LA SANTA MUJER VERÓNICA, ENTRE LA REALIDAD Y LA LEYENDA

Miguel Ángel Castellano Pavón y Francisco Manuel Ramírez León


 

 

Dentro del gran número de personajes bíblicos que conocemos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, existen algunos de gran popularidad dentro del mundo de las cofradías. Pero tendríamos que preguntarnos si realmente existieron o si no dejan de ser más que simples especulaciones.

Este es el caso de la Santa Mujer Verónica, figura de la Pasión de Cristo que se pierde en los albores del cristianismo, y que se fue incorporando al mundo de la cofradías con el transcurrir de los siglos. De esta forma, contemplamos en distintos misterios de la Semana Mayor a la Santa Mujer con su símbolo más característico, el paño con la impresión del rostro de Cristo, que resulta ser un añadido posterior, en concreto del Medievo.

José Carlos Gómez Fernández, en su breve pero completo estudio sobra la figura de la Verónica, menciona las Actas Apócrifas (Actas de Pilato) en donde se menciona a una mujer llamada Berenice (“la que lleva la victoria”). En dichos textos se afirma que dicha mujer “se encontraba enferma de flujo de sangre, y al tocar la orla del manto de Jesús, espontáneamente cesó la hemorragia que había tenido durante años”. Claramente observamos la identificación de tal mujer con la Hemorroisa de los Sinópticos (Mt 9, 20). Profundizando aún más en textos no canónicos, la definen como la esposa de Zaqueo (Lc 19, 1-10). (1) Nos encontramos, pues, con un personaje que no es citado en los Evangelios Canónicos, aunque sí en los Apócrifos.

Se acentúa la importancia de la figura de la Verónica a partir de la Edad Media. Según la tradición, sería una de las mujeres que acompañaban a Jesús hasta el Monte Calvario: deteniéndose el Salvador ante ella, apiadada la mujer por el dolor y lo cruento de la escena, le limpió al reo el sudor y la sangre, dejando éste la huella de su faz en el paño. De ahí el nombre de Verónica: "verum icon", el verdadero rostro.

Para los autores Duchet-Suchaux y Pastoureau, en el siglo XVI contemplamos cómo se añaden a los personajes habituales (Crucifixión), algunas figuras de santos y de donantes en oración, tales como la Verónica con el lienzo del que se ha servido para enjugar el rostro de Cristo. Cristo es representado generalmente muerto en la Cruz. Conviene señalar aquí la importancia excepcional de los grabados de Durero. (2) La versión más antigua, de carácter legendario, aparece en una interpretación en latín añadida tardíamente al texto del Evangelio apócrifo denominado de Nicodemo (hacia el siglo V). La historia de Verónica está estrechamente vinculada al Vía-Crucis: Cristo se desploma bajo el peso de la Cruz, una mujer se aproxima y enjuga su rostro. La imagen del rostro de Jesús permanece impresa sobre la tela de la que se ha servido. Un “velo de Verónica” estuvo conservado en la iglesia de San Pedro de Roma desde el siglo VIII. Según David Former, la historia de la Verónica es puramente legendaria, inventada para explicar la reliquia. Su inmenso éxito al final de la Edad Media está vinculado al interés por la humanidad de Cristo y los aspectos concretos de la Pasión. (3)

La Verónica aparece también en diferentes escenas relacionadas con la subida al Monte Calvario: grabado en cobre de Schongauer (hacia 1479), Durero en su Gran Pasión y Pequeña Pasión (1507- 1513), o “Verónica enjuga el sudor del rostro de Cristo”, grupo esculpido del Calvario de Plougastel-Daoulas (Finisterre, siglo XVII).

