FEDERICO COULLAUT-VALERA, UN IMAGINERO PREOCUPADO POR LA ICONOGRAFÍA

Pablo Jesús Lorite Cruz


 

 
Detalle de la Oración del Huerto de Úbeda (Jaén)

 

Mucho se ha escrito de Federico Coullaut Valera, de su formación, sus obras artísticas, su facultad innata para utilizar la gubia... A todas sus virtudes podemos añadir una más: ser un imaginero iconógrafo. ¿Qué queremos plantear con esta afirmación? La respuesta es clara, nos encontramos ante una persona que no iba concibiendo sus grupos según los realizaba, quizás con la ayuda de teólogos e historiadores que le indicaban las imágenes que debía de haber, sino que su propia formación le permitía entender el misterio que en su mente se formaba y después se hacía tangible en la madera.

La Oración del Huerto de Úbeda (Jaén) responde perfectamente a esta idea, es una concepción de tallas completas en grupo a diferencia de los comunes conjuntos de candelero predominantes en la Baja Andalucía donde nos podemos encontrar con imágenes de diferentes autores que han ido mejorando, ampliando e incluso sustituyendo el grupo a lo largo de los años e incluso siglos. Los misterios de Coullaut Valera están pensados de tal forma que sería inadmisible en los mismos la introducción de cualquier figura secundaria posterior, pues rompería completamente el estudio de espacio que el autor realizó en cada una de sus obras.

Una de las genialidades que diferencian a los grandes imagineros de aquellos que quedan en un segundo lugar es la capacidad de conseguir tallar el espacio, el aire. Somos conscientes de que estamos realizando una afirmación un tanto abstracta, pero bien es cierto que el concepto de ambiente contextualiza una imagen, la cual se pierde en el momento que cualquiera de ellas es suprimida.

Se ha considerado a lo largo de la historia que, si bien no la invención, pero sí la ejecución de los misterios teatralizados de manera dinámica correspondió a Antonio Castillo Lastrucci, y fue la propia ciudad de Sevilla quien a principios del siglo XX atesoró su mayor colección. Lo que en realidad el sevillano realizó fue agrandar los misterios con una considerable cantidad de imágenes e incluso colocar algunas de espaldas; sin embargo, el misterio es mucho más antiguo y los principales los podemos encontrar en el siglo XVIII salidos de Francisco Salzillo. Bien es cierto también que sus concepciones son iconográficamente mucho más cuidadas. La evidencia es que los grandes imagineros del siglo XX tuvieron mucha influencia de su obra y la dulzura que plasmó en ella.

Es curioso que el siglo XX no busca tras los años cuarenta el patetismo, mucho más común en los imagineros actuales, más basados en un neobarroquismo que está dando paso a un hiperrealismo considerable, incluso a veces provocativo y molesto para el fiel.

 

 
Detalle de la Oración del Huerto de Hellín (Albacete)

 

Federico Coullaut presentaba una mayor preocupación por el misterio psicológico. Con estas palabras no queremos afirmar que negara las necesarias posturas dinámicas, pero no empleaba técnicas drásticas en ellas, sino que creaba el ambiente tranquilo, pacifico, embriagando el contexto. Uno de los grupos que mejor define esta idea es el mencionado de la Oración del Huerto de Úbeda (Jaén). Realizó tres muy parecidos. Debemos considerar como el principal el de Hellín (Albacete), puesto que es el primero (realizada en 1945). En términos de composición el de Hellín es el más extraño de los tres al colocar las imágenes en pirámide, de tal manera que todas miran al frente, pareciendo que Jesús es custodiado a sus pies por la desidia, la ignorancia de los apóstoles; su recién fundada Iglesia duerme mientras Él prepara su apoteosis. Arrodillado se levanta sobre los hombres con las manos abiertas abriéndose de corazón al cielo; en esa posición que los practicantes del yoga llamarían vocal "A", la apertura del alma que se expande al universo. Es llamativo que el suspiro que podemos palpar en esos momentos en Cristo es por su sensación tranquilizadora al observar el cáliz que ha aparecido en el cielo y que le es señalado por el ángel. Por ello que sus manos aparezcan relajadas, con las palmas hacia delante en señal de negación a la propia protección corporal y su gesto unido al del confortador de tremenda dulzura.

