LA IMAGEN DE SAN FRANCISCO JAVIER EN LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO
DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA (II)

Francisco González Luque


 

Iconografía, Estilo y Descripción (II).

En cuanto a su indumentaria, San Francisco Javier viste de predicador, con túnica hasta los pies, ceñida con un cordón anudado a su cintura y cubierta parcialmente de amplio y abierto manteo (capa larga con cuello). Su composición, a base de pliegues verticales con ligeras curvas, es muy mesina. El manteo cae recto por ambos lados, aunque queda levemente recogido sobre el brazo izquierdo sin impedir la visión completa de la sotana.

Son dignas de destacar las ricas labores de estofado en la policromía de ambas prendas de vestir (13), donde contrastan y combinan los tonos oscuros y el dorado con los que armonizan los diseños vegetales que decoran la indumentaria y el fondo (Ilust. nº 4). Aunque Mesa no fue policromador, vigilaba muy de cerca las labores de los pintores de su imaginería hasta conseguir sus ideales escultóricos.

Ya hemos comentado que los atributos elegidos en esta ocasión por Mesa para interpretar al santo jesuita son el crucifijo (14) en la mano izquierda aludiendo a su función misionera y condición de evangelizador como reflejo del afán apostólico de Javier y una concha en su diestra en recuerdo de los múltiples bautismos que practicó entre los infieles de Oriente. (Ilust. nº 5)

El sentido de la belleza clásica que inspiró toda la obra de su maestro Martínez Montañés influyó en Juan de Mesa, como podemos observar en las tallas conservadas en El Puerto. La carga expresiva y las notas realistas son, en cambio, más personales. El hábil estudio de la indumentaria, resuelta con una sabia combinación de líneas verticales y suaves curvas, la delicadeza en el tratamiento de sus pliegues o esa disposición del manto sobre el brazo izquierdo son otros tantos aciertos del escultor cordobés.

 

El autor, Juan de Mesa

Cualquier persona mínimamente interesada en asuntos relacionados con la Historia del Arte en general o la imaginería en particular (los estudiosos o aficionados a los temas cofradieros, por descontado) sabe hoy día que Juan de Mesa es uno de los máximos representantes del realismo barroco que caracterizó a la escuela andaluza de escultura durante el siglo XVII. 

Nace en Córdoba (15) en 1583 y se forma en Sevilla con Martínez Montañés, en cuyo taller ingresa en 1606. En 1613 casa con María de Flores y desde 1615 lo vemos trabajando por su cuenta e incluso formando escuela dentro del fructífero panorama escultórico en la Sevilla de la decimoséptima centuria, ya que se conoce la existencia de varios discípulos y colaboradores. Fue un escultor muy prolífico, pues en poco más de 20 años, (si contamos desde sus inicios como imaginero) talló cerca de 50 obras documentadas (más otras 30 de segura atribución). Una desconocida enfermedad (quizá tuberculosis), que pudo afectarle a su carácter y estado de ánimo (16), le llevó a una temprana muerte (falleció en 1627, cuando sólo contaba con 44 años de edad). 

Desde sus primeras obras, Juan de Mesa participa de las características propias de la escultura barroca (española en general y sevillana en particular). Entre éstas podemos destacar las siguientes: uso casi exclusivo de la madera policromada (con las típicas labores de policromía: encarnado y estofado), temática religiosa que insiste en el carácter pedagógico de la imagen encaminada a conmover al fiel y facilitarle el arrepentimiento (tanto en relieves como en imágenes de bulto redondo, de talla completa o de candelero, para retablo o concebidas para procesionar), realismo en las representaciones (cuando lo ocasión o el personaje lo requiere, también dramatismo y patetismo) y temas, interpretados con un lenguaje sencillo y comprensible para llevar el mensaje al mayor número posible de fieles, y dinamismo en las actitudes, gestos y ropaje de las figuras.

Aunque su estilo deriva del de su maestro (17), pronto acusa una personalidad propia, más expresiva, intensa e incluso atormentada. Mesa es considerado "barroco por temperamento, realista integral, apasionado y con posibilidades dramáticas que Montañés nunca tuvo" (Mª Elena Gómez Moreno) abriendo paso a través de dicho naturalismo hacia el barroco puro en esa escuela sevillana. Algunos rasgos característicos dentro de su producción son: el tratamiento pormenorizado de anatomía, las actitudes y posturas elegantes y fielmente reproducidas de la realidad, el movimiento reposado de los pliegues (opulentos pero verosímiles), el modo de tallar el cabello a base de rizos abultados y mechón frontal (ausente en nuestros santos jesuitas: San Ignacio por su calvicie y San Francisco Javier por su falseada impronta tras la restauración), el pliegue de las cejas que se alzan en ángulo, etc., notas todas ellas destinadas tanto a dignificar las imágenes representadas como a conmocionar al fiel y, por supuesto, a su goce estético. No en vano Mesa supo aunar a la perfección técnica el realismo, el culto a la belleza formal y la fuerza expresiva.

En cuanto a su producción artística, dentro de su genial labor sobresalen las imágenes de bulto redondo por encima de los relieves retablísticos. Entre aquéllas destacan representaciones cristíferas (desde los modelos de Niño Jesús hasta las distintas advocaciones donde se reflejan las huellas del martirio y muerte de Cristo, como en sus múltiples versiones de Jesús Nazareno y Crucificado) (18), las marianas (en sus variantes de Inmaculada, Virgen Madre y Dolorosa, Asunción…) y hagiográficas. 

En estas últimas, Juan de Mesa se deja llevar por la corriente contrarreformista que impulsaba la devoción a los santos, cuya vidas ejemplares se convirtieron en motivo fundamental de encargo por las exigencias de la clientela. Así, Mesa nos ha dejado extraordinarias interpretaciones de los Santos José, Juanes (Bautista y Evangelista), Blas, Ramón Nonnato, Carlos Borromeo, Juan de Dios, Agustín, Antonio, Pedro, Benito… Y los santos jesuitas San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola, tallados en 1622 para el colegio sevillano de San Hermenegildo pero conservados en la iglesia de San Francisco de El Puerto de Santa María. Fundada la Compañía de Jesús en 1540, en seguida se convertiría en uno de los instrumentos más eficientes de la Contrarreforma, y serán sus principales impulsores quienes gocen de especial predilección a la hora de ser representados (19), sobre todo a partir de su canonización, precisamente en ese 1622. 

Las tallas portuenses de los santos jesuitas quedarían enmarcadas en el quehacer escultórico de Juan de Mesa dentro del calificado por Hernández Díaz, “lustro magistral”, que abarca entre 1618 y 1623. En esa etapa Mesa ejecutaría obras tan importantes como los Crucificados del Amor, Conversión del Buen Ladrón y Buena Muerte y los Nazarenos del Gran Poder (todas en cofradías sevillanas) y el de La Rambla (Córdoba), imágenes todas magníficas y anteriores a los santos Ignacio de Loyola y Francisco Javier del exconvento franciscano portuense, datables, como ya dijimos, de 1622. 

Juan de Mesa interpretó varias veces a San Francisco Javier, siguiendo los encargos de los jesuitas para sus iglesias de Andalucía. Además de éste de la iglesia portuense de San Francisco -el único documentado- se conserva en la capilla de la Universidad de Sevilla un busto-relicario de madera policromada de 70 cms., tallado hacia 1625 y atribuido por Hernández Díaz a este imaginero (20). En la iglesia del Colegio Portaceli de Sevilla existe otra escultura de S. Francisco Javier atribuida a Mesa y fechada hacia 1627 (21). En la parroquial de Trigueros (Huelva) existen dos imágenes que representan a S. Ignacio y S. Francisco Javier de pie (22) igualmente atribuibles al imaginero cordobés (23)


NOTAS

(13) Recordemos que las labores de policromía de estas tallas de madera consistían en el encarnado o pintura de las partes anatómicas al descubierto (cuello, cara y manos, en este caso) y el estofado  o pintura sobre capa dorada simulando los dibujos de las telas que debían cubrir las imágenes.

(14) El crucifijo acompaña a los anacoretas, ermitaños y contemplativos en general. Lo llevan en la mano predicadores y evangelizadores como atributo genérico, sin que individualice a ninguno en particular. Este posiblemente no sea el original que tallara Mesa, pues el actual, de bronce, presenta una factura mucho más moderna y endeble.

(15) Dato conocido precisamente a partir del descubrimiento del documento encontrado en el interior de la imagen que nos ocupa.

(16) Ciertos autores han querido ver, incluso, su reflejo en las “admirables imágenes en las que se aúnan el intenso dolor con la bondad y resignación cristianas” (Hernández Díaz).

(17) Algunas de sus obras, incluso, pasaron durante mucho tiempo por ser consideradas de Montañés, pero los estudios posteriores y la aparición de documentos que atestiguan su autoría han venido a aclarar aquéllas falsas atribuciones y a insistir en que el estilo de Mesa pronto va adquiriendo un carácter más original basado en su realismo, dramatismo e intensidad expresiva como superación del clasicismo y esteticismo de Montañés. Su arte se cotizaba muy por debajo del de éste, circunstancia que pudo influir en la cantidad de encargos que recibió a lo largo de su corta vida. 

(18) Los Crucificados representan a Jesús en la cruz en diferentes variantes: vivo, expirando, muerto, solo, entre ladrones, etc. Su larga serie arranca con el Cristo del Amor (El Salvador, 1618), tremendamente expresivo y patético, al que le siguen el de la Conversión, Buena Muerte (mucho más sereno y apacible) y el de la Agonía (S. Pedro de Vergara, 1622) entre otros repartidos por varias localidades andaluzas y sudamericanas. El tema de Cristo cargando con la cruz lo interpretó varias veces, siendo los más famosos y devotos el Gran Poder sevillano y el de La Rambla (Córdoba).

(19) No olvidemos que la iconografía de los santos alcanza un papel fundamental a partir de la segunda mitad del siglo XVI, a raíz del Concilio de Trento, donde se le dedica incluso una sesión (la XXV) a la interpretación de las imágenes.

(20) El santo está representado de medio cuerpo, con pómulos muy marcados y labios carnosos típicos de Mesa. Las manos hacia el pecho sostienen un relicario.

(21) Montero Agüera basa esta atribución, sobre todo, en base a su parecido con la talla del mártir japonés Diego Kasai, atribuida por Hernández Díaz a Juan de Mesa.

(22) Se trata de una talla de 160 cm. en la que el santo jesuita posa la mano izquierda junto al pecho y en la derecha porta el crucifijo. Puede fecharse hacia 1622. Procede del Colegio que los jesuitas tenían en ese pueblo onubense, uno de los primeros abiertos por la Orden en Andalucía. 

(23) En la provincia de Cádiz (y en el mismo El Puerto) existen varias imágenes de San Francisco Javier de diferentes estilos y autores que, aunque guardan gran interés iconográfico y/o artístico, no podemos incluir en este espacio.

 


BIBLIOGRAFÍA

BERNALES, J. y GARCIA DE LA CONCHA, F. (1986): Imagineros andaluces de los siglos de oro. B.C.A.

BOTARO, J.: “Del autor del Gran Poder”. Revista Portuense. 9 de febrero de 1930.

FERRANDO ROIG, J. (1950): Iconografía de los Santos. Omega.

GARCÍA GUTIÉRREZ, F. (1998): San Francisco Javier en el arte de España y Japón. Guadalquivir.

GOMEZ MORENO, Mª E. (1983): Escultura del siglo XVII. Plus Ultra. Colec. “Ars Hispaniae”, vol. 16. 

GONZÁLEZ LUQUE, F. (2006): San Francisco Javier, copatrón de El Puerto de Santa María. Revista “Cruz de Guía”.

GONZÁLEZ LUQUE, F.: Un lujo para el patrimonio local. Diario de Cádiz, 24 abril 1994.

HERNANDEZ DÍAZ, J. (1972): Juan de Mesa. Diputación Provincial de Sevilla.

MARTÍN GONZALEZ, J.J. (1983): Escultura barroca en España. Cátedra.

MONREAL Y TEJADA, L. (2000): Iconografía del cristianismo. El Acantilado. 

ORTEGA ORTEGA, E.: El resurgir del imaginero cordobés Juan de Mesa. Diario de Cádiz, 24 abril 1994.

VV. AA. (1985): Cádiz y su provincia. Tomo III. Gever. 

 

Este artículo se publicó en la Revista “Cruz de Guía” que edita la Hermandad
de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima del Dolor y Sacrificio de El Puerto de Santa María
en marzo de 2007 (págs. 16-19). Enlaza con otro artículo de la edición de 2006 (González Luque, F.:
San Francisco Javier, copatrón de El Puerto de Santa María. Revista “Cruz de Guía”. Pág. 16).

 

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