Así pues, el Arte, en sus disciplinas de la Pintura y la Escultura, no ha podido escapar de la sugestión de la historia milagrosa. Y bien pudo ser porque la Iglesia Católica, patrocinando dicha representación, quiso acentuar y propagar la certeza del milagro, despojándolo de todo halo legendario, en la afirmación de la validez de las reliquias frente al empuje contrario del hecho Protestante. En el siglo XVII, mucho tuvo que ser el peso que la sede papal quiso otorgarle a esta venerada reliquia cuando decidieron elegir una colosal representación escultórica de la Santa Mujer Verónica como motivo para el adorno de una de las capillas del entorno del Baldaquino de Bernini en San Pedro de El Vaticano. Y si hablamos de la Pintura, son múltiples las representaciones y muchos los grandes pintores que han tocado el tema, ya sea el de la Verónica o el de la Santa Faz: Francisco de Zurbarán, con sus magníficos trampantojos de la Santa Faz, así como El Greco, Memling, Campin o Guido Reni, entre otros.

 

 
A la izquierda, Estación VI del Vía-Crucis, “La Verónica Limpia el Rostro de Jesús”. A la derecha, “Santa Mujer Verónica”. Ambos grabados son obras del pintor y grabador alemán Martin Schongauer (1488-1491).

 

En Cádiz, en cuanto a esculturas se refiere, podemos mencionar la imagen de talla que, haciendo pendant con un simulacro de San Pedro Apóstol, completa la escenografía del retablo de Jesús Nazareno en su Capilla de Santa María, obra del entallador Gonzalo Pomar realizada en el año 1757.

Además, poseyó dicha hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno una Santa Mujer Verónica, obra del escultor e imaginero sevillano Benito de Hita y Castillo, para los cultos públicos de los Jueves Santos. Tenemos referencias sobre esta imagen ya en el año 1764, en concreto en las cuentas de mayordomía correspondiente al mes de Diciembre, las cuales recogen el gasto de “doscientos cuarenta reales en la compra de una imagen de Verónica de talla nueva para candelero”. Esta imagen desapareció en los tristes sucesos del año 1936. (4)

 

 
La Verónica de la Basílica de San Pedro de El Vaticano. Obra realizada por el escultor Francesco Mochi (1580-1658) entre los años 1629 y 1632, en un bloque de mármol de cinco metros de altura. Dejó patente el famoso artista de Montevarchi, confiriendo una resolución marcadamente impetuosa a la imagen, que quiso realizar una muy original y ambiciosa obra. Fue su personal y fracasada propuesta frente a las exitosas formas que imponía el genial maestro del Barroco Gian Lorenzo Bernini. El rostro del paño imita al que se observa en las distintas reliquias conservadas.

 

Así mismo, en un inventario fechado en el año 1763 de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de los Afligidos y María Santísima de los Desconsuelos, encontramos referencias a la totalidad de las imágenes. Se menciona en la nómina de hermanos de la cofradía al escultor e imaginero genovés Antonio Molinari, tal vez posible autor de las imágenes del misterio, obras de clara raigambre genovesa en sus hechuras. Obviamente descartamos a Jesús de los Afligidos y su Santa Madre de los Desconsuelos, que son obras seguras de flamenco Peter Relingh. El historiador y restaurador gaditano Sánchez Peña afirma que, al menos, el Cirineo, por afinidad artística, podría haber sido realizado por el círculo de Jácome Mayo, hijo gaditano de Francesco María Maggio, escultor e imaginero genovés del siglo XVIII afincado en la capital gaditana. (5) Abigarrado misterio al cual se incorporó la imagen de la Verónica tras ser restaurada y reencarnada por el propio Sánchez Peña en el año 1974. Actualmente, luce la cofradía las rescatadas tallas genovesas de San Juan Evangelista y el Cirineo, restauradas esta vez por el también gaditano Luis González Rey, quedando un conjunto tallado por escultores foráneos, -salvo en lo referido al Cirineo, aunque manteniendo el estilo de la Liguria propio de su progenitor y maestro-, hermoso, único, y muy del gusto del Cádiz dieciochesco.

