LA ESCUELA GADITANO-GENOVESA DE ESCULTURA Y
EL ECO DE SU ESTÉTICA EN LA ESCULTURA NEOGRANADINA (I)

Jesús Andrés Aponte Pareja


 

"Y propendiendo a su mayor ornato y decencia, blanqueo a su costa la iglesia, mando a dorar su elevado retablo y costeo la gradería del altar mayor y el enlosado de mármol de Génova"...

 

 

Las anteriores líneas, expresadas por el monarca español Carlos IV al referirse al obispo de Cartagena de Indias, Fray José Fernández Díaz de la Madrid, en carta dirigida al presidente de la audiencia de Quito, dan cuenta no solo de la actitud decorosa del obispo cartagenero, sino además de las relaciones comerciales sostenidas, de alguna manera, entre los puertos coloniales de Hispanoamérica y la ciudad de Génova, materializadas a través del puerto de Cádiz.

La ciudad gaditana, gracias al haber arrebatado a Sevilla la supremacía del comercio con las Indias a finales del siglo XVII, se transforma, al igual que el puerto del Guadalquivir durante el siglo XVI, en un enclave cosmopolita lleno de diversas influencias provenientes de las distintas colonias de extranjeros que se afincarían en ella, modificando su vida social y económica.

De las colonias extranjeras que mantenían intereses comerciales en la ciudad, la más numerosa era aquella genovesa. Cádiz, desde los tiempos de Alfonso X, mantenía un contacto cercano con el puerto italiano, pero es a partir del siglo XVII cuando esa relación se incrementa y llega a su máximo apogeo, siendo tal vez la más notable influencia de esta última sobre la primera, la introducción de la estética de su escuela artística, principalmente en aquella de escultura, lo que produciría un gran cambio en el gusto local que, hasta el momento, había girado en torno a la órbita de la escuela sevillana.

Por aquella época, y gracias a las riquezas provenientes del comercio efectuado con las Indias y otros puertos europeos, la ciudad gaditana se expande considerablemente. Se erigen nuevas iglesias, conventos y palacios, con la consecuente necesidad de obras artísticas en sus decoraciones, pudiendo, gracias a las facilidades que ofrece el tráfico marítimo, importar obras artísticas de otros centros europeos, en especial de la ciudad de Génova.

Por aquel entonces, en la ciudad italiana se desarrollaba una gloriosa escuela de escultura de estilo barroco, principalmente en madera policromada, de refinada técnica, caracterizada por su gran teatralidad y desenfadado movimiento, comandada por el gran imaginero Anton Maria Maragliano y sus discípulos, que pronto calarían y enraizarían en el gusto artístico de la población gaditana.

Si bien es cierto que ya desde el segundo tercio del siglo XVII la estética italiana de estirpe berninesca había permeado, a través del escultor flamenco José de Arce, a la escultura practicada en Sevilla, y por ende a aquella conservada en Cádiz, es con los envíos que el propio Maragliano y sus discípulos efectuaron primero, y luego con la presencia en el puerto español de escultores formados en el mismo círculo que abrirían allí taller propio, que la estética italiana se impregna definitivamente en la escultura local, mezclándose, como era de esperarse, con aquella remanente de la escuela sevillana, y generando así un movimiento artístico de singular personalidad hasta el punto de poder hablarse de una escuela gaditano-genovesa de escultura, la cual influenciaría a otras ciudades de la región, incluyendo a la capital hispalense y por fuerza a los territorios de ultramar.

La Nueva Granada, como sabemos, mantuvo gracias al puerto de Cartagena una relación comercial cercana a la Península Ibérica, primero a través de Sevilla y luego de Cádiz, participando de cerca, merced a las importaciones de obras de escultura religiosa, de todos los periodos artísticos que se dieron en las escuelas escultóricas de Andalucía.

A principios del siglo XVIII, se instala en tierras neogranadinas el escultor andaluz Pedro Laboria, formado en el círculo de la escuela gaditano-genovesa, el cual deja una significativa muestra de su oficio en algunas de las iglesias de Santa Fe de Bogotá, las cuales lo sindican tal vez como el mejor representante de esa corriente en Hispanoamérica.

De igual forma, se encuentran en Colombia algunas esculturas que remiten a las fórmulas de esa misma escuela, confundidas entre aquellas pertenecientes a la escuela quiteña; movimiento éste desarrollado en la capital ecuatoriana durante el siglo XVIII, el cual debe muchísimo a la estética italiana y a algunas otras esculturas que hablan directamente de importaciones desde la capital de Liguria, principalmente al puerto de Cartagena, algunas de las cuales presentaré en este escrito.

 

 

 

INMACULADA CONCEPCIÓN

Comenzaré por la soberbia efigie de la Inmaculada Concepción que se venera en un retablo del lado del evangelio de la Catedral de Cartagena. Allí, en un retablo marmóreo traído de Italia a principios del siglo XX, se puede contemplar esta escultura de madera que, no obstante los repintes, nos remite a la estética del círculo más cercano del gran imaginero Anton Maria Maragliano.

La talla, de tamaño natural, responde a representaciones de igual iconografía salidas del taller de Maragliano con características afines, como son su movimiento centrífugo algo helicoidal, los paños agitados del ropaje y la forma de sujetar el manto contra el pecho -caso de la Inmaculada conservada en las iglesias de Santa Cruz de Moneglia (Génova) y la que recibe culto en Savignone-, además de la manera de cubrir su cabeza con el manto, como en las Madonna del Carmen de Cádiz, llamada Porta Coeli, o la advocada del Rosario de la población de Moneglia, que pertenece al propio Maragliano.

