EL ARTE VIRREINAL EN HONDURAS

Monique Escamilla y Leonel González


 

Honduras posee gran riqueza artística e histórica proveniente de los siglos XVI, XVII y XVIII, creada tanto por artistas españoles, como guatemaltecos y hondureños. A lo largo de la época colonial se dieron importantes manifestaciones artísticas en los géneros arquitectónico, escultórico y pictórico, y a lo largo de la historia del país se desarrollaron centros poblacionales como Gracias, Comayagua y Tegucigalpa donde se concentraron obras importantes de los tres siglos mencionados, traídas de España o Guatemala o echas por hondureños. Fue en las primeras ciudades fundadas en Honduras en los años 30 del siglo XVI, que fungieron como centros de gobierno (Comayagua y Gracias), donde las primeras manifestaciones artísticas tomaron raíces y vieron su continuidad en los siglos posteriores en tres de las ramas artísticas más destacados: Arquitectura, Escultura y Pintura.

 

 

ARQUITECTURA

En la arquitectura virreinal destaca en primer lugar el arte secular, la construcción de innumerables iglesias, capillas y ermitas, edificadas por órdenes religiosas como la franciscana o la mercedaria. En segundo lugar nos quedan obras de orden militar, sobre todo en la costa norte del país, donde se construyeron obras defensivas como la fortaleza de San Fernando de Omoa (fines siglo XVII) y el puesto defensivo de Santa Bárbara en Trujillo, ambos para defender las costas y sus habitantes de los ataques de piratas y bucaneros. En tercero, pero no último lugar, aparece la arquitectura civil en edificios públicos (Casas de Gobierno) y casas privadas.

Las viviendas particulares muestran las siguientes características típicas que embellecen los poblados y dan su nota folclórica al país: La casa es de una sola planta con el tejado de alero saliente, la puerta de entrada centrada y horcones frente a la fachada principal, los cuales sostienen el ancho alero que protege a sus habitantes del sol y la lluvia. El piso puede ser de barro, de tierra y, últimamente, de ladrillo. Un solar o traspatio, muchas veces utilizado como huerto, es parte íntegra de las casas.

En el siglo XVI se fundaron los conventos y ermitas de los frailes misioneros, cuya actividad arquitectónica dejó valiosos edificios religiosos en las ciudades hondureñas, como lo ejemplifican las iglesias de la Merced, San Sebastián o San Francisco, en Comayagua. Estas se caracterizan por los sencillos imafrontes, los remates mixtilíneos y la fachada acompañada de las torres del campanario.

Durante el siglo XVIII la influencia de la Ciudad de Guatemala, capital de la Capitanía General, se extendió hacia el occidente y centro de Honduras, dejando una profunda huella en la arquitectura de la zona. Es así como surgieron admirables iglesias como la actual Catedral de Comayagua (de principios del siglo XVIII), las iglesias de San Manuel de Colohete (hacia 1721) y la Campa (de la primera mitad siglo XVIII), la Catedral de Tegucigalpa (del año 1765), junto con otras iglesias, que se distinguen por las pilastras almohadilladas o corrugadas, elemento típico de iglesias antigueñas. Distintivas son también sus monumentales fachadas de dos o tres cuerpos horizontales, tres calles, sembradas de pilastras corrugadas, nichos con santos y hermosa ornamentación de estuco con motivos vegetales. Pesadas y anchas torres de campanario, a la usanza guatemalteca, previniendo así la acción de los temblores flanquean estas hermosas fachadas.

En la arquitectura secular hondureña predomina la técnica del artesonado, que encuentra sus orígenes en el arte mudéjar. Los artesonados se distinguen en el país por su forma de pirámide truncada sobre la nave central y plano en las naves laterales, sostenido el artesonado por horcones octogonales, zapatas ricamente moldeadas, tirantes labrados con motivos geométricos, recordando motivos mudéjares, y, con frecuencia, cúpulas octogonales armadas en madera, como todo el sistema de la techumbre. En algunos casos, como en San Manuel de Colohete, el artesonado ha sido pintado con motivos florales que se extienden hasta las zapatas.

 

 

ESCULTURA

La escultura hondureña virreinal es un reflejo de la profunda religiosidad de la época, expresada en hermosas esculturas estofadas y en magníficos retablos, siendo los más finos aquéllos retablos de estilo rococó creados en la segunda mitad del siglo XVIII, entre los que destacan el retablo mayor de la Catedral de Tegucigalpa, realizado entre los años 1775 y 1780 por el escultor guatemalteco Vicente Gálvez, lo mismo que el retablo de la Iglesia de la Inmaculada Concepción en Danlí. Los motivos “rocaille” se enlazan entre sí, formando el marco del retablo o sustituyendo por completo los soportes del mismo.

En cuanto a las imágenes de bulto, los reyes españoles como Felipe II y Felipe IV regalaron Vírgenes y Cristos de gran calidad a las iglesias de Comayagua, Santa Lucía o Cedros, surgidas de la mano o escuela de Juan Martínez Montañés o Francisco de Ocampo, grandes maestros de la escultura sevillana. Por otro lado, la Escuela de Guatemala alcanzó tal magnificencia en sus piezas, que tuvieron gran demanda en México y Centroamérica, poblando los retablos hondureños innumerables piezas de esta Escuela.

Hasta ahora sólo se conocen tres nombres de escultores y retablistas hondureños, identificados por el Doctor Martínez Castillo en los archivos de Guatemala y de la Catedral de Comayagua; se trata de Nicolás de Arcila, Vicente de la Parra y Simón Sarabia, quienes trabajaron en algunos retablos de Comayagua. El estudio de documentos de archivo es una fuente importante para la identificación y datación de la escultura virreinal, tareas que hasta ahora han sido muy difíciles, dado que las piezas no llevan firma, o porque el estofado original fue reestofado años después, o la pieza fue mutilada para de sus partes hacer otras piezas nuevas, como lo testimonian cabezas, caras, manos o brazos que aparecen ensambladas en algunas imágenes, como en San Jorge de Ocotepeque. Las acciones de reestofar, reutilizar partes de estatuas por otras imágenes, poner en el siglo XVIII ojos de vidrio a estatuas del siglo XVII, etcétera, son prácticas utilizadas por talladores y retablistas de la Colonia que se extendieron desde México hasta Sudamérica, pasando por supuesto por los países centroamericanos.

Junto a las imágenes de bulto se produjeron imágenes de vestir, a veces con articulaciones, pero cuyos autores tampoco son fácilmente identificables, a menos que los archivos revelen nombres en documentos de contratación de obras. Otro tipo de expresión escultórica son las tallas populares, que consisten en esculturas de bulto que muestran un trabajo rústico, cuya técnica trata de imitar el acabado de alguna escultura que, por lo general, se encuentra dentro del mismo templo, como un Santiaguito que imite al Santo Patrón de una iglesia. Estas imitaciones son producto de un trabajo más bien artesanal que, muchas veces, es local, logrando en algunos casos una muy buena ejecución. Por lo general, estas tallas populares representan al santo patrón y están destinada a las peregrinaciones por las aldeas y caseríos de la parroquia.

 

PINTURA

La pintura virreinal hondureña hace gala de pinceles de excelente calidad, destacando el también retablista Blas de Meza y el pintor hondureño José Miguel Gomes, estudiado por Leticia de Oyuela. Gran parte de los lienzos virreinales fueron creados para las iglesias y conventos hondureños, formando parte integral de retablos o ilustrando desde sus paredes a los fieles sobre la vida y obra de Cristo, la Virgen y los santos.

Gran parte de los lienzos fueron realizados por pintores anónimos, quienes posiblemente eran guatemaltecos, mexicanos y españoles. En el siglo XVI no se acostumbraba a firmar lienzos; a partir del siglo XVII se inicia la costumbre de firmar, aún así, hay un sinnúmero de pinturas que no permiten identificar por este medio a su autor, por lo que hay que recurrir al método de comparación estilística.

Los estudios sobre pintura virreinal hondureña son muy esporádicos, por lo que es necesario hacer investigaciones en archivos y por supuesto en base a los mismos lienzos, para conocer la temática, autoría, estilos y escuelas que predominaron, embellecieron nuestras iglesias e ilustraron a nuestros antepasados.

 

ESTUDIO Y CONSERVACIÓN

El arte virreinal hondureño ha sido poco estudiado hasta ahora por los especialistas en Historia del Arte. Trabajos de investigación como los del Doctor Mario Felipe Martínez Castillo, Diego Angulo Iñiguez y Marco Dorta, entre otros, necesitan urgente continuidad, para dar a conocer a la población hondureña el valioso patrimonio histórico artístico que ha heredado y lo pueda proteger de lamentables saqueos e incluso de la destrucción debida a la ignorancia de quienes son responsables de custodiar estas obras.

 

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