EL CRISTO DEL CALVARIO DE MIÑARRO

Jesús Abades


 

 

 

En estas épocas discretas para el arte sacro que nos ha tocado vivir, resulta maravilloso, a la vez que difícil, describir las extraordinarias calidades de este Crucificado, sin lugar a dudas una de las mejores imágenes de Juan Manuel Miñarro. En ella, el imaginero sevillano ha desplegado lo mejor de su arte y toda su cultura sobre la Síndone, al igual que hizo recientemente con el Nazareno para la Cofradía del Cerro del Águila (Sevilla) o, hace algunos años, con el malagueño Cristo de la Redención, titular de la Cofradía de los Dolores de San Juan.

Bendecido en la Cuaresma del año 2005, el Crucificado muestra una corona de espinas de tipo mesino, labrada a modo de serpiente enroscada y de forma separada a la voluminosa testa del Varón, cuyo rostro hebreo presenta unas facciones nobles y viriles. El gusto por los detalles del imaginero sevillano se demuestra en la curiosidad de presentar un caracol labrado entre las ramas trenzadas de la corona y el añadido de dos diminutos rubíes en la cabeza del reptil, simulando unos inquietantes ojos de brillo rojizo.

Miñarro nos ha ofrecido un Crucificado vivo y dialogante, con la lengua y la dentadura perfectamente talladas -esta última en marfil-, y en comunicación directa con el espectador que lo contempla, para lo cual ofrece un elegante giro de la cabeza hacia el lado derecho. La excelente policromía no escatima la representación de azotes y llagas, incluyendo las esquirlas de los flagelos incrustadas en la piel lacerada.

Es un Crucificado muy cruento en el que se aprecian los grafismos típicos de uno de los grandes imagineros de hoy en día. La larga cabellera es característica del tipo de hombre semítico y las heridas han sido recreadas con notable realismo, desde los desollados hombros hasta los orificios de los clavos, pasando por la escalofriante visión de una espalda completamente desgarrada.

Una lección de pericia en el oficio, que tiene como destino la cofradía malagueña del Monte Calvario, y un buen ejemplo de esculturas sacras que, hoy en día y aunque sea a cuentagotas, siguen elevando la imaginería a su adecuado sitio de arte con mayúsculas.

 

Fotografías cedidas por Juan Manuel Miñarro López

 

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