LAS TRES TALLAS DE SAN BLAS, PATRÓN
DE LA VILLA DE MAZO (LA PALMA)

Texto y Fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero


 

En la bella y antigua "Parrochia, cuio Patrono titular es el Señor San Blas obispo y Martir" de la Villa de Mazo, en La Palma, se encuentran las tres veneradas tallas del Santo Patrón: una flamenca, una barroca y una neoclásica.

La primitiva ermita, cuyos orígenes parecen situarse a finales del siglo XV, se presenta como el primer recinto sagrado expresivo de la veneración y devoción de los macenses e igualmente el punto de partida de la organización eclesiástica local. Inicialmente fue servida por un capellán que decía misa, asalariado por el vecindario.

Ya en el año 1571 fue clasificada como curato, iniciándose aquí su vida como iglesia parroquial. Fue su primer presbítero don Luis Correa. Es, así mismo, el primer antecedente del actual núcleo capitalino, consolidado ya a finales del XVI y siempre considerado como el emplazamiento cabecera del lugar.

 

 

LA TALLA FLAMENCA

Fue la originaria imagen titular del templo parroquial de Mazo, cuyo archivo nos suministra la noticia de su temprana reparación. Concretamente tuvo lugar entre los años 1626 y 1629, lo que certifica la antigüedad de la obra, así como de su gran veneración, no sólo en el lugar, sino en toda la Isla. Actualmente se encuentra custodiada en la Casa Rectoral. Excepcionalmente, ha viajado a La Laguna para tomar parte en la magnífica muestra de arte sacro Lumen Canariensis.

Tal y como sucede en otras tallas flamencas, el Santo Obispo presentaba una oquedad en su parte posterior que hizo necesaria la utilización de ropajes y mantos para subsanar este grave inconveniente a la hora de las procesiones, normalmente multitudinarias. En 1664 aparecen inventariadas "cinco capas, un roquete y una muceta". En 1680 ya se encontraba entronizado en la hornacina central del antiguo retablo mayor. En 1718 fue retocada la imagen al igual que otro grupo de tallas que ocuparon el nuevo altar construido. 

Las pequeñas dimensiones de la espléndida efigie, cuya altura es de 67,50 cm, obligaron a sustituirla por una mayor de idéntica advocación (la barroca), en el período comprendido entre 1768 y 1776. Más tarde, en 1858 fue reemplazada por la actual, obra neoclásica de Aurelio Carmona López.

En el municipio sureño y vecino de Fuencaliente, su Patrón, el ermitaño egipcio San Antonio Abad es invocado tradicionalmente como protector de los animales domésticos y de labranza, como sucedía en otras muchas partes, incluso en Rusia. Se le invocaba también para librar la peste a los animales, de ahí que se le represente con un cerdo a sus pies. Es posible que también San Blas, al ser patrón de un pueblo eminentemente ganadero, haya sido vinculado a la ganadería, aunque es inusual y extraña esta conexión en España. 

Desde el siglo XVI existía en el término de Fuencaliente una ermita dedicada a San Antonio Abad, aneja a la parroquia de San Blas de Mazo. Según sus hagiografías, su patronazgo sobre los cardadores de lana está relacionado con los suplicios de su martirio, ya que, antes de ser decapitado en el año 316, su cuerpo fue desgarrado con un peine de hierro, martirio producido en tiempos del sanguinario Emperador Diocleciano. Su invocación como abogado de los enfermos de garganta se debe, al margen de su condición de médico de Sebaste (Armenia), a la curación milagrosa que se le atribuye a favor de un niño que se moría por atragantamiento de una espina.

"Su pensativo semblante de duras facciones, con la frente oculta bajo los gruesos rizos de una oscura cabellera, los ojos levemente entornados, ancha nariz, pequeña boca y mentón redondeado, nos recuerda el de la imagen malinesa de San Sebastián del Rijksmuseum de Amsterdam". Así describe la profesora doña Constanza Negrín Delgado esta magnífica escultura de madera policromada, en su obra sobre arte flamenco en La Palma.

Su porte majestuoso e hierático, el duro modelado de sus ropajes, el alargamiento de su figura, la rigidez de la postura, etcétera, ponen a nuestra efigie en relación con otras piezas de la Escuela Malinesa de principios del siglo XVI. La misma profesora coincide en apuntar que guarda cierto parentesco con las fisonomías del San Antonio o del San Adrián del Museo malinés. 

De los maestros de la ciudad de Malinas, especializados en la producción de imágenes de pequeño formato-, debieron salir tallas como la de nuestro colorista San Blas y la de San Luis Rey de Francia, que se encuentra oculto, lamentablemente, en el bajo coro -polvoriento y oscuro- del todavía suntuoso templo capitalino de El Salvador.

 

 

LA TALLA BARROCA

Existe otra talla del Patrón perteneciente a la filiación barroca del XVIII, que actualmente se encuentra en el nicho central del segundo cuerpo del retablo del altar mayor; de tela encolada y policromada que, hacia las primeras décadas de la segunda mitad de la centuria, vino a sustituir la anterior talla flamenca del santo titular del templo.

El precioso retablo barroco, construido entre los años 1709 y 1711 -cuya autoría se atribuye al maestro ensamblador de este pueblo, Juan Fernández (1643-1727)-, perdió lamentablemente su policromía y dorado originales debido a unas "mal entendidas obras de decoración interior del templo, desafortunadas para la historia del arte local". Esto sucedía entre Diciembre de 1956 y Abril de 1957.

