APROXIMACIÓN HISTÓRICO-ARTÍSTICA A LA IMAGEN DEL CRISTO DE LA VERA-CRUZ DE CÁDIZ

Miguel Ángel Castellano Pavón


 

 

HISTORIA (I)

Sería ilógico no empezar esta breve reseña sobre la imagen del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, si no nos detuviésemos ante las noticias que, al respecto, no suministra Alvaro Picardo y Gómez en su obra Datos sobre la Muy Ilustre Antigua y Venerable Cofradía de la Vera-Cruz.

De todos es bien conocido que la devoción a la Vera-Cruz era muy popular desde finales del siglo XIV y comienzos del XV: "De la gaditana no podemos decir con exactitud la fecha de la fundación, pero por la escrituras de adquisición de los terrenos para su capilla propia en la Iglesia de San Francisco, así como de la capilla del Sagrario contígua, podemos asegurar sin ningún género de dudas, que por lo menos existía en 1566, fecha en que fundara en Cádiz la Comunidad franciscana, su convento en iglesia bajo la advocación de Ntra. Sra. de los Remedios".

El historiador gaditano Agustín de Horozco, en el manuscrito fechado en el año 1594, nos habla de que, "era una de las que sacaban pendón en la iglesia mayor y que era de disciplina." (1)

El asalto anglo-holandés del año 1596 destruiría el primer titular. Desgraciadamente, nada sabemos de la fecha de la incorporación de la segunda imagen, de la cual se tiene noticias que se trataba de un Cristo de los llamados de papelón y de origen indiano. El Crucificado, a pesar de lo tosco de su hechura, tuvo gran devoción; no en balde, este antiguo titular, tras ser reemplazado por la talla a la cual actualmente se le rinde culto (sustitución obligada de la imagen, debido al grave deterioro provocado por unas fuertes lluvias que lo sorprendieron en una de sus últimas salidas procesionales), hubo de reponerse al culto a pesar de su pésimo estado de conservación, ante las enérgicas protestas elevadas por la mayoría de los hermanos de la Cofradía y devotos en general.

José Luis Ruiz Nieto-Guerrero aporta el dato de una fotografía, fechable hacia 1880, que constata estos hechos. Imagen que Adolfo de Castro reconoce aún hacia 1859 y que hemos visto con nuestros propios ojos, hasta bien entrados los años 90 del siglo XX, en la cripta de la capilla de la Orden Tercera Franciscana Seglar, por aquel entonces presidida por la imagen de Nuestra Señora de la Paz y hoy acogiendo a la Cofradía Seráfica del Nazareno del Amor y Nuestra Señora de la Esperanza. Afortunadamente, la labor del Hermano Mayor en aquella época, Melquíades Brizuela Carceller, y del director espiritual Fray José Luis Salido Mateo O.F.M., dieron el fruto esperado, y la añorada imagen fue trasladada a la Casa de Hermandad de la Vera-Cruz.

El Doctor Pablo Amador Marrero, profesor de la Universidad de México, con motivo de su visita a Cádiz en la Cuaresma de 2009 para disertar con maestría en los salones del Casino Gaditano sobre los llamados "Cristos de Caña", no dudó en corroborar la identificación de la imagen conservada en la Casa de Hermandad con la del antiguo Cristo de papelón, y no sólo basándose en el material de la obra, sino también en el sesudo estudio y observación de las huellas y marcas de su deterioro: "Testigos bien notorios e incuestionables de haber sufrido el cuasi legendario suceso del aguacero, que echaron a perder la frágil, secular y muy devota imagen".

 

 

HISTORIA (II)

De la actual imagen sabemos que fue donada en el año 1773 por el devoto hermano de su corporación don Juan Gómez de Figueroas y que además, fue traída de la ciudad italiana de Nápoles. Ante estos datos, hemos de detenernos y recordar que, en aquella época, Carlos III, tras el fallecimiento de su hermano Fernando VI de España, fallecido sin heredero, ocupó el trono de España entre 1759 y 1788, después de haber ostentado la Corona de Nápoles. Este acontecimiento propició que, durante décadas, todo lo proveniente de Italia se tuviese como obra venida de Nápoles. Todo esto y las semejanzas con otros Cristos napolitanos lleva a López Jiménez a atribuir la efigie del actual titular al escultor napolitano Giuseppe Picano.

Dicha atribución hemos de ponerla en duda después de los avances logrados en los estudios que se estan llevando a cabo sobre los escultores genoveses y su relación con Cádiz, sobre todo durante el siglo XVIII. Una feliz relación que ocasionó la creación de una escuela de escultura propia en el territorio. Al restaurador y escultor José Miguel Sánchez Peña, hermano también de la Vera-Cruz, le debemos sin duda, el mayor avance sobre el tema, ya que sus fructíferas investigaciones dieron origen a la obra Scultura Lignea Genovesa a Cadice nel Settecento (publicado en Génova, 1995), en compañía del inolvidable investigador y prioste de la Vera-Cruz, Enrique Hormigo Sánchez, y Carmina Aranda Linares. Posteriormente, el libro fue complementado con la publicación definitiva Escultura Genovesa, Artífices del Setecientos en Cádiz, que vió la luz en 2006.

