SAN JUAN DE ÁVILA VISTO POR EL ESCULTOR JESÚS ARÉVALO

Jesús Arévalo Jiménez y Fidel González Fernández (10/05/2020)


 

 
 
Fotografía: Jesús Arévalo

 

Introducción

Hacer esta escultura supuso para el autor un periodo de aprendizaje y profundización en los aspectos que uno intuye a la hora de caracterizar y recrear a una persona concreta, en este caso su admirado San Juan de Ávila. Supuso un reto en el ejercicio de la paciencia y en el desarrollo de la técnica de la talla directa.

Comenzó la obra hace unos cuatro años, pero se vio obligado a interrumpir los trabajos por causas imperiosas, teniendo que atender encargos urgentes para entidades como el Arzobispado y el Ayuntamiento de Madrid. Esta deriva de los acontecimientos fue verdaderamente providencial, pues llegó al periodo de finalización de la obra con unos conocimientos mucho más maduros, asentados, profundos y personales del santo, de lo que eran su prédica y manera de ser, finalizando y entregando la obra en una fecha propicia, justo al comenzar el año jubilar avilista en Córdoba, con motivo del 450 aniversario del "dies natalis" de San Juan de Ávila.

El ademán de la figura, su actitud, fue en un principio intuido completamente, después leyó el "Audi, Filia" intentando descubrir a través de sus escritos su personalidad. Pero el libro que más le ayudó y más confirmó sus sospechas fue la biografía que hizo de él su contemporáneo y amigo fray Luis de Granada. Este libro llegó a él en una edición muy antigua a través de su profesor de geografía e historia y después querido y admirado amigo Manuel Suárez. En este libro se detallan aspectos cruciales que a continuación se exponen, y que ha querido el autor dejar plasmados en esta obra.

La escultura fue concluida el día 9 de abril de 2019 y trasladada el día siguiente al Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater "San Juan de Ávila" de Córdoba. Fue presentada y bendecida la imagen el 16 de mayo de 2019 por el obispo de Córdoba, D. Demetrio Fernández González.

Una copia a menor tamaño de la misma (123 cm), en resina policromada, irá colocada en la hornacina, vacía actualmente, de la fachada del seminario, antigua iglesia del convento cordobés de San Pedro de Alcántara. Ello ha sido posible gracias a que el autor ha cedido los derechos para ello atendiendo al buen criterio de su destino. Al pertenecer el inmueble al entorno de protección de la Capilla de San Bartolomé, declarada Monumento Histórico-Artístico y Bien de Interés Cultural, ha sido necesario también contar con el informe favorable de la Comisión Provincial de Patrimonio de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico.

 

 
     
     
Fotografías: Jesús Arévalo

 

Símbolos

 

1. Su rostro
"Nunca mudaba aquel semblante y serenidad de su rostro, lo cual manifiestamente procedía del recogimiento y composición del hombre interior, que redundaba en el exterior. Esto era perpetuo en aquel padre en todo tiempo y lugar, fuera cual fuera la situación, siempre conservaba la misma serenidad, tan grande era el hábito que desto tenía adquirido; en su semblante se veía una gravedad, no sola sino acompañada de humildad y mansedumbre... yo nunca vi en él otro semblante, que el que se ve en un hombre que sale de una larga y devota oración (se admiraba de que la gente pudiera vivir sin oración)". Templado es el adjetivo que usaba Fray Luis de Granada para definirlo. Se trata de un rostro que no se alteraba con nada, siempre sereno.

2. Su actitud y presencia
"Tenía una singular humildad y mansedumbre, dominaba completamente la ira" (de ahí las manos poderosas pero mansas y cálidas). "Se puede decir que a este hombre solo con verle nos edifica; esta manera y composición del hombre exterior hacía que todos los que con él estaban le tuviesen una singular reverencia y acatamiento". Se encuentra apoyado ligeramente sobre su pierna izquierda, en una actitud tranquila, como a punto de comenzar a andar, pero sin ningún gesto estridente ni forzado. Emana de él alegría, paz... Aparece la imagen con unos fuertes brazos. Esa fortaleza física quiere expresar la fortaleza que no se ve, la espiritual, con la que predicaba y exhortaba.

