UNA ESCULTURA DEL CÍRCULO DE JERÓNIMO HERNÁNDEZ EN BOGOTÁ

Jesús Andrés Aponte Pareja


 

 

Hasta finales de la pasada centuria, el patrimonio artístico colombiano sufrió importantes pérdidas. Los motivos fueron muchos y variados: la acción inexorable del tiempo, los fenómenos naturales, el trafico ilícito de bienes culturales, la falta de una adecuada legislación en cuanto a la protección de los bienes, la voluntad de hacer cumplir dicha legislación por parte de las autoridades competentes, o la insensibilidad de muchos ciudadanos, tocados por las bondades de una modernidad mal entendida, para quienes ese patrimonio artístico solo era sinónimo de viejo u obsoleto, susceptible de ser removido, cambiado o vendido.

Actualmente, y a pesar de que muchas obras artísticas se encuentran en deprimente abandono y se siguen presentando robos en las iglesias (de lamentar especialmente aquellos de los grandes lienzos de la Virgen de la Antigua de Angelino Medoro, en Tunja, y la Visión de San Antonio, en Buga, esta última obra atribuida al maestro sevillano Bartolomé Esteban Murillo), el panorama parece haber cambiado.

Es así que, en un país con grandes problemas económicos y sociales, algunas instituciones estatales y privadas tratan, en la medida de sus posibilidades, de inventariar, restaurar y conservar estas obras, como también de incentivar a la población a valorar y sentir como suyo un patrimonio frágil que es parte fundamental de nuestra nacionalidad; el cual, una vez perdido, conllevará la irreparable desaparición de una parte de nuestra historia.

 

 

Una de las pérdidas más sensibles sufridas por el patrimonio colombiano que, afortunadamente, aún estamos a tiempo de reparar es la de una escultura en madera de bulto redondo que representa a la Virgen con el Niño, de autor desconocido; imagen mariana que fuera propiedad de la Compañía de Jesús, traída de España hacia 1570 y destinada por los frailes jesuitas a una de sus misiones en la región de Paya, en los llanos del Casanare (1). Se trata de una efigie que, lamentablemente, pasó a manos particulares al ser vendida por la parroquia propietaria, a mediados de los años 60 del pasado siglo, a un coleccionista y anticuario asentado en Bogotá.

Magnifica escultura, concebida en un canon de equilibrada y clásica belleza, imbuida del más puro romanismo imperante en el bajo renacimiento de la escuela sevillana, muy característica del círculo del notable escultor abulense Jerónimo Hernández, tal vez el más influenciado por las maneras de Miguel Ángel, introductor en sus creaciones de elementos protobarrocos tocados por un halo de realismo y uno de los pilares, junto a su maestro Juan Bautista Vázquez el Viejo, en la creación de la mencionada escuela escultórica hispalense (2).

La talla en cuestión, estante y de tamaño natural, presenta un mal estado de conservación, con mutilaciones absurdas, suciedad, abrasiones y perdida de policromía en sus encarnaciones y estofado. No obstante, muestra en su composición y ejecución motivos que la contactan con obras marianas de Jerónimo Hernández, como por ejemplo la Virgen de la Granada de Guillena (Sevilla). Al igual que ésta, la virgen del anticuario es ahuecada por dentro, apoyando de igual forma el Niño en brazos al lado derecho de su cuerpo; disposición extraña para la época, ya que generalmente se representaba al pequeño Jesús al lado izquierdo (3).

 

 

El Niño, desnudo, de vigorosa anatomía y vivaz expresión, ha perdido su brazo derecho. Al igual que aquel de la Madonna de Guillena, portaba en su mano derecha el atributo de la granada, siendo tal vez ésta la causa de su lamentable mutilación. Nos cuenta el actual propietario de la Virgen que, al comprar la imagen en aquella remota parroquia, uno de los sacristanes se le acerco a manifestarle, de forma ingenua e incisiva, su creencia de que el fruto dorado portado porel infante fuese de oro macizo. El coleccionista, al no contar con un medio adecuado para transportar la imagen una vez efectuada la compra, se vió obligado a regresar días después, dejando ésta al cuidado de los sacristanes, encontrándose a su regreso con la triste escena de la mutilación de la escultura y sin encontrar explicación alguna por parte de sus guardianes.

Ante la posible pérdida definitiva de esta obra, el Gobierno Nacional de Colombia, a través del Ministerio de Cultura y, en especial, de la Dirección Nacional de Patrimonio, debería hacer ingentes esfuerzos por recobrar esta hermosa escultura, que, independientemente de sus valores estéticos, es una muestra muy significativa de los primeros años de nuestro devenir artístico, así como del esfuerzo y sacrificio de jóvenes religiosos españoles de aquel entonces, llegados a estas tierras con la única ambición de servir a su fe.

El actual propietario -hombre culto y de gran sensibilidad, quien a pesar de exhibir la escultura en su tienda de antigüedades de Bogota junto al resto de los objetos en venta, afortunadamente nunca quiso deshacerse de ella, evitando tal vez que fuese sacada del país- y las instituciones del Estado Colombiano podrían llegar a un acuerdo que permita recobrar esta pieza, reincorporarla al patrimonio nacional, ponerla en valor mediante una rigurosa restauración y destinarla a alguno de sus museos para el disfrute y contemplación de toda Colombia.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) Arbelaez Camacho, Carlos, y Gil Tovar, Francisco. El Arte Colonial en Colombia. Bogotá, 1968, p. 118.

(2) http://www.sierradecadiz.com/noticias/modules.php?name=Sections&op=viewarticle&artid=41

(3) http://www.lahornacina.com/rutasguillena.htm y http://www.lahornacina.com/rutasvillamartin.htm

 

Nota de La Hornacina: Sirva este artículo para instar a las autoridades
pertinentes el rescate de esta obra, de gran valor histórico y artístico.

 

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