PRESENCIA DEL CÍRCULO ARTÍSTICO DE JERÓNIMO HERNÁNDEZ EN COLOMBIA (I)

Jesús Andrés Aponte Pareja


 

 

 

La gran mayoría de los escultores afincados en Sevilla durante la segunda mitad del siglo XVI y el primer tercio del XVII volcaron parte de su producción al comercio con el Nuevo Mundo, de lo cual pueden dar fe muchos de los documentos encontrados en el archivo de protocolos notariales de la capital hispalense.

Sin embargo, resulta extraño el hecho que, siendo el escultor abulense Jerónimo Hernández una de las figuras más señeras de la escuela sevillana de escultura, no se tenga conocimiento hasta ahora de obras documentadas que le pertenezcan en tierras americanas. Caso contrario de quien fuera su maestro, el también escultor e imaginero Juan Bautista Vázquez el Viejo, quien gozó de un significativo número de encargos, y, en menor medida, del de uno de sus más avezados alumnos: el jiennense Andrés de Ocampo, con participaciones documentadas en tan sugestivo comercio. No obstante, la personalidad y la plástica de Jerónimo Hernández llegaron hasta las Indias a través de alumnos formados en su círculo o de obras remitidas desde Sevilla que acusan las características de su estilo.

Uno de los alumnos de Hernández que emigraron a tierras americanas fue Diego de Robles, autor de las vírgenes ecuatorianas del Quinche, el Cisne y la desaparecida del santuario del Guapulo, entre otras obras. Vírgenes todas ellas de gran inspiración y veneración por parte del pueblo de Ecuador, siendo de gran importancia y referencias obligadas en el estudio del origen de la escuela quiteña de escultura.

 

 

 

Otras tallas llegadas desde la metrópoli, o bien realizadas en América por escultores salidos de la órbita de Hernández, son el magnífico Cristo Yacente del Convento de san Agustín de Quito, la Virgen con el niño de la Catedral de La Paz, en Bolivia, ya relacionada con el escultor abulense por los investigadores bolivianos José de Mesa y Teresa Gisbert, y la soberbia virgen del Rosario de la ciudad peruana de Jauja, de origen incierto pero, a mi modo de ver, muy comprometida con el quehacer de Hernández y su órbita, pudiendo relacionarse con la Virgen del Prado de la Iglesia de San Sebastián de Sevilla, imagen insistentemente atribuida a Hernández.

Colombia, antigua Nueva Granada, no fue ajena a su influjo, contando en la actualidad con un selecto número de esculturas que, claramente, reflejan la plástica romanista acuñada por Hernández en su taller de Sevilla.

Comenzaré con la presentación de dos magnificas esculturas localizadas en Valledupar, población fundada en la región caribeña de Colombia en 1550. Me refiero a la Virgen del Rosario y al Cristo Atado a la Columna, piezas de bulto redondo, de tamaño algo menor que el natural e inestimable aprecio por parte de la población, que las venera como patronos, haciéndolas parte de numerosas leyendas ligadas a la evolución urbana de la ciudad.

 

 

 

VIRGEN DEL ROSARIO

La Madonna recibe culto en la catedral de la ciudad, moderna construcción que reemplazó la antigua capilla del templo de Santo Domingo. Allí, en un templete adosado al muro del testero, se encuentra entronizada la monumental escultura de notable técnica en su ejecución. Imagen estante que, por su apostura, composición y severo empaque romanista, podría vincularse con las vírgenes de la O de Ubrique (Cádiz) y de la Granada de Guillena (Sevilla), obras originales de Jerónimo Hernández.

Al igual que aquellas, la Virgen Valduparense cruza el manto de izquierda a derecha, sosteniendo al Niño sobre el costado derecho de su cuerpo. De rostro ovalado, cubre su cabeza con el velo, dejando ver parte de las suaves ondas que componen su cabello, muy similares a las de la Virgen con el Niño de la Iglesia de Santa Cruz del municipio sevillano de Écija, escultura también atribuida a Jerónimo Hernández.

El Niño está representado de pie, posado sobre el borde del manto de la Virgen al cruzar por delante del cuerpo de la Madre, aferrándose a la Señora con su brazo izquierdo, levantando el derecho en actitud de bendecir, en composición similar al de algunos conjuntos ejecutados por Juan Bautista Vázquez el Viejo; por citar un ejemplo, el de la Virgen de la Paz del retablo de Almonacid de Zorita (Guadalajara). También la composición estante del Niño está presente en los de las vírgenes sevillanas de la Paz, actualmente en la Iglesia de Santa Cruz, y del Rosario, que recibe culto en la Capilla del Museo, obras documentadas de Hernández.