Por otro lado, la Hermandad de la Sanidad, fundada el 19 de Junio del año 1946, encarga sus imágenes al escultor e imaginero isleño Antonio Bey Olvera, cuya calidad artística no termina de convencer a los miembros de la recién fundada corporación de penitencia. Finalmente, deciden confiar en el gaditano Miguel Láinez Capote la realización de las tallas; no obstante se decide conservar, de las tallas de Bey, tan sólo la Santa Mujer Verónica, que procesiona por primera vez en la Semana Santa del año 1952. En 1999, el escultor e imaginero Luis González Rey realiza una nueva talla de la Verónica, de las más bellas y felices creaciones del prolífico artista gaditano. Posteriormente, para representar la VIII estación del Vía-Crucis, “Jesús Consuela a las Mujeres de Jerusalén”, completa González Rey un bello misterio con las tallas de tres mujeres hebreas, igualmente obras de verdadera valía.

Y destacamos, ya por último, una llamativa representación de la Santa Faz, curiosamente trabajada en altorrelieve policromado, que se puede contemplar en el Retablo de Santa Bárbara ubicado en la Parroquia Castrense del Santo Ángel. Obra que nos parece de interés, bien resuelto el severo rostro de Cristo bajo calidades naturalistas, y de la cual no tenemos referencias, ni de autor ni de fechas. Al amparo de la luz tenue que casi siempre envuelve al ámbito del retablo, sobrecoge un tanto la visión del simulacro.

 

 
A la izquierda, Santa Faz Sostenida por Ángeles, de Albert Durero (1471-1528), obra del año 1513. A la derecha, Santa Faz Sostenida por Ángeles, de Fray Juan Sánchez Cotán (1560-1627), conservada en la Cartuja de Granada. No esconde el monje pintor el influjo del grabado del maestro alemán, netamente visible en el vuelo de los paños y en la composición, aunque más rígida y simétrica.

 

Quede aquí esta breve semblanza de un importante personaje de la Pasión de Jesús, ya sea real o imaginario, cuya reliquia se considera vera-icon, imagen verdadera de Cristo. Como también lo son el Mandylion de Edesa, la Sábana Santa de Turín o el Santo Sudario de Oviedo. Reconocidas están, bajo los auspicios de la fe, las reliquias de la Santa Faz conservadas en San Pedro de Roma, en la Catedral de la Asunción de Jaén, en la Basílica del Sacré Coeur de París y en el Monasterio de la Santa Faz de Alicante. (6)

Sugestiva y, por supuesto, muy emotiva para el cristiano, resulta la historia de la piadosa Santa Mujer Verónica y de la reliquia de la Santa Faz de Cristo, siempre tratadas por el Arte de las más bellas de las maneras. Queremos terminar recordando unas palabras del actual pontífice Benedicto XVI: "estoy convencido que la verdadera apología, de la fe cristiana, la demostración más consciente de su verdad contra cualquier negación, se encuentra por un lado en los Santos, y por otro en la belleza que la fe genera" [...] "El arte tiene una importante función social, dar un alma al mundo. Allí donde se desprecia la belleza, el hombre se empobrece”.


BIBLIOGRAFÍA

(1)  GÓMEZ FERNÁNDEZ, José Carlos. "La Verónica, Historia de una Leyenda", publicado en Pasos de Semana Santa, nº 14, Abril, Mayo y Junio del año 2001, pp. 22-23.

(2) DUCHET-SUCHAUX y PASTOUREAU (Versión española de CÉSAR VIDAL). Guía Iconográfica de la Biblia y los Santos, publicado por Alianza Editorial, 1996, pp. 145-146.

(3) Ídem, pp. 447-448.

(4) DE LA SIERRA FERNÁNDEZ, Lorenzo Alonso. El Nazareno de Santa María. Cuatro Siglos de Arte en Cádiz, publicado por Unicaja, 1991, pp. 176-177.

(5) SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel. Escultura Genovesa. Artífices del Setecientos en Cádiz, 2006, p. 183.

(6) El Santo Sudario, Enciclopedia Digital Católica (ec.aciprensa.com).

 

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