Al contrario que las otras dos imágenes de San Blas, aquí el obispo se representa joven, con un esbozo de sonrisa y barbilampiño, de grandes ojos de mirada perdida y pelo muy corto, casi imperceptible. Viste amplio manto que cuelga hasta el suelo por detrás a partir de los hombros y amplia alba propia de la indumentaria episcopal. Lleva estola y mitra afilada (símbolo de paternidad y de autoridad espiritual) y porta, como atributo personal, el peine de púas que sostiene con su mano izquierda alzada. Lleva guantes rojos (muy común desde el gótico) y sujeta el báculo con la derecha. 

El color juega un papel fundamental en la estatuaria barroca; se hacían cargo de ella los pintores que tenían una relación directa con el taller del escultor, aunque con frecuencia, pintor y escultor eran una misma persona. El policromador tenía que atender, además, a las telas (estofado) y a las carnes (encarnado), de forma que la obra quedase lista y perfectamente acabada. Una vez dorada la pieza se procedía a su estofado, imitando a las auténticas telas bordadas sobre las que se pintaba colores lisos sobre el oro bruñido. Mediante un grabado o a punta de pincel se realizaban las labores de adorno. La cara de nuestro San Blas barroco es un ejemplo de magnífica "encarnación". Se enriquece con esta técnica los efectos que sólo con la gubia no podía conseguirse. En las islas se usó más la "mate", aunque también se utilizó "a pulimento" en la segunda mitad del XVII.

En una época en la que se carecía de médicos, cirujanos y boticarios, con gran desconocimiento de los agentes causantes y difusores de las enfermedades y graves epidemias y, por consiguiente, la ausencia de terapéuticas adecuadas hizo que, durante más de tres siglos, las prácticas mágicas, con sus mañas y misterios brujeriles y los remedios caseros, se unieran a las rogativas a los Santos y a la Virgen en sus diferentes advocaciones para protagonizar la medicación de entonces. Así, romeros de toda la isla acudían a Mazo en sentidas procesiones y plegarias para acudir ante San Blas, en busca de alivio para las enfermedades de garganta. 

 

 

LA TALLA NEOCLÁSICA

La Cofradía de San Blas de la Villa de Mazo encarga al imaginero palmero Aurelio Carmona López (1826-1901) a mediados de siglo, con el fin de sustituir a la primitiva, de reducidas dimensiones y talla completa y "por hallarse la imagen antigua muy estropeada". Al parecer, el escultor se inspiró en su tío, el Venerable Beneficiado de la parroquial de El Salvador, don Manuel Díaz para tallar el rostro del santo. 

Por su hechura se pagaron al escultor 1440 reales (4,5 onzas de oro), como quedó manifiesto en el recibo que éste extiende al mayordomo de la fábrica parroquial; "recibí de don Domingo Cabrera Vega cuatro onzas y media de oro del cuño español, importe de mi trabajo y costos en el San Blas y basa con jarrones de flores para dicho santo..." Está fechada el 15 de Diciembre de 1858.

Se trata de una imagen de candelero o de vestir, que alcanza una altura de 152 cm, y actualmente se conserva en la sacristía del templo. Ésta es la imagen que desfila procesionalmente cada 3 de Febrero, onomástica del santo mártir, por las enramadas y empinadas calles del pueblo y es entonces cuando es entronizado provisionalmente en un altar efímero, delante del retablo mayor, en unas pequeñas pero pesadas andas de madera oscura. Con otras más grandes y vistosas se daría más esplendor a la procesión.

El Santo lleva mitra de obispo y báculo, ambos de plata, cuyo coste fue de "4 pesos, 5 reales y 8 cuartos" que le fueron abonados el 31 de Enero de 1859 al platero Salvador García Martínez. Una vez finalizadas las fiestas, que están siendo recuperadas después de un largo período de decadencia, vuelve a ser guardado en la sacristía.

Como dato curioso, reseñar que las cuentas presentadas el 6 de Enero de 1624 por el presbítero y mayordomo don Sebastián Coello ante el licenciado don Juan Sánchez Vizcaíno, en las que el estipendio anual para la festividad del Patrón de la Villa era ya de 66 reales, que son los que se pagan "por la limosna de la fiesta, missa y proccesion del Señor San Blas del año seiscientos y veinte y tres conforme a los mandatos de los señores obispos". Así, del examen de las cuentas parroquiales comprendidas entre principios del siglo XVII y finales del XIX se desprende que la principal festividad religiosa macense fue la de San Blas. (Libro de Cuentas Parroquiales. Tomo I, 1637-1882).

La tía de don Aurelio, doña Eugenia Carmona escribió una carta en 1859 en la que hablaba acerca de la hiperactividad de su afamado sobrino: "Aurelio, si tuviera veinte cuerpos todos los tendría ocupados. En la actualidad está haciendo un San Blas, que todos los que lo ven no creen que es obra de su mano solo (…). En fin, trabaja de noche y de día y a pesar deja de cumplir".

De manera excepcional, la venerada imagen de San Blas abandonó su templo para tomar parte en la exposición conmemorativa del primer centenario de la muerte del artista Aurelio Carmona, autor de la efigie, que tuvo lugar en el Palacio Salazar de Santa Cruz de La Palma en el año 2001.


BIBLIOGRAFÍA

Exposición Conmemorativa del Primer Centenario de la Muerte de Aurelio Carmona y de Antonio Rodríguez López. Excelentísimo Cabildo de La Palma.

Los Carmona de La Palma, Artistas y Artesanos. Jaime Pérez García.

Historia General de Villa de Mazo. Cirilo Velázquez Ramos

Arte Flamenco en La Palma. Escultura. Constanza Negrín Delgado.

Arte en Canarias [siglos XV-XIX]. Una Mirada Retrospectiva. Gobierno de Canarias.

Silva. Bernardo Manuel de Silva. Jesús Pérez Morera.

 

 

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