En la mencionada obra, Sánchez Peña data la fecha de ejecución del Crucificado en torno a 1773, siendo obra de autor desconocido aunque, indudablemente, de un seguidor, y de los muy buenos, de Antón María Maragliano. Por lo tanto, hechura cristífera es de procedencia genovesa, realizada en madera de tilo, encarnada y policromada. Las dimeniones de la talla son las siguientes: "Distancia entre manos: 110 cms.; distancia desde la horizontal de las manos a los pies: 193 cms. Y distancia desde la cabeza a los pies: 165 cms". (2)

En el invierno de 1983, José Miguel Sanchez Peña intervino el Cristo de la Vera-Cruz. Consolidó el ensamblaje de la madera, intervino su policromía y adecuó a la talla la primitiva cruz arbórea.

Recientemente, acaba de terminarse una nueva limpieza del polvo y la suciedad acumulados en varias zonas del cuerpo. Se han reintegrado también lagunas y desgastes de la policromía, y se le ha aplicado un tratamiento contra los insectos xilófagos. Por otra parte, al encontrarse la cruz en mal estado, se tomó la determinación de llevar a cabo una nueva. La misma se ha ejecutado en madera de cedro, y aún siendo al igual que la antigua, arbórea y de sección circular, tendrá una fisonomía distinta, más rica, con nudos y llagas. Como novedad, será de base reforzada, para que su fijación al paso procesional sea más robusta y segura. Todo este proceso de restauración ha finalizado con una nueva corona de espinas, más acorde con la calidad artística de la imagen.

Para concluir este pequeño acercamiento histórico a tan devota imagen, hemos de resaltar el consabido rechazo que producía entre los cofrades del siglo XVIII (y entre los de la centuria anterior) las encarnaduras de las obras genovesas, ya que éstas no se adecuaban al gusto hispano imperante. Ello finalmente propicio el cambio de las policromías originales, de matices verdosos (que aún persisten en parte), a tonalidades más suaves y realistas, más propias de la estatuaria sevillana. Recordemos el reajuste en las diferentes piezas que componían, y aún componen, el retablo mayor del Convento de la Virgen del Rosario, Patrona de Cádiz, magnífica máquina marmórea de los Andreoli, con imaginería de Giacomo Antonio Ponzanelli, discípulo de Filippo Parodi, y Esteban Frucos. Como muy bien nos dice Fray Vicente Díaz Rodriguez: "...imágenes, originalmente en blanco marmóreo, muy pronto cubiertas por una capa de pintura para adaptarlas al gusto de la época". (3)

 

 

ANÁLISIS ARTÍSTICO

Nos encontramos ante una talla que representa a Cristo muerto en el madero, sostenido por tres clavos. Sus manos parecen acoger los clavos que los sostienen al madero con verdadera entrega, amor y convencimiento del plan salvífico establecido por el Padre. No muestran los dedos crispación ni violencia alguna, pareciendo acariciar los clavos, como si de rosas se tratase. Monta el pie derecho sobre el izquierdo, que, al estar extendido, muestra el saliente de su segundo artejo, recordando la perfección del llamado pie egipcio.

Hablamos de una imagen identificada con la escuela genovesa del XVIII que se adapta a la producción de Anton Maria Maragliano. Nos presenta a Cristo muerto en la Cruz de forma nada trágica, con apenas marcas del suplicio, sólo leves signos y fenómenos cadavéricos, como manchas hipostáticas en su región dorsal.

El rostro aparece levemente arqueado hacia su derecha, en el último trance y pase al Padre. Los párpados caídos simulan un auténtico sueño, lo que le da un sentido de reposo y quietud. La barba, labrada como la estatuaria imperial romana, nos ha llevado en alguna ocasiones a llamarle, con cierta carga lírica, el "Emperador Dormido". Con paño de pureza que recubre su perizoma, dotado de moña o nudo a su derecha con gran vuelo, lo que le otorga gran elegancia, supone un claro indicio de maestría a la hora de labrar la madera.

El marcado arqueamiento del cuerpo lo asemeja a obras sobre el tema del Crucificado realizadas en marfil, en las que el artesano de la eboraria hace gala de minuciosidad, delicadeza y habilidad, calculando perfectamente sus pasos en función de la materia bruta y el tema previsto, lo que dota a la talla, obra magna sin duda, de singular y gran belleza.

 


 

BIBLIOGRAFÍA DEL ARTÍCULO

(1) PPICARDO Y GÓMEZ, Alvaro: Datos sobre la Muy Ilustre Antigua y Venerable Cofradía de la Vera-Cruz, pp. 8-14, Cádiz, Imprenta Salvador Repeto, 1946.

(2) SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Escultura Genovesa, Artifices del Setecientos en Cádiz, pp. 185-187, 2006.

(3) DÍAZ RODRÍGUEZ, Vicente: Negros y Frailes en el Cádiz del siglo XVIII, pp. 127-131, 2009.

 

BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

HORMIGO SÁNCHEZ, Enrique y SÁNCHEZ PEÑA, José Miguel: Documentos para la Historia del Arte en Cádiz, Tomo I, pp. 331-346, Cádiz, 2007.

ECHEVARRÍA. J.M.: Coleccionismo de Marfiles. Editorial Everest, León 1980.

ARANDA LINARES, Carmen; HORMIGO SÁNCHEZ, Enrique y SÁNCHEZ PEÑA, Jose Miguel: Scultura Lignea Genovese a Cadice nel Settecento. Opere e Documenti, Genova, 1993.

 

Nota de La Hornacina: Miguel Ángel Castellano Pavón es Licenciado en Filosofía y Letras, miembro del Voluntariado de Patrimonio y hermano de la Cofradía de la Vera-Cruz de Cádiz.

 

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