No hay lugar a dudas de que Coullaut Valera no es genial en la concepción del ángel de Hellín, pues la idea de representarlo con el torso desnudo por la caída de una dinámica y pesada túnica proviene del propio magisterio de Francisco Salzillo, así como la composición de poner los apóstoles a los pies. Lo innovador en Coullaut Valera es el hecho de colocar las imágenes más unidas y negarle esa fuerza psíquica tocada de dinamismo que caracterizó al maestro del siglo XVIII murciano, por una idea más pausada, totalmente reflexiva. Cierto es que la belleza del ángel de Salzillo debió de embriagar a Don Federico y por tanto la reprodujo en este primer misterio; posteriormente, en los dos segundos realizaría una versión más personal del ente celeste (se afirma oralmente que es el retrato de su mujer). No es nuevo aseverar que en las dos segundas versiones buscó el hermafroditismo creando un ente de cuerpo masculino muy idealizado sobre el que giraba una extraña túnica de gruesas telas al estilo de los dioses olímpicos, realizando la añadidura de un rostro femenino que llama poderosamente la atención.

Por ser los tres misterios muy parecidos, al marcar nuestra mirada en Jesús vamos a fijarnos en el de Úbeda. Es curioso que Coullaut cuidó mucho la expresión en la conexión con el ángel, de tal manera que la imagen queda en desconexión absoluta con el fiel; a simple vista no invita a la devoción, ahora bien el escultor quería ésta, y por tanto invita al fiel a que se convierta en una sombra del más allá y se traslade sigilosamente al interior del misterio y observe de cerca la faz de Cristo. El realismo es absoluto, es un rostro descompuesto por el miedo humano, pero muy agradable a la vista. El autor quiso mostrar exactamente ese momento junto a la muerte en que el Hijo de Dios dudó y dejó de ser por un instante Dios para convertirse verdaderamente en un hombre (difíciles palabras que los teólogos todavía no llegan a comprender bien, pero que nos demuestran la faceta humana de Jesús). Se niega la sudoración sanguínea, pero los ojos totalmente caídos muestran la máxima tristeza, incluso en los labios de los tres (muy acuciado en el de Úbeda) se puede percibir un temblor muy cercano al miedo, al hombre vencido por sus propias dudas. Aquel que piensa si su pesada carga, su propia muerte, será la solución para el mundo. El imaginero supo captar muy bien este momento, incluso contraría la idea esbozando una ligera sonrisa (casi imperceptible) en el ángel, demostrando la confortación, pues había llegado el momento para el cual Jesús había venido al mundo.

 

 
Apóstol Santiago de la Oración del Huerto de Úbeda (Jaén)

 

Respecto a los apóstoles, en principio Coullaut Valera no va a descartar la utilización de sus atributos físicos comunes, barba y alopecia para San Pedro, juventud para San Juan, y pelo y barbas marrones para Santiago Zebedeo. Lo más interesante de los tres es ese énfasis que muestra hacia el sueño. En una invitación personal a la relajación, al estado tranquilizador que muestra una noche sosegada de primavera donde el hombre se deja llevar a la dimensión del sueño embaucado por el propio ambiente. Don Federico hará un estudio del plácido sueño de los tres, mientras Pedro con las manos unidas descansa sentado dejando caer la cabeza hacia delante por el propio sentido de la fuerza de la gravedad, Juan cae ligeramente de lado apoyando su mano derecha sobre la cara y quizás la más interesante, Santiago; gustosamente aparece recostado sobre su propio manto, apoyando su cabeza sobre su mano izquierda. Son imágenes idealizadas, pero realistas que buscan el silencio, al igual que todo el misterio. Incluso en los grupos de Úbeda y Orihuela (Alicante) los apóstoles serán desplazados tras la oliva para presentar una situación muy diferente, el descanso frente a la agonía ignorada, pero todo basado en ese ambiente de silencio que el grupo en sí refleja, aquí es donde tenemos la mayor genialidad.

Serán muchas las obras donde Coullaut Valera utilice el concepto de ambiente y talle ese aire, a veces tranquilo, envenenado, explosivo o lleno de sufrimiento. Podríamos realizar una sucesión de todos los momentos en que el autor realizó esta técnica. Simplemente hemos escogido algunas obras muy indicativas para expresar y demostrar lo que venimos indicando en la Oración de Úbeda y sus dos hermanas.

 

 
Detalle de la Oración del Huerto de Orihuela (Alicante)

 

Quizás una de las mejores obras donde podamos sentir esta conceptualización ambiental sea en el grupo escultórico de las Negaciones de San Pedro de Orihuela (Alicante), donde se marca el dolor en base a la considerable distancia que existe entre Jesús y el pescador.

Se representa el momento en que Pedro es acusado por el pueblo llano de ser un seguidor de Jesús y éste le niega. Coullaut Valera quiso mostrar ese momento en que el pilar de la Iglesia se afana de una manera un tanto drástica en negar a Jesús (con la mano derecha puesta en el corazón, signo de jurar) mientras un pastor, en una curiosa actitud de intromisión en una posición chulesca al reclinarse y apoyar el codo izquierdo sobre la misma pierna, increpa directamente a Pedro y dos mujeres sedentes en segundo plano teorizan sobre la verdad del apóstol.

Coullaut fue capaz de "tallar el sonido", pues la negación llega como un breve susurro a Jesús que ligeramente detiene su paso acelerado por los brutales sayones para dirigir brevemente la mirada a su Piedra. Es el momento en que se cumple la profecía de la traición por miedo y el gallo a los pies de aquel que moriría crucificado al revés demuestra las palabras de los evangelios (Pedro, antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres).

Aparte de que Coullaut vuelva a tener influencias de Salzillo, por ejemplo en las vestiduras un tanto atípicas de las imágenes, la dulzura de Cristo, un exquisito gusto por las telas y las carnaciones... El interés principal cae en la composición, al representar ese momento congelado, pero no haciéndolo desde la frontalidad, sino curiosamente el grupo debe de ser observado desde el lateral izquierdo en una composición semicircular que empieza en Cristo y termina en Pedro ocupando todo el lateral derecho a pesar de formar dos grupos diferenciados. ¿Por qué hace esto? Es su solución genial para tallar ese espacio, en el cual cada imagen cambiada de su posición rompería completamente la armonía. El lateral de la izquierda es un espacio de respeto, reservado y limpio para sentir y apreciar el sonido que es el verdadero motivo genial de toda la composición.

 

 
Detalle del Prendimiento de Orihuela (Alicante)

 

Para la misma ciudad realizaría el misterio del Prendimiento. En este caso la influencia de Salzillo es indudable, sobre todo por presentar el momento en que Cristo al ser prendido es defendido por San Pedro que con su espada en alto y en primer término, agarra con su mano izquierda (la mano de la ira, de las malas intenciones) el brazo de Malco mientras se dispone a cortarle la oreja con la espada en alto.

El momento presenta dos visiones, en primer lugar el dinamismo de la Ira, mientras que Jesús presenta la Templanza alargando desde la lejanía su mano para parar el conflicto. Se puede leer en el espacio la enseñanza que Cristo en ese momento da a San Pedro, la figuración de esa virtud queda demostrada en Jesús, mientras que Pedro sería el vicio contrario, por tanto Coullaut Valera no negó una lectura iconológica y moralizante en el grupo.

 

 
Resucitado de Hellín (Albacete)

 

Podríamos enumerar muchas más obras, pero queremos finalizar con la Resurrección de Hellín. El tema de la Resurrección de Cristo siempre ha sido complejo para los imagineros, pues no es nada fácil concebir un cuerpo glorioso, además de que permiten una considerable imaginación y libertad por parte del tallista en un tema que posiblemente tan solo trate una vez en su vida.

Coullaut, al igual que hiciera Amadeo Ruiz Olmos para Baeza (Jaén), eligió el momento en que Jesús asciende al cielo desde el sepulcro, desnudándose por la propia caída del Santo Sudario. Hasta aquí es algo muy común en los imagineros, pero ambos artistas decidieron tallar la explosión, el resplandor que debió de producir aquel momento en los vigilantes, por ello que no los hagan durmiendo, sino caídos en suelo y aterrorizados ante una fuerza lumínica sobrenatural que les impide acercarse a la divinidad, creando verdaderamente una onda expansiva que separa dos mundos. Ruiz Olmos creará el espacio con cuatro soldados aturdidos en las esquinas en diferentes escorzos. Coullaut solo creará la onda hacia delante, tomando los soldados la misma posición, uno de ellos a pesar de sostener la lanza se tapa la cara con el brazo derecho mientras cae de espaldas, el otro verdaderamente sorprendido se apoya en tierra y de espaldas como el que teme lo peor gira la cabeza para ver que está ocurriendo.

El gesto del Cristo de Coullaut Valera es mucho más ascendente que el de Ruiz Olmos; mientras este artista se basa en la bendición, en el Cristo que se encuentra con los hombres, a Coullaut no le interesa la conexión con el fiel, sino una idea más moralizante, presentar al verdadero Dios; por ello, con su mirada dirigida al Padre, el Redentor señala con la mano izquierda el mundo terrenal al que ha vencido, mientras que con la derecha muestra al cielo el sigo (el trono) por el cual ha salvado al mundo.

Tras Jesús, la presencia de un ángel con caracteres muy parecidos a los de las Oraciones del Huerto de Don Federico Coullaut Valera (semidesnudo, hermafrodita, de largas alas). Guardando ese propio espacio de respeto, abre su alma para recibir la grandeza de Cristo, en recuerdo a ese mismo ángel que le presentaba el cáliz en su agonía de Gethsemaní.

 

Fotografías de Úbeda de Carlos J. Gómez
Fotografías de Orihuela de Pablo Jesús Lorite Cruz

 

Nota de La Hornacina: Pablo Jesús Lorite Cruz es Licenciado en Historia del Arte.
Extracto del artículo homónimo publicado en "Gethsemaní", Úbeda, nº 27, 2010, pp. 59-64.

 

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