LAS DOS TALLAS MARIANAS TITULARES DEL EXTINTO CONVENTO
DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA CRUZ DE LA PALMA (I)

Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero


 

 

1. El Convento Real y Grande de la Inmaculada Concepción.

Como en el caso de tantos cenobios canarios, es Viera y Clavijo el que mejor da a conocer las circunstancias que rodearon la instalación de los franciscanos en Santa Cruz de la Palma, hace ya medio milenio: “fundaronle los religiosos que habían acompañado a don Alonso de Lugo en la conquista de aquella isla, los cuales después de haber estado quince años con incomodidad en unas casillas de paja, emprendieron la obra del convento en 1508”. El monasterio fue auspiciado por la Reina doña Juana, siendo éste el cuarto de su orden en Canarias. El solar fue cedido por Magdalena Infante y Martín Camacho el 22 de noviembre de 1508.

Una vez establecidos los cimientos del templo, las familias más ilustres de la ciudad se aprestaron a adquirir en el Convento Real y Grande de la Inmaculada Concepción, el patronazgo de las distintas capillas que iban fundándose. Así, la mayor se debió a Jácome de Monteverde, quien la fabricó y mandó a colocar en ella sus armas en la primera mitad del XVI.  Para las clases populares, la iglesia franciscana fue siempre su “auténtica parroquia… tan así que sin ipérbole se puede decir que una mitad del pueblo concurre a San Francisco…”

El barrio antiguo de “La Asomada”, en las cercanías del Castillo de Santa Catalina, comenzó a crecer en torno al monasterio, desde cuyo campanario, los frailes pedían al pueblo oraciones y plegarias para los navegantes, los que estaban en agonía, “por los buenos sucesos de la monarquía de España”, etcétera.  El monasterio llegó a ser convento de estudios con cátedra de Filosofía y Teología.

La iglesia se desarrolló a partir del eje constituido por su única nave con capilla mayor. Si bien la planta del templo quedó definida en el siglo XVI y primeras décadas del siguiente, el proceso se prolongó a lo largo del XVIII, cuando comenzarían a unírsele las capillas de los costados, amén de algunas ampliaciones y reedificaciones, etc. Un dato sobre la importancia y belleza de sus techos es que, la cubierta cupular casetonada de la Capilla de Montserrat (ca. 1565), una de las más antiguas, representa la mejor techumbre italianizante del archipiélago.

 

 

2. La Talla Flamenca.

Colocada en la hornacina superior del retablo principal (1717-1719) -procedente de la vecina ermita de San José- de la actual Parroquia de San Francisco de Asís, sería sin duda la primitiva titular de esta antigua iglesia del Real Convento, donde hasta la exclaustración presidió el altar de su capilla mayor.

Esta preciosa efigie flamenca de la Inmaculada (principios del XVI) -la más antigua de todas las Inmaculadas que se conservan en Canarias- fue traída por el caballero Jácome Monteverde, dueño de los ingenios azucareros de Argual y Tazacorte. La primera prueba documental de la existencia de la magnífica talla mariana, no obstante, no la hallamos hasta el año 1618, donde un codicilo hace mención de la entrega de un manto o saya de tela que se le hace a la Virgen. Se cuenta que en uno de los ataques de los corsarios franceses, los patronos perdieron los papeles fundacionales del templo. Es posible que se perdieran muchos más documentos. Sin embargo Frutuoso indica que el incendio se produjo desde la Placeta de Borrero hacia el sur de la ciudad, y que por lo tanto, la iglesia no sufrió daño alguno, al estar situada en la parte norte de la misma.

La imagen fue restaurada en 1969 por Pilar Leal y Julio García de Rueda. Le fueron despojados los ropajes en lienzo engomado que se le había añadido, una costumbre que alcanzó a numerosas tallas de la época.

Los débitos flamencos se manifiestan en el tipo de rostro, que presenta como característica la dulce expresión ensimismada y abstraída; frente amplia y abombada, ojos semiabiertos, pintados al temple, cejas finas y curvas, labios pequeños, barbilla prominente y redondeada y cabello partido en raya a la mitad que cae en suaves ondulaciones. Tiene los ojos puestos en la tierra, las manos juntas en oración sobre el pecho y sin el Niño Jesús, pues se trata de plasmar una prerrogativa anterior a la de su maternidad divina. Tiene una peculiar postura arqueada en una acentuada curvatura gótica que nos recuerda a la Virgen de Los Ángeles, llamada también de La Rosa, del Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, Patrona de La Palma. Por todo ello, los especialistas han datado a la talla en torno al primer cuarto del siglo XVI, procedente de talleres de Amberes

 

   

 

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