TRES LIENZOS DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN EN LA IGLESIA DE SAN GINÉS (MADRID)

Con información de José Luis Montes y José María Quesada


 

 

Al entrar en la capilla de la Virgen del Carmen contemplamos la Inmaculada Concepción firmada por el pintor Francisco Camilo (Madrid, 1615-1673) en el año 1656. Incorporada al templo en 2004, es una de las pocas obras sobre el tema que conocemos del autor, amigo y colaborador del famoso escultor Manuel Pereira. En ella vemos claramente la influencia de Rubens, especialmente en la brillantez colorista de su ejecución.

Francisco Camilo se muestra como un consumado seguidor de la pintura veneciana y flamenca, con una pincelada densa, llena de empaste, que se traduce en carnaciones sonrosadas, azules intensos o grises luminosos. Además podemos reconocer en Camilo a un eficaz pintor de flores gracias al estudio de las rosas y los lirios, símbolos de pureza, que aparecen en la esquina inferior izquierda del cuadro.

La actitud de la Inmaculada es frecuente entre los pintores madrileños de su tiempo: la Virgen asciende a los cielos, arropada por numerosos angelotes, asomando unos su cabeza y otros todo su cuerpecito, que el pintor ha dotado de una seductora gracia infantil. María inclina ligeramente la cabeza y dirige su mirada hacia la esquina superior izquierda del lienzo, donde brota el haz luminoso por el que desciende la paloma del Espíritu Santo. La mano derecha agarra firmemente contra su pecho el broche que una la cadena que sujeta el manto, mientras la izquierda se extiende mostrando la palma recortada frente al cielo.

Este tipo de actitudes se pusieron de moda ante el éxito que debió obtener la Inmaculada Concepción del granadino Alonso Cano que se conservaba en la capilla de San Isidro del templo madrileño de San Andrés, hoy perdida y que solamente conocemos a través de antiguas fotografías.

El gesto retórico parece indicar la aceptación de la Gracia Divina de la Concepción sin mácula; es decir, sin pecado original según la creencia católica elevada oficialmente a dogma de fe por Pío IX en 1854. A diferencia de otras Inmaculadas, las letanías o símbolos que acompañan habitualmente este tipo de representaciones marianas han sido prácticamente suprimidas, con el objetivo de reforzar la idea mencionada.

 

 

En la misma capilla del Carmen podemos ver otra Inmaculada Concepción que, desde antiguo, se atribuye a José Antolínez (1635-1675), otro maestro del pleno barroco madrileño, famoso precisamente por sus numerosas interpretaciones y variantes del tema inmaculista, sobre todo después de 1662, año en que Alejandro VII prohibió mediante bula cualquier manifestación contra esta devoción, defendida ardorosamente por las órdenes religiosas de franciscanos y jesuitas, y combatida, hasta ese momento, por los dominicos.

Estamos, por tanto, ante el más afortunado creador de este tipo de imágenes en el Madrid del último tercio del siglo XVII, ya que son numerosas las que se conservan en la actualidad.

La del templo madrileño de San Ginés de Arlés se encuentra próxima a la que guarda la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid (1666), cuya composición repite, con ligerísimas variantes, la del lienzo de análogo asunto conservado en el Museo Nacional del Prado de Madrid, fechado en 1665 (año anterior al de esta versión), y responde a un tipo que vendrá a ser el más frecuentemente repetido por el artista.

En estas líneas, destacamos del cuadro de San Ginés las calidades de la textura de la túnica de seda que lleva María, verdadero prodigio técnico que nos muestra las consumadas dotes de Antolínez para el color.

 

 

Por último, citar la espléndida obra que preside la capilla de la Inmaculada Concepción, pintada por Antonio González Ruiz (Corella, Valencia, 1711 - Madrid, 1788), uno de los más señalados representantes de la primera generación de pintores españoles incorporados (en su caso, en el año 1744) a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid). Entre sus numerosas creaciones destacan Alegoría de Fernando VI, Protector de las Artes y de las Ciencias, un cuadro que preside el salón de actos de la Real Academia de Bellas Artes, o Alegoría de la Junta Preparatoria de la Academia, conservado en el mismo museo. Alcanzó el título de pintor de cámara en 1756, y llegó a ser director general de la Academia en 1768.

Seguramente, la Inmaculada Concepción es una obra de madurez, y una de sus obras con mayor calidad en la ejecución, tanto en lo que se refiere al dibujo como al colorido, muy en consonancia con el aire rococó que se impuso en el ambiente artístico madrileño de mediados del siglo XVIII.

La gran novedad iconográfica que plantea la imagen de la Inmaculada estriba en su cabeza cubierta con un manto, motivo que había adoptado Giambattista Tiepolo (1696-1770) en su célebre Inmaculada Concepción (1769), encargada para uno de los altares colaterales del Convento de San Pascual en Aranjuez, y hoy guardada en el Museo del Prado de Madrid. No podemos descartar una influencia del artista veneciano, pues en la tradición española sobre este asunto siempre se había mostrado a la Virgen con el cabello suelto. Refuerzan esta idea la paloma que sobrevuela la cabeza de María y las manos que se posan sobre el pecho.

 

FUENTES: MONTES, José Luis y José María QUESADA. Real Parroquia de San Ginés. Guía del Patrimonio Cultural, Madrid, 2009, pp. 41-44 y 53-58; PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso Emilio. Pintura Española de los Siglos XVII y XVIII en la Fundación Lázaro Galdiano, Madrid, 2005, p. 32.

 

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