Lamentablemente, el grupo de Valledupar evidencia intervenciones en su policromía, especialmente en las encarnaduras, las cuales sería preciso corregir para mejorar la lectura de tan magnífico conjunto.

 

 

Cuenta la leyenda, recogida por José Nicolás de La Rosa, que los indios Tupes, enardecidos por los inhumanos tratos a que eran sometidos por parte de los conquistadores españoles, asaltaron la Villa de los Reyes del valle del cacique Upar, dando fuego al templo de Santo Domingo, primitiva edificación de paja y bahareque donde los españoles veneraban la imagen de Nuestra Señora del Rosario, traída por ellos unos años antes. Mientras los indígenas atizaban el fuego disparando lanzas y flechas incendiarias contra la precaria edificación, surgió una hermosa y radiante mujer que, apartando con su manto las flechas y extinguiendo el fuego al pasar sobre las llamas, espantó a los indígenas, quienes aterrados por tan sobrenatural visión huyeron hacia las praderas.

Leyenda o realidad, el hecho fue recogido por los cronistas como acaecido el 28 de abril de 1576, lo cual nos da una idea de la cronología de la confección de la imagen, que bien pudo haber sido traída directamente por los monjes dominicos en 1570, año de la llegada de estos a Valledupar.

La leyenda, de gran arraigo en la población, es rememorada cada 28 de abril, cuando la Virgen del Rosario es sacada en procesión escoltada por la representación de un pelotón de soldados, vestidos a la usanza española del siglo XVI, en tanto que penitentes disfrazados de indígenas danzan delante de la Virgen, ofrendándole panes y frutas durante su recorrido por las céntricas calles de la ciudad en hermosa manifestación de sincretismo folclórico religioso, base del patrimonio intangible de esta población.

 

 

 

CRISTO ATADO A LA COLUMNA

No menos magnifica es la escultura del Cristo Atado a la Columna, conservada en la Iglesia de la Inmaculada Concepción. En Valledupar se venera erróneamente como Santo Ecce Homo.

La figura, por el pésimo estado de conservación en su policromía, causado por el ennegrecimiento de la capa pictórica -provocado por la acumulación de suciedad y humo- y por la lamentable pérdida de los estratos policromos, es de difícil contemplación.

No obstante, es posible advertir en su monumental y bien concebida anatomía, de marcados músculos y apostura en sinuosa curvatura, los postulados estéticos manieristas del gran escultor italiano Miguel Ángel Buonarroti, de quien Jerónimo Hernández y su escuela asumirían las características romanistas de sus obras.

 

 

 

Este Cristo podría relacionarse con el relieve de la misma iconografía presente en el retablo mayor de la Iglesia de Santo Domingo de Osuna (Sevilla), guardando además gran parecido en el rostro, gubiado del bigote y ondas del cabello con el estupendo Cristo Resucitado perteneciente a la Cofradía de la Quinta Angustia de la capital hispalense, escultura realizada por Jerónimo Hernández en el año 1583.

Su origen es desconocido, considerando algunos historiadores colombianos sea proveniente de Quito. Sin embargo, aunque en la capital ecuatoriana floreció una de las mejores escuelas escultóricas de toda América, de la cual se exportaron gran número de esculturas a diferentes regiones del continente -en especial a los territorios de la Nueva Granada-, el lenguaje estético de sus imágenes se ubica en los períodos barroco y rococó, mientras que el Cristo de la Iglesia de la Concepción de Valledupar, al igual que la Virgen del Rosario de la misma ciudad, son a todas luces imágenes manieristas sevillanas de la segunda mitad del siglo XVI y magníficos exponentes de la difusión en América de la plástica del gran escultor Jerónimo Hernández y su escuela.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

Estella Marcos, Margarita Mercedes: Juan Bautista Vázquez “El Viejo” en Castilla y América, Nicolás de Vergara su Colaborador, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1990.

López Martínez, Celestino: Desde Jerónimo Hernández hasta Martínez Montañés, Sevilla, 1929.

Angulo Iñiguez, Diego: Andrés y Francisco de Ocampo y las Esculturas de la Catedral de Comayagua, 1952.

Navarro, José Gabriel: La Escultura en el Ecuador, Madrid, 1929.

De Mesa, José y Gisbert, Teresa: Escultura Virreinal en Bolivia, La Paz, 1972.

http:/www.lahornacina.com/rutasguillena.htm y http:/www.lahornacina.com/rutasvillamartin.htm

De la Rosa, José Nicolás: Floresta de la Santa Iglesia Catedral de la Ciudad y Provincia de Santa Marta, Barranquilla, Publicaciones de la Biblioteca Departamental del Atlántico, 1945.

Castro Socarras, Álvaro: Episodios Históricos del Cesar, 1997.

 

 

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