TENERIFE RECUPERA OTRA DE SUS JOYAS DEL BARROCO
ANDALUZ. RESTAURACIÓN DEL SEÑOR MUERTO DE LA OROTAVA

Un estudiante de Historia del Arte


 

 

En estos días que tanto se habla de la Andalucía Barroca y sus tardadas exposiciones, llama la atención como han quedado olvidadas, dentro de este macro proyecto, las Islas Canarias, sólo representadas con piezas puntuales de poca trascendencia. Desde aquí queremos señalar, y si nos permiten, reivindicar, el patrimonio artístico que del sur peninsular se conserva en la Islas y como muestra una de sus últimas recuperaciones.

Gracias a la conferencia de presentación dada por su restaurador y el tríptico editado con tal motivo, quiero compartir con el foro de La Hornacina, la magnífica obra que ahora, tras siglos de quedar oculta por nefastos repintes, vuelve a ver la luz y  reclama su lugar como pieza señera dentro del patrimonio insular de este origen.

Restaurada bajo la dirección de Pablo Francisco Amador Marrero, quien ha intervenido muchas de las obras más importantes de las Islas, y el joven restaurador imaginero Manuel Martos Leiva, la imagen del Señor Muerto es sin duda una pieza escultórica de singular categoría.

Entre las escasas alusiones bibliográficas, destacar la de Miguel Tarquis quien, sin aportar referencias documentales, se la atribuye a un imaginero llamado “Vega”, discípulo del renombrado escultor sevillano Martínez Montañés. La búsqueda de las fuentes de las que pudo obtener este nombre, así como el estudio del obrador y colaboradores de Montañés, no recogen el citado imaginero.

Hasta el momento, el dato más antiguo que tenemos del Señor Muerto, proviene de un inventario de 1858, conservado en el archivo de la parroquia de San Juan Bautista: “…el crucificado que sirve para el entierro del viernes santo que fue del convento franciscano de la Villa”.

Recientemente, tras el análisis de la obra, Pablo Amador, junto con la Catedrática Margarita González de la Universidad de La Laguna, se han decantado por relacionarla con los talleres andaluces de principios del siglo XVII  y en especial con el obrador de Francisco de Ocampo (1579-1639), atribución que quedó reforzada al final de la conferencia al confrontar diversas fotografías de la obra villera con el Cristo de la Misericordia de la cercana localidad de Los Silos, también restaurado por el citado profesional y cuyo trabajo se puede encontrar en la red. Con todo ello, ahora, tras los procesos de restauración y los recientes estudios históricos, liberada la obra de los burdos repintes que enmascaraban su calidad primitiva, cobran nuevo protagonismo las atribuciones formuladas.

Para concluir agradecer a D. Pablo F. Amador su generosidad por la presente foto y por su dedicación, no sólo a las restauraciones propiamente dichas, sino también por los ratos robados a su trabajo en favor de explicarnos detalladamente las técnicas tanto originales como las de restauración.

 

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