Otras características que acercan esta imagen al círculo genovés son los bucles barrocos de su cabello, su nariz que parece ser una prolongación de la frente, su barbilla redondeada y su pronunciada papada.

Recuerda además esta imagen, en muchos de sus grafismos, a obras salidas del taller de los hermanos Francesco y Bernardo Schiaffino, escultores genoveses muy cercanos a Anton Maria Maragliano.

 

 

 

SAN JOSÉ CON EL NIÑO Y CRISTO CRUCIFICADO

Al mismo taller podrían deberse las esculturas de San José con el Niño y la del Cristo Crucificado de la Iglesia de la Trinidad, del barrio cartagenero de Getsemaní. Hablamos en ambos casos de esculturas de tamaño natural, con las que, no obstante sus claros grafismos de filiación gaditanos-genoveses, guardaremos algo de prudencia, pues algunos en Cartagena sostienen, si bien lo dudamos, que hablamos de esculturas de yeso modeladas a principios de siglo XX.

El Cristo Crucificado, representado expirante, recuerda en cierto modo, y guardando las distancias debido a su menor concepción, con aquel de igual iconografía del oratorio de San Felipe Neri de Cádiz, obra del primer cuarto del siglo XVII atribuida a los mencionados hermanos Francesco y Bernardo Schiaffino, presentando su corona de espinas, labrada en bloque, similar ejecución.

 

 
     
     
 

 

PÚLPITO

Si bien la escuela genovesa de escultura se especializó en el tallado de la madera, su cercanía a las canteras de Carrara le permitió también llevar su plástica a este noble material, siendo en Italia de las ciudades que mas obras en mármol poseen.

En la catedral de Cartagena, por ejemplo, se guarda un maravilloso pulpito barroco de evidente filiación genovesa realizado en mármol de Carrara del cual, al igual que las anteriores tallas, no se conoce nada sobre su origen. Se adorna esta obra con esculturas en relieve de los evangelistas y sus atributos concebidos en actitudes dinámicas de hermosa ejecución que recuerdan a aquellos relieves de igual programa iconográfico del pulpito marmóreo de la catedral de la Laguna en Tenerife (Canarias), realizado por el escultor genovés Pasquale Bocciardo en 1766.

La tradición popular señala que dicha obra tenía como destino la ciudad de Lima, pero al sufrir un averío la nave que debía transportarla hasta Portobelo, se decidió dejarla en la ciudad. No deja ser ésta una de las tantas simpáticas historias populares que, ante la falta de investigaciones más profundas, aparecen ligadas a los orígenes de las esculturas coloniales de toda Colombia.

Y es que no hay pruebas de que estas obras de estirpe genovesa hayan llegado en tiempos coloniales, contribuyendo aún mas a esta incógnita el hecho de que, en las desafortunadas reformas realizadas por religiosos italianos a principios del siglo XX -en las que fueron destruidos los primitivos retablos barrocos de madera y cambiados por retablos marmóreos traídos de Italia-, figuraba también la intención en la mente de estos reformistas de importar esculturas antiguas desde su país de origen, por lo que invito a los historiadores de arte a realizar una investigación más profunda acerca de estas interesantes muestras escultóricas que, injustamente, pasan desapercibidas para la historiografía artística nacional.

 

 

 

CRISTO CRUCIFICADO

Pero el influjo de la escuela gaditano genovesa no se limitó solo al puerto neogranadino. Popayán, ciudad localizada al suroeste de Colombia, era un punto estratégico del camino que comunicaba Santa Fe de Bogotá con la audiencia de Quito y el virreinato del Perú. Cuenta en la actualidad, pese a la acción de los terremotos que la han arrasado en varias ocasiones, con algunas muestras significativas de escultura colonial. Si bien la mayor parte de su patrimonio, por razones de cercanía en gran parte, se circunscribe al círculo de la escuela quiteña cuenta con unos pocos ejemplos que podemos relacionar con la generada en tierras de Liguria. Entre ellos una escultura de Cristo expirante de la Iglesia de San Francisco que, a raíz del terremoto del Jueves Santo de 1983, se guarda ahora en el museo de arte religioso de esa ciudad.

La escultura, de tamaño académico y estilizada verticalidad, exhibe en muchas de sus características ecos del arte de Maragliano y su círculo, entre otros detalles como son los rasgos de su cara, la expresión de su mirada, la corta y bífida barba, el escaso bigote, los bucles del cabello, la complicada composición del paño de pureza, la anatomía del tronco y extremidades, y la carnación lechosa, casi marfileña.

Coronaba esta bella imagen, que recuerda en su cabeza al Crucificado de la Expiración de Savona, obra directa de Maragliano, un sagrario rococó que se guardaba en la antigua sacristía del templo franciscano, si bien ahora se exhiben por separado.

Quedan otras tallas en el mismo museo, y en iglesias payanesas y de otras ciudades de lo que fue la antigua Nueva Granada, que aunque en la mayoría de los casos figuren como obras quiteñas o simplemente coloniales, dan cuenta de la irradiación que tuvo el arte escultórico surgido en la ciudad de Génova, difundido en estas tierras a través de Cádiz, sin duda la urbe española que mas influiría en todos los aspectos de la vida colonial hispanoamericana durante el último siglo de colonización.

 


 

NOTAS

www.lahornacina.com/dossiergenova1.htm

www.lahornacina.com/dossiergenova2.htm

http://islapasionforos.mforos.com/1167537/6069207-anton-maria-maragliano-y-la-escuela-gaditano-genovesa/

http://escuelagenovesa.wordpress.com/escultura-lignea-policromada/

http://escuelagenovesa.wordpress.com/la-colonia-genovesa-en-cadiz/

http://escuelagenovesa.wordpress.com/marmol/

 

 

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