3. Su elocuencia
"Provenía del dolor y el amor, de lo que el Espíritu Santo le inspiraba, que era mucho, y se veía obligado a trabajar mucho para resumir sus sermones; la palabra de Dios en su boca era como una espada de doble filo que hería muy profundamente a los que le oían (dándose casos de conversiones como la de San Juan de Dios que se convirtió y quedó como loco por escuchar un sermón suyo). Su conversación era adecuada a cada persona y trabajaba con todas sus fuerzas para sacar a los hombres del pecado e instruirlos como maestro de novicios". Tantos santos tuvieron contacto con él. Es por eso que fue llamado "Maestro de santos": San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Juan de Ribera, San Carlos Borromeo, Santo Tomás de Villanueva, San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de Ávila, San Ignacio de Loyola.

4. Su mirada
"Pues qué diré de la manera de sus ojos, san Vicente en su tratado de la vida espiritual, aconseja al religioso que no extienda su vista más allá de lo que ocupa la estructura de un crucifijo, y así hacía él". Es quizás lo más complejo de la obra. Dibujar los ojos es personalizar la escultura. Está como perdida, absorta, profunda, en oración continua.

5. Pobreza y abstinencia
"Amó la pobreza y abstinencia por ser amigas entre ellas; siendo rico se desprendió de todo salvo de un humilde vestido de paño bajo y algunos libros, sus pies desnudos por arriba, aunque todo el tiempo que vivió no le faltó nada ni quiso nada. Como dice la Escritura era un pobretón que enriquecía a muchos". Aunque poseía muchas riquezas, sus padres tenían unas minas de plata al ser ordenado presbítero, todo lo vendió y lo celebró comiendo con doce pobres, para ir a evangelizar sin alforja y sin dinero. Claro ejemplo de ello es su manto: "Viejo y raído igual que el resto de sus vestidos, no quiso desprenderse de él ni aún cuando se lo pidió el arzobispo de Granada". Obispos, arzobispos, condesas, marquesas, quisieron cambiarle su manto por otro nuevo. Pero él siempre se resistió. Hasta el punto de que una noche, le robaron su raído manto. Al despertar y reclamar su manto, y no aparecer, tomó una vieja tela que encontró, y así se presentó en las vísperas de la Navidad. Ante la sorpresa de los presentes, afirmó no quitárselo hasta que no apareciera el suyo. Finalmente, apareció el "ladrón" y su manto raído.

6. La cruz
Con su mano derecha la agarra de forma firme, pero sin tensión. Ha querido representarlo así, porque fue así como murió: con el Cristo en su mano y diciendo: "Jesús y María". Es también un signo de admiración por San Pablo, quien no se gloriaba sino en la cruz de Cristo. De su boca no paraban de salir frases de las cartas de San Pablo. Santo Tomás de Villanueva, tras salir de escuchar un sermón de nuestro santo, dijo: "Vengo de oír al mismo San Pablo explicarse a sí mismo".

7. El libro
No ha querido identificarlo con ningún libro en particular, como en otras obras con el "Audi, filia", su principal escrito, para significar su amor al estudio y a la lectura de los Santos Padres. Pero es seguro que su libro de cabecera sería la Sagrada Escritura, que se la sabía de memoria. En su época se llegó a decir que, "si por desgracia la Biblia se llegara a perder, él solo la restituiría a la Iglesia, porque se la sabía de memoria". Y así lo quería para sus colegios y convictorios en la formación de presbíteros.

 

 
 
Fotografía: Jesús Arévalo

 

Detalles técnicos

La talla ha sido realizada de una pieza en un tronco centenario (unos 120 años) de cedro del Líbano de una calidad y nobleza óptimas. El cedro del Líbano es el árbol más citado en las Escrituras. Desprende el olor que invadía el templo de Jerusalén. No le afectan los xilófagos ni los hongos. Posiblemente es el material simbólicamente más apropiado para representar a un santo. Conseguir una materia prima de estas características es prácticamente imposible y de costes impredecibles.

Dice el salmo 29: "La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica, la voz del Señor descuaja los cedros, el Señor descuaja los cedros del Líbano".

