las tres piezas básicas habituales en este tipo de transformaciones: un nuevo casino, el Gran Hotel y el Teatro. De hecho, ya junto a los primeros planos de 1908 aparece un Projet d'Hotel pour des Voyageurs à Santander realizado posiblemente por Wornum o por algún arquitecto ligado a Biarritz, que finalmente no se utiliza.

Todo se completa con el formidable impulso de la arquitectura doméstica que adopta decididamente elementos ingleses u otros subestilos nacionales o regionales del largo catálogo ecléctico. Se remata así la lenta labor de construcción de la ciudad-balneario, con su paisaje domesticado, urbanizado por un mínimo de arquitecturas espectaculares, manifiestamente pintorescas. A partir de entonces, la admiración de la burguesía por el mundo anglosajón, la popularidad de Victoria Eugenia y en general la extensión de las modas victorianas, marcan una influencia que no es solo artística. La arquitectura inglesa prolongará su presencia en la costa cantábrica durante las primeras décadas del siglo XX, especialmente con obras de otros arquitectos británicos, aportaciones del propio Riancho y otros arquitectos santanderinos o los elegantes proyectos de Manuel María de Smith Ibarra y Rafael Garamendi para la alta burguesía vizcaína.

 

 

Fotografías de www.centenariopalaciomagdalena.com

 

FUENTES: SAZATORNIL RUIZ, Luis. "Ralph Selden Wornum y la Arquitectura Inglesa en la
Costa Cantábrica", en AA.VV. El Arte Foráneo en España: Presencia e Influencia, Madrid, 2005, pp. 159-165.

 

 

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