ARTE EN JOSÉ SÁNCHEZ LOZANO

Ignacio López Guillamón


 

 
 
Virgen del Primer Dolor (Cehegín)

 

José Sánchez Lozano (Pilar de la Horadada, 1904-1995) es un escultor afincado en Murcia desde el año 1929, tras pasar varios años de formación en Madrid (1916-1920) y en Barcelona (1920-1925). En Madrid se formó en la Escuela La Palma y en el taller de José Planes Peñalver (1891-1974), escultor murciano; y en Barcelona culminó los estudios de escultura en la Escuela de Artes y Oficios y Bellas Artes de San Jorge. En este centro obtuvo premios en las asignaturas de Modelado y Vaciado (Curso 1920-1921), en Teoría e Historia de las Bellas Artes y en Escultura del Arte Antiguo (Curso 1922-1923). Otras distinciones significativas fueron la Bolsa de Estudio y Viaje (Curso 1923-1924) y el Premio Conde de Lavern (1925).

El viaje realizado por las principales ciudades españoles le permitió visitar de la mano de otros becados y de personal experto los principales Museos de Madrid y los enclaves artísticos de El Escorial, Toledo, Valencia, etcétera. De estas visitas hizo una crónica con valoraciones precisas sobre los grandes estilos Gótico, Renacimiento, Barroco, etcétera, y de autores y obras puntuales, que dan cabal idea de su formación y de sus gustos personales. Las cuartillas que preparó las dio a conocer en el año 1929 en Actualidad, un periódico de Orihuela, estando ya instalado en la ciudad de Murcia.

Pese a que cultivó la pintura ocasionalmente, como su dedicación profesional fue la escultura y la imaginería, nos haremos eco del interés de Sánchez Lozano a la hora de analizar la obra de algunos escultores vigentes en esos años. Sus apreciaciones sobre las visitas a las secciones de escultura clásica del Museo del Prado; de escultura egipcia, fenicia o ibera en el Museo Arqueológico, o las obras presentadas en el Museo de Reproducciones muestran la interactuación entre los conocimientos teóricos y prácticos recibidos y la contemplación en directo de obras señeras de la Historia del Arte.

Sus comentarios sobre cómo las obras revelan el tratamiento de las telas, el naturalismo de los desnudos, la concepción de los planos y del movimiento de las figuras, la proporción y su volumen, o la captación de las emociones y serenidad de las expresiones, anuncian el realismo y la hondura espiritual que caracterizará a sus numerosos retratos y su prolífica obra de imaginería.

Del Museo de Arte Moderno llamó su atención la impactante obra de Julio Antonio (1889-1919), cuya escultura al margen de los oficialismos imperantes ofrece un realismo social e innovador que marcó época con los "Bustos de la Raza". Igualmente, quedó sorprendido por el naturalismo idealista de Miguel Blay Fábregas (1866-1936); el barroquismo de Aniceto Marinas (1866-1953); el academicismo y esmerado acabado de Juan Samsó (1834-1908); el anecdotismo y naturalismo de Mariano Benlliure (1862-1947); el recargado y efectista Agustín Querol (1860-1909); la conjugación de clasicismo y modernidad de José Capuz (1884-1964) o Jacinto Higueras Fuentes (1877-1954); Josep Llimona (1864-1934); Aristide Maillol (1861-1944), etcétera.

Hace valoraciones sobre el Barroco levantino y destaca la obra de Francisco Salzillo, en tanto que escultor que combinó magistralmente la pintura y la escultura en aras de expresar un elevado sentimiento religioso. Podría decirse, en virtud de estas impresiones sobre historia del arte y estética, que la escultura para José Sánchez Lozano aúna dominio del modelado, del volumen, del movimiento con la expresión de emociones y con el cromatismo que infunde impresión de realidad a cualquier creación.

 

 
 
Dolorosa del Santo Costado (Jumilla)

 

Fuera de Madrid y Barcelona, su formación continuó a partir de las ilustraciones y textos de La Esfera, Blanco y Negro y La Ilustración Gráfica Española. En 1929 se instala en Murcia y alterna su vida artística entre esta ciudad y su pueblo natal. Hasta 1939 abordará encargos de retratos, dentro del naturalismo y de la plasmación de viveza y simpatía en los rostros de niños, de jóvenes y adultos; realización de obras de significación artística segura; la restauración de imaginería procesional y devocional; así como el diseño de carrozas (1933 y 1934) y de juguetes que, según es fama, obtuvieron premios regionales y amplia resonancia popular.

Obras de este período inicial son el Retrato de la Vizcondesa de Alcira (1924), Autorretrato (hacia 1925), Retrato del General Sanjurjo (hacia 1927, en paradero desconocido y firmado por el Duque de Tovar), Retrato del Niño Alfonso Pascual del Riquelme y Echevarría (1928), Cristo en Agonía (1934), Abrazo de Cristo a San Francisco de Asís (1935), Maja Desnuda (1938)... Son obras imbuidas de los años de formación, de experimentación con nuevos materiales y teorías innovadoras sobre la muerte de Cristo. Es un período impregnado de naturalismo, tratamiento realista de la figura humana, mimo por las proporciones y la policromía, y cuidadosa dedicación a la restauración de obras de Francisco Salzillo y otros maestros del Barroco murciano y oriolano.

Entre los años 1939 y 1960 se centrará de forma casi exclusiva en la reposición de importantes obras del Barroco desaparecidas, a la restauración de imágenes de gran ascendencia devocional y a la realización de obras de carácter personal. Entre las reposiciones de mayor significación habría que citar al Arcángel San Miguel (San Miguel de Salinas, 1939), Nuestro Padre Jesús Nazareno (Orihuela, 1940), Nuestra Señora de las Huertas (Lorca, 1942), Inmaculada Concepción (Murcia, 1945), Santa Cecilia (Ronda, 1949), Virgen de la Piedad (Mula, hacia 1952), Virgen del Carmen (Beniaján, 1953) o San José con el Niño (La Murada, 1960). Se trata de reproducciones de primer orden de obras desaparecidas de escultores como Nicolás de Bussy (1651-1706), Francisco Salzillo (1727-1783), Roque López (1747-1811) o Antonio Dupar (1675-1755).

Entre las obras de nueva realización se encuentran Nuestro Padre Jesús Nazareno (Blanca, 1943), Nuestra Señora de la Soledad (Murcia, 1943), Ecce Homo (Elche, 1945), Cristo de la Flagelación (Murcia, 1945), Prendimiento (Murcia, 1947), Cristo del Rescate (Torrevieja, 1947), Cristo Yacente (Mula, 1948), Virgen de la Amargura (Lorca, 1949), Dormición de la Virgen (Almería, 1950), Virgen Gloriosa (Murcia, 1950), Nuestro Padre Jesús Nazareno (Bienservida, hacia 1955), Dolorosa (Oria, 1957), Nuestro Padre Jesús Nazareno (Villaverde del Guadalimar, 1957), Imposición de la Casulla a San Ildefonso (Madrid, 1957), San Antonio (Diriamba, 1958), Visitación de Nuestra Señora (Alhabia, 1959), Santa María Magdalena (Rafal, 1959), San José (Bruselas), Inmaculada Concepción (Cabra, 1960), Virgen Reina de los Corazones (Cartagena de Indias, hacia 1960), Virgen de la Fuensanta (Barcelona, 1960), entre otras muchas creaciones.

Son obras representativas de la variedad iconográfica y de la dispersión de los encargos realizados. Entre los comitentes que encargaron estas obras se encuentran tanto las comisiones parroquiales y de cofradías, como el conde de Biñasco, el rey de Bélgica o el arzobispo de Cartagena de Indias. Estas dos décadas fueron tiempos de un trabajo febril, en el que en el taller contaba con varios desbastadores, oficiales que sacaban de punto, estofadores, etcétera. Se estima que se hicieron en estos años más de 250 obras, de lo que se colige la acreditada fama que tenía este taller de imaginería murciana.

Los años 60 suponen una readaptación de su taller y la derivación de sus trabajos a series de obras en pequeño tamaño, derivadas de los modelos de la Dolorosa y del Ángel de la Oración del Huerto labrados para la cofradía murciana de Jesús Nazareno por Francisco Salzillo. Obras de este período son Anunciación (San Pedro del Pinatar, 1961), Santa Lucía (Murcia, 1962), San Martín de Porres (Murcia, 1962), Nacimiento (Madrid, 1964), Virgen de la Arrixaca (Murcia, 1965), Retrato del Canónigo Hidalgo (Callosa de Segura, 1966), Retrato del Compositor Álvarez Alonso (Cartagena, 1966), Ángel de la Pasión (Cartagena, 1966), Oración del Huerto (Cieza, 1967) y Dolorosa (Alhama, 1968). Todas ellas son representativas del hacer de su autor: en parte derivan de los modelos de Francisco Salzillo y otras responden a su natural evolución como escultor en plena madurez.

 

 
 
San Antonio de Padua (Beniaján)

 

El menor número de encargos de obra religiosa se da en la década de los 70. José Sánchez Lozano sigue, en cambio, activo atendiendo importantes restauraciones, la hechura de retratos y la realización de algunas de sus creaciones de imaginería más personales, como son Hebreo con Niño (Cartagena, 1971), Busto de Dolorosa (Madrid, 1972), La Caída (Cieza, 1973), Virgen del Río (Huércal-Overa, 1974), Retrato de de la Niña Sonia Rosique (Pilar de la Horadada, 1975), Retrato de Jaime García-Villalba (Murcia, 1976), Retrato del Niño Diego Rosique (Pilar de la Horadada, 1977), Retrato de la Niña Isabel María Avilés Tárraga (Santiago de la Ribera, 1977), Santiago (Cartagena, 1977), Busto de Dolorosa (Madrid, 1978), Sentencia de Jesús (1979-1980).

A partir de 1980, José Sánchez Lozano cuenta con setenta y seis años de edad. Entonces realizará Retrato de Juan Bernal Quirós (Murcia, 1980), Cristo del Rescate (Santomera, 1981), Beata Ángela Astorch (1982), Retrato de la Niña Inmaculada Alonso Ballester (Callosa de Segura, 1983), Cristo del Rescate (Lorca, 1985), Busto de Dolorosa (Lérida, hacia 1985), Retrato de María José Moya (Pilar de la Horadada, 1987), etcétera. Sus últimos trabajos serán los retratos del niño Carlos Artíñano (Santiago de la Ribera, 1992), José Antonio García García (Santiago el Mayor, 1993) y del niño Javier Artíñano (Santiago de la Ribera, 1993).

Su última obra será un busto de la Virgen Dolorosa (Abarán, 1994), según el modelo de Salzillo, que reprodujo unas ochenta veces desde el año 1927. Siendo de natural cortés y laborioso, en los años 80 y principios de la década de los 90, si no tenía encargos en esta etapa final, se entretenía en la decoración de cerámicas con elementos naturalistas, que tantas veces regalaba a sus amistades.

Del análisis del conjunto de su producción se concluye que José Sánchez Lozano fue el escultor de la hondura expresiva. Se encuadra dentro de la corriente de imaginería levantina, de tradición murciana, siendo uno de sus cultivadores más representativos en el siglo XX. Tiene facilidad para conferir emoción a los rostros de sus obras, dar un tratamiento realista y natural al cuerpo sin abusar de las llagas, sangre y demás señales martiriales. Sabe caracterizar a sus retratados, independientemente de la edad, sin recreos en las anécdotas tan abundantes entre los autores de los tiempos de su formación.

Imbuido de la estética y expresionismo barrocos, crea en pleno siglo XX obras que son un perfecto revival de la retórica, realismo idealista y emotividad vigente dos centurias atrás. Sin duda, fue un escultor en consonancia con el arte españolista, según denominación coetánea. Consecuencia de esta integración entre el tradicionalismo, conceptual y formal, imperante en las décadas centrales de la centuria vigésima, fue su éxito profesional, del que es exponente la variedad, calidad y elevada producción de obras.

La apreciación que hace José Sánchez Lozano sobre la obra de Francisco Salzillo es reveladora del juicio que merece su propia obra: unas esculturas hecha al servicio de la religión vivida por el pueblo, con devoción, hasta impresionar despertando sentimientos de piedad. Concluimos destacando que José Sánchez Lozano es el escultor del Pilar de la Horadada y de Murcia que, en la tradición imaginera levantina, mejor expresó el sentimiento devocional popular de esa sociedad en el siglo XX.

 

 
 
Virgen del Primer Dolor (Jumilla)

 

Varias de las fotografías son de Santiago Rodríguez López y www.virgendelprimerdolor.es

 

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