De este modo una ciclogénesis explosiva desgajó los cedros centenarios del Real Sitio de la Granja de San Ildefonso, en Segovia. Y con el apoyo del Departamento de Escultura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid y contando también con el apoyo y mediación del propio presidente de Patrimonio Nacional, le fueron donados tres de estos cedros. Uno ha tenido por destino ser el "Cristo crucificado" de la tumba de Carmen Hernández, otro nuestro "San Juan de Ávila" y un tercero que representará próximamente a la "Santísima Virgen María Madre de Todos los No Nacidos".

El cedro es una madera que tiene un olor maravilloso, pero principalmente tiene un gran valor simbólico por tantas reseñas que tiene en la Biblia por diversos motivos. En la facultad, normalmente se enseña a tallar con maderas ensambladas. El autor empezó a tallar troncos de cedro de casualidad, en una obra en la que trabajaba de encofrador a la vez que estudiaba. La dificultad que tiene es que los troncos, cuando crecen en estado salvaje, tienen nudos muy grandes y, además, con un tronco sólo hay un intento para tallarlo. Si te equivocas, no hay manera de arreglarlo. Pero tiene de genial la continuidad de la veta por toda la superficie. Es muy interesante como el material "participa" con sus grietas y nudos y hay que ir adaptando y contrarrestando. El resultado es una obra que más que buscarla te la vas encontrando y por lo tanto es única e irrepetible.

La técnica utilizada para la talla de esta imagen ha sido la de la talla directa. La talla directa es básicamente un acto de fe, una búsqueda y sobre todo un encuentro con la imagen trabajando directamente sobre el tronco. Podría decirse que es la modalidad más pura de esculpir y en la que más interviene la oración y la confianza en el Señor. Además, se trata de una escultura hecha toda de una pieza, toda del mismo tronco, sin añadido ni postizos. De hecho, se ha querido dejar la misma base del tronco a modo de peana para hacer ver el diámetro del tronco trabajado (algo más de lo que se puede apreciar actualmente, ya que fue recortado levemente).

La policromía ha sido realizada con pigmentos naturales y tradicionales al temple directamente sobre la madera y aplicación de oro de 24 quilates. Esta policromía viene a completar la propia naturaleza de la madera compuesta por vetas, nudos y manchas.

Al igual que en la belleza de la naturaleza, donde el cielo liso canta la textura de las montañas rugosas; las montañas rugosas cantan la textura de los árboles. Así en esta escultura aparecen tres diferentes texturas que pretenden realzar la belleza una de la otra. La primera textura es la de las manos, el brazo, el pie, el Cristo, el libro y la cabeza, una textura pura, lijada, refinada, esculpida al detalle, pero sin policromar, solo una ligera veladura. En las manos, por ejemplo, se aprecian perfectamente las venas, los nudillos, las uñas... El mismo libro parece estar hecho con pastas de piel. Esta textura pura canta la siguiente textura: la del negro hábito que mantiene la textura de herramientas, en la que se ha dejado vista en ella el uso de los diferentes utensilios usados: gubias, hachas... Es de subrayar en esta textura el cíngulo: cómo va cayendo y apoyándose al mismo tiempo sobre el hábito, y la botonadura de éste. Esta segunda textura canta y resalta la tercera, que es el manto: una magnífica obra de arte, elaborado minuciosamente "hilo a hilo" y policromado. En el manto se aprecia perfectamente la característica de "raído" de la que hablan sus biógrafos: zonas desgastadas, algunos remiendos, zonas en las que el hilo ya está muy abierto... incluso las rajas del tronco y sus nudos, presentes en el manto, están integrados en el aspecto viejo del mismo.

La obra inspirada que se encuentra tiene una finalidad catequética, una catequesis que perdura en el tiempo y que no sabemos quién y en qué momento de su vida va a recibir, aun cuando nosotros ya no estemos. Se trata de una excelente obra de arte cuya pretensión fue mover dentro del espectador el deseo de la conversión y alcanzar al Seminario Redemptoris Mater de Córdoba y a todos los que la visitan.

 

 
 
Fotografía: Jesús Arévalo

 

El escultor

Nacido en Madrid, en 1977. Jesús Arévalo es un escultor madrileño. Se licenció en Bellas Artes y es el sexto de diez hermanos. Está casado, tiene cuatro hijos. Pertenece a una comunidad neocatecumenal de la parroquia madrileña de la Paloma. Se dedica fundamentalmente a la escultura religiosa y sus obras y colaboraciones pueden admirarse en diversos museos, en la capilla donde está la sepultura de Carmen Hernández (Cristo), en la Catedral de la Almudena (relieves de la fachada), en la Domus Galilaeae (escultura de las Bienaventuranzas) de Israel, en el parque de Valdebebas (Virgen del Abrazo) o en colecciones privadas.

Dios es quien da el querer y el obrar. Y también da el celo. "Tú buenamente empiezas a pensar, comenta él mismo, cómo hacerlo y te pones a ello, a veces con gran ansia. Es imprescindible estar en estado de gracia. Hay que rezar, confesarse." "Yo, si soy escultor es porque Dios quiere. Eso lo tengo clarísimo.", dice Arévalo.

Antes de entrar a Bellas Artes pensó en estudiar biología o ingeniería técnica forestal. Su padre le dijo, desde su discernimiento y fe, que tenía un don y una vocación a la que ser fiel y que se dedicara a ello, aunque se muriera de hambre. Que no escondiera los talentos que el Señor le había dado. Le dejó atónito su confianza en Dios en este sentido. Aunque estuvo muchas veces a punto de dejar la carrera porque no le gustaba lo que vivía en la facultad, sus palabras produjeron en él una gran determinación.

Licenciado en Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) con Matrícula de Honor en Técnicas y Procedimientos Escultóricos en el año 2005. De Jesús Arévalo afirmó el Departamento de Escultura, de la Facultad de Bellas Artes UCM: "posee una cualidad que solo unos escultores han demostrado tener a lo largo de la Historia, cualidad que le permite intuir las formas que se ocultan en el interior del material, para después liberarlas con gran gusto compositivo, y una mezcla de sensibilidad y expresividad que suscitan auténtica pasión y las hace difíciles de olvidar".

En el año 2006 fue artista invitado a las XXVI Jornadas de Patrimonio Cultural de la Iglesia y realizó un curso de Adaptación Pedagógica CAP. Ha participado como ponente y artista invitado en las Jornadas de Patrimonio Cultural de Confer Nacional. También realizó una exposición conjunta en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid y en la Fundación Fran Daurel de Barcelona. Colaboró en la realización del conjunto escultórico "El Sermón de la Montaña" en la Domus Galilaeae International Center de Israel. Fue también colaborador honorífico y artista invitado por el Departamento de Escultura de la UCM.

En los años 2008-2009 realizó el monumento escultórico en bronce a San Miguel Arcángel y en 2012 las puertas en bronce y madera del Museo del Ioanna et Alexander Ars Scrinium. También, como hemos apuntado antes, colaboró en la proyección y realización de los relieves en roca caliza para la fachada principal de la Santa Iglesia Catedral de Santa María de la Almudena en Madrid: "La Pesca Milagrosa" y "Caída de San pablo Camino de Damasco". Precisamente en 2013 realizó en roca caliza la escultura de la Virgen de la Almudena, Patrona de la Villa de Madrid, situada en el lugar de su mítica aparición en la Cuesta de la Vega.

En 2015 participó en la feria de arte FLECHA. En 2016 fue cuando finalizó los citados trabajos en tronco centenario de cedro del Líbano, del Crucificado de la tumba de Carmen Hernández. Ha sido escultor invitado por LIGNORUM y ponente de conferencias sobre la talla en madera organizadas por la Fundación de Amigos del Museo del Prado. En 2017 realizó el conjunto escultórico de la capilla del Arzobispado de Madrid.

 

 
     
     
Fotografías: Jesús Arévalo

 

Excursus sobre el arte del escultor

El arte cristiano va encaminado a un encuentro personal con Dios. Todo empieza en la Encarnación de Cristo, cuando se hace hombre. Desde entonces, las imágenes han tenido una importancia teológica y sacramental en la Iglesia de oriente y antiguamente, antes del Renacimiento sobre todo, también en occidente. Después, principalmente con el barroco, el arte comenzó a ser más devocional y sentimental, que también tiene su importancia, mostrando también la cercanía de Dios. Esto tiene su reflejo en los diversos estilos, algunos son más catequéticos y otros muestran más la teoría de la religión católica.

Es más fácil rezar ante una imagen. Las imágenes bizantinas, los iconos, son una catequesis. También las imágenes pueden tener una función de empatía, como en el Barroco castellano.

En el modernismo hay una idea de la belleza como un lastre academicista que hay que superar. Se hace el razonamiento simplón de que, si la obra no busca la belleza, has superado los condicionamientos de la academia, te has liberado. Es una actitud que va abocada al fracaso, porque desde que nacemos estamos necesitados de belleza, aunque hay mucha gente que ya se haya acostumbrado a vivir sin ella. En sus obras intenta encontrar una belleza atemporal. En el caso de la escultura religiosa, el camino es el encuentro con Jesucristo, con el arte como una vocación. El objetivo es que una escultura sirva para que los espectadores y el escultor se encuentren con Dios. No se trata de superar nada, sino lo que Dios quiera que salga. Por supuesto, tienes que esforzarte, tienes que saber arte y escultura, tienes que tener nociones de equilibrio, de belleza...

Un profesor que tuvo le decía que la escultura, la pintura y el arte religioso en general de la Iglesia ahora están desprestigiados. Y es verdad que buena parte del arte religioso que se hace ahora es bastante malo o se encarga a artistas que o no son católicos, o no entienden el tema. Esto es como hacer un poema sobre tu madre. ¿Quién puede hacer el poema mejor que su propio hijo? Bueno, pero es posible que el hijo sea un pésimo poeta y lo que le salga sea un churro. Entonces, se lo encargas a un gran poeta, que hace un poema muy bueno pero la madre que aparece no es tu madre, porque a tu madre no la conoce nadie como tú. ¿Cuál es la combinación ideal? Que sea un gran artista y que sea católico. No basta informarse sobre el cristianismo, porque el cristianismo supone una experiencia de vida y si no la tienes, estás trabajando sobre algo que no conoces.

Antiguamente, desde el arte paleocristiano, todo estaba supeditado al obispo, que discernía si eso que se representaba era fiel imagen de Dios, María y los santos. A una de las pastorcitas de Fátima le enseñaron varias imágenes y le preguntaron cuál se parecía más a la Virgen. Ella señaló un icono de cientos de años de antigüedad. Lo había pintado un monje, que había estado rezando mientras lo pintaba, junto con toda su comunidad, y luego había sido llevado ante un obispo que lo había aprobado en nombre de la Iglesia.

La función catequética del arte, la espiritualidad y trascendencia que transmitían los códigos antiguos, sufrió una gran decadencia a partir del Renacimiento y el Barroco, aunque anteriormente también pasara en algunos casos. La Iglesia, que seguía siendo la gran mecenas y escogía a los mejores artistas, abanderó un arte que dejó de tener un fin primordialmente catequético concediéndose mayor importancia a lo estético y anecdótico, a lo propagandístico también, relegando en muchos casos el mensaje a una mera excusa para desarrollar técnica y virtuosismo. De un arte más catequético se pasó a un arte más de temática religiosa, aunque esto está también lleno de excepciones que producen una fuerte experiencia espiritual en el espectador.

Ahora, el problema es que, igual que decíamos de la belleza, parece que el contenido también es un lastre academicista. Se busca "el arte por el arte", que es como comer por comer, hacer las cosas sin mayor intención y a la vez nos perdemos en un mar de infinitas justificaciones, motivos y tendencias. Hacia el contenido religioso hay un tremendo rechazo por prejuicios, complejos y por el escándalo que produce el arte religioso (a veces muy justificado, porque es malísimo cada vez en más casos) y eso ya desde la facultad. Tiene mucho que ver con la sociedad en que vivimos, que sufre de muerte óntica, de muerte del ser, un gran nihilismo, una búsqueda desde el rechazo de lo que somos, una sociedad con bases cristianas, y por eso el arte que se hace es, por ejemplo, expresionismo abstracto, a pesar de que le gusta mucho, o un hiperrealismo frío y cadavérico, instalaciones, performances... arte efímero, erudición sin arte... muchos prejuicios y justificaciones entre infinitas tendencias que dan como resultado arte de mucha y de muy poca calidad sin criterios claros.

La Iglesia frente a esto se refugia muchas veces en refritos que dejan un rancio sabor de boca. O distorsiona el mensaje por querer trasmitirlo con códigos vanguardistas incomprensibles o que no se adaptan al fin catequético, resultando un quiero y no puedo, un quiero ser moderno y no lo consigo convincentemente.

La Iglesia también se acompleja frente a la presunción de elitismo del artista. Y el artista no reconoce la autoridad de la Iglesia. Sería muy bueno que los artistas católicos obedecieran de nuevo al obispo y que éste se sintiera con autoridad, desde el discernimiento y conocimiento de Dios que le otorga el Espíritu Santo como gracia de su estado, para decir "esta obra ha costado 50 millones de euros, pero no vale; hay que quitarla porque no es Cristo o no es el amor de Dios”. Tiene que haber ese discernimiento porque el arte en las iglesias y la liturgia es algo inspirado por Dios, de vital importancia. También conviene mucho que el obispo tenga sensibilidad artística, eso se puede educar o, por lo menos, despertar una consciencia y ser consecuente después.

 

 
 
Fotografía: Obispado de Córdoba

 

San Juan de Ávila

Juan de Ávila nace en Almodóvar del Campo, Campo de Calatrava (Ciudad Real), el 6 de enero de 1499 según unos o de 1500 según otros. Pertenecía a una acomodada familia, propietaria de minas de plata en Almadén. Su padre, de origen judío, pertenecía a los llamados "cristianos nuevos" con todas las sospechas que el hecho representaba. Sin embargo recibió una buena formación cristiana en su familia.

Desde 1513 a 1517 estudia derecho en Salamanca, sin acabar tales estudios. Los retomará en 1520 hasta 1526 en la recién fundada Universidad de Alcalá. Por ello respira ya muy temprano con los dos pulmones culturales de la España de entonces: las universidades de Salamanca y de Alcalá. En ellas asistimos a un renacimiento del humanismo renacentista, con vuelta a los estudios bíblicos, referencias a una teología positiva y reformismo eclesiástico. Encontramos también en ellas corrientes humanísticas, filosóficas y teológicas de matrices diversas, y en medida menor el influjo de humanistas como Erasmo y Tomás Moro. En estas universidades echan sus raíces conocidos teólogos que ejercerán un fuerte influjo en el Concilio de Trento.

Entre los diversos protagonistas de aquel renacimiento cultural y teológico, nos encontramos precisamente con Juan de Ávila. Es ordenado sacerdote en 1526 y celebra su primera misa en su Almodóvar. Ya desde aquel primer momento se ve su elección evangélica radical: distribuye todos sus haberes a los pobres, que invita a la mesa de su primera misa. Un año después quiere ejercer de misionero en México. Por ello se dirige a Sevilla. En esta ciudad, entonces la más poblada de España, mientras espera poder embarcarse, se dedica a la predicación y a la catequesis entre una población heterogénea y escasamente evangelizada, visitando también cárceles, hospitales y hospicios. Pero el arzobispo de Sevilla, Alonso Manrique, cambiará sus planes, invitándole a permanecer en España. Juan de Ávila se encontrará unido a Andalucía con el título de "Apóstol de Andalucía".

Tras los éxitos de su predicación, que cosechaba numerosas conversiones, fue acusado ante la Inquisición por algunos sacerdotes envidiosos. Fue detenido, encarcelado y procesado por aquel Tribunal entre 1531 y 1533. Durante aquellos meses de cárcel escribió su obra principal "Audi, filia". Al final fue absuelto, pero la Inquisición limitaba su predicación a las ciudades de Écija, Alcalá de Guadaíra y Lebrija.

En 1535 se trasladó a Córdoba, que se convertirá en su diócesis y residencia normal hasta 1555. Allí conoce al dominico fray Luis de Granada que será en adelante amigo y su primer biógrafo. Desde Córdoba se mueve por las ciudades y pueblos de Andalucía en sus andanzas apostólicas. En Montilla funda el Colegio de San Pelagio para la formación de los sacerdotes y luego el Colegio de la Asunción. También desde Córdoba organiza las misiones populares a lo largo de toda Andalucía, Extremadura, La Mancha y los pueblos de Sierra Morena. Estos viajes apostólicos los llevaba cabo acompañado por sus discípulos.

Comienza así aquella escuela sacerdotal que pasará más allá de las fronteras de Andalucía y de la misma España. Y precisamente durante estos viajes va fundando instituciones educativas y universitarias, seminarios y convictorios para la formación de los sacerdotes. Juan de Ávila no solamente predicaba, sino que se preocupaba también de los problemas concretos de la gente. Así, por ejemplo, ante el problema del agua inventó algunos métodos para su extracción. Pero sobre todo sembraba paz y reconciliación por doquier.

Probablemente fue en Granada donde se le concedió, según algunos, el título de Maestro en teología. Según otros habría sido en Sevilla. De todos modos, en Granada tuvo el encuentro que llevó a Juan Ciudad o Citad a su conversión; el futuro san Juan de Dios, fundador de los Hermanos Hospitalarios, que se convertía así en su hijo espiritual. En Granada predicó también varios sermones que se harán famosos, como el sermón del Corpus Christi de 1542. Tuvo este sermón tras una fuerte experiencia mística y una visión de Cristo.

En Baeza, fundó el Colegio Mayor (de carácter universitario), que será reconocido por Carlos V y por el papa Paulo III, que nombrará a Juan de Ávila copatrono, y en 1542 se convertirá en Universidad. Aquí serán formados muchos de sus sacerdotes, que gozarán de una reconocida fama evangélica y de buen nivel intelectual.

Llega así a la última etapa de su vida, consumida por el Evangelio. Su actividad apostólica seguía las huellas de los apóstoles. Conjugaba horas largas dedicadas al confesonario con las visitas a los enfermos, el catecismo a los niños y el estudio. Vivía por elección una vida austera; se alojaba en casas pobres, prefiriéndolas a los palacios de los señores. Su salud física comienza a consumirse a partir de 1551. Ello le llevó a pararse en Montilla, a partir de 1554 hasta su muerte en 1569. No aceptó la invitación de la marquesa de Priego para que se alojase en su palacio. Prefirió una casa sencilla, consagrándose a la oración, al estudio, a la predicación, al confesonario y a la dirección espiritual. Deja huellas profundas por doquier; pero fueron especialmente los sacerdotes y los clérigos y novicios de la Compañía de Jesús, sus predilectos, donde tal huella se notará más.

Durante este último periodo de su vida dedicó también un buen tiempo a escribir algunas de sus obras, como la redacción definitiva del "Audi, filia". También mantiene una asidua correspondencia con algunos santos como Ignacio de Loyola, que lo habría querido en la Compañía de Jesús, y Teresa de Jesús, que le hizo llegar su autobiografía, que él valorará altamente. Según su biógrafo Muñoz habría renunciado a las diócesis de Segovia y de Granada, e incluso al capelo cardenalicio que le habría ofrecido Paulo III.

Tras una pesada enfermedad, acompañado por sus sacerdotes y amigos jesuitas, y tras haber recibido el Santo Viático, Juan de Ávila entregó su vida a su Señor el 10 de mayo de 1569. Fue sepultado en la iglesia de la Compañía de Jesús, en Montilla, como él había deseado. Sobre su sepultura fue escrito: "Messor eram", lo cual correspondía perfectamente a cuanto él había vivido a lo largo de su vida sacerdotal. Su canonización no llegaría hasta 1970 de la mano de Pablo VII. En 1946 Pío XII lo había proclamado Patrono del Clero secular español.

 

 
     
     
 
     
     
Fotografías: Obispado de Córdoba

 

FUENTES

GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Fidel. "San Juan de Ávila: una gracia oportuna en una época de crisis y conflictos", en Anuario de Historia de la Iglesia, nº 21, Pamplona, Universidad de Navarra, 2012, pp. 